Arafat, en la nasa
El l¨ªder de la OLP no tiene medios para su pol¨ªtica y es v¨ªctima de las zancadillas de Rabin y de un entorno hostil a su 'miniprotectorado' en Gaza
En mi precedente visita a Gaza, los militares israel¨ªes nos vedaron el paso hacia el sur del enclave: con sus fusiles de asalto, nos forzaron a dar vuelta atr¨¢s a pocos kil¨®metros de Deir el Balah. Desde que acab¨® la Intifada el paso est¨¢ abierto: el taxi se cuela en zigzag entre los bidones y bloques de cemento del benigno o indolente control de la polic¨ªa palestina. La vieja y maltratada carretera central corta en l¨ªnea recta huertas y naranjales. El pl¨¢stico de los tempranales y plant¨ªos de cultivo intensivo espejea al sol. En las encrucijadas que llevan a los 19 asentamientos de colonos, los puestos de vigilancia de Tsahal, instalados en mont¨ªculos protegidos por sacos terreros, fiscalizan el tr¨¢fico a cien metros escasos de los de su antiguo enemigo. Esta inmediatez no deseada por unos ni otros provoca a menudo incidentes y v¨ªctimas: los palestinos acusan a los israel¨ªes de apretar con facilidad el gatillo mientras que los ¨²ltimos, denuncian las operaciones de comandos armados de Ham¨¢s. Los r¨®tulos indicativos de Netzarim, Katif, Neveh Dkalim est¨¢n escritos en hebreo e ingl¨¦s. Jan Yunes parece cercado por colonias jud¨ªas, y la impresi¨®n de asedio se acent¨²a en Rafah.La capital del sur del enclave presenta una apariencia de normalidad: figones de pinchitos, tiendas abastecidas, barber¨ªas, tenderetes de fruta con enormes racimos de pl¨¢tanos, misteriosas sociedades de import-export. Tras una asomada al m¨ªsero barrio de barracas de Chij el Ald en donde se apretujan millares de refugiados del 48 y su decendencia, el recorrido de las carreteras laterales, nuevas y bien cuidadas, destinadas a los grandes asentamientos de colonos pr¨®ximos a la frontera egipcia, muestra la cruda realidad de la injusticia impuesta por los vencedores. El recinto inexpugnable de Gush Katif abriga una vasta base militar ce?ida de alambradas y verjas el¨¦ctricas. Sus instalaciones, dispersas en un ¨¢mbito de dos o tres kil¨®metros, son perfeccionadas y modernas, con hangares, cuarteles, dep¨®sitos, radares gigantes, antenas parab¨®licas de telecomunicaci¨®n, torres emisoras y un impresionante parqu¨¦ de veh¨ªculos de todo terreno. El contraste con la indigencia y precariedad de los controles palestinos no puede ser m¨¢s chocante.
En todo el per¨ªmetro sur, las v¨ªas abiertas por el ocupante enlazan entre s¨ª los asentamientos, bordeadas siempre de verjas y mallas de alambre, como un Estado rico dentro de un Estado pobre. Los carteles de tr¨¢fico reproducen exclusivamente el idioma del ocupante: granjas agr¨ªcolas de Gan Or Bdolach, Benei Atzm¨®n. Las viviendas destinadas a los colonos se alinean, ordenadas y pulcra s, con sus fachadas blancas y tejados rojos: seg¨²n advierto, en su gran mayor¨ªa se hallan vac¨ªas. Los jeeps de Tsahal circulan sin trabas de un lugar a otro: en la zona no hay ninguna barrera ni cuartelillo de la polic¨ªa de Arafat. A la entrada de una carretera secundaria en abandono, un cartel advierte en ingl¨¦s: "?Atenci¨®n! Entran ustedes en territorio de la Autoridad Nacional Palestina". Curado a de asombro, me animo a echar un vistazo al puesto fronterizo que separa el enclave de El Arich. All¨ª, entre el control decorativo de la ANP y el de la Rep¨²blica ?rabe Egipcia, los israel¨ªes inspeccionan y deciden las entradas y salidas: ning¨²n habitante de Gaza ni visitante extranjero puede dejar el territorio aut¨®nomo ni penetrar en ¨¦l sin su permiso ni pl¨¢cet.
Conforme a las estimaciones m¨¢s fiables, Tsahal controla a¨²n el 42% del enclave ocupado tan s¨®lo por 3.700 colonos. Algunos de los 19 asentamientos, como el de Netzarim, est¨¢n deshabitados y al parecer sirven de base y santuario a las acciones armadas, o desestabilizadoras de los mustaarabim, los agentes israel¨ªes que, disfrazados de ¨¢rabes, ejecutan operaciones de limpieza contra "los enemigos del proceso de paz". No obstante los acuerdos de Oslo, y a riesgo de aumentar el odio engendrado por la ocupaci¨®n y la insoportable desigualdad econ¨®mica, una orden militar de mayo de 1994 autoriz¨® la confiscaci¨®n de nuevas tierras para los asentamientos situados al noroeste de Beit Lahia, en el extremo norte del territorio aut¨®nomo. Dado el conjunto de circunstancias, no tiene nada de sorprendente el que cuanto m¨¢s aumentan los elogios y homenajes a Arafat en la prensa y me dios gubernamentales de Estados Unidos y la Comunidad Europea -pomposa ceremonia de la Casa Blanca, entrega del No bel compartido con Rabin y Peres-, su consideraci¨®n y credibilidad disminuyan en igual proporci¨®n entre los habitantes de Gaza. Recibido como un h¨¦roe a su llegada al enclave el 1 de julio de 1994, su l¨ªnea pol¨ªtica y m¨¦todos de gobierno son puestos hoy en tela de juicio por un creciente sector de la poblaci¨®n.
Dicho sea en su descargo, la responsabilidad de tal desafecto no es sino parcialmente suya. Despu¨¦s de 27 a?os de ocupaci¨®n y seis de Intifada, las esperanzas de un cambio de vida inmediato y palpable eran a todas luces irrealistas. Pero los proyectos del l¨ªder de la OLP de convertir a Gaza en un Hong Kong o Singapur mediterr¨¢neos, divulgados en diversas entrevistas, pecaban asimismo de ilusos.
De los 720 millones de d¨®lares prometidos para 1994 a la Autoridad Nacional Palestina, ¨¦sta ha recibido tan s¨®lo 60. En el pasado mes de septiembre, en la reuni¨®n de pa¨ªses donantes celebrada en Par¨ªs, la cuesti¨®n de una peque?a partida de fondos destinada a Jerusal¨¦n Este impidi¨®, a instigaci¨®n de Israel y el Banco Mundial, el desbloqueo de los 200 millones previstos. En corto: Arafat no dispone de medios para realizar su pol¨ªtica, v¨ªctima a la vez de las zancadillas de Rabin y de un entorno paulatinamente hostil a su "miniprotectorado" de Gaza.
En una entrevista concedida hace meses al diario israel¨ª Haaretz, el jefe de la ANP manifestaba su desespero ante el doble juego israel¨ª, las tentativas de sabotear "el proceso de paz" por los extremistas de ambos bandos y las "humillaciones cotidianas" infligidas por su ex enemigo.
Las restricciones impuestas a la libertad de movimientos de sus "ministros" (impedidos a veces de acudir a Jeric¨® o entrar en Cisjordania); la negativa a permitirle el acceso a los santos lugares musulmanes de Jerusal¨¦n (mientras el rey Husein de Jordania era invitado calurosamente a rezar en ellos); los aplazamientos sucesivos del calendario de las elecciones palestinas pospuestas del 13 de abril al 15 de diciembre y diferidas de nuevo ("ninguna fecha es sagrada", coment¨® lac¨®nicamente Rabin); el cierre de la frontera a millares de trabajadores en represalia colectiva a los incidentes de Erez (con la agravaci¨®n consecutiva de la tensi¨®n social y pol¨ªtica en el interior del enclave); la exigencia reiterada de reunir en Gaza el Consejo Nacional Palestino a fin de abrogar los art¨ªculos de la Carta Nacional que preconiza la liberaci¨®n total de Palestina (exigencia imposible de cumplir por falta de qu¨®rum); la creaci¨®n de nuevos asentamientos de colonos en Cisjordania (pese a las promesas de "congelarlos"); las presiones sobre la ANP para que detenga y juzgue a los militantes de Ham¨¢s y la Yihad Isl¨¢mica cada vez que uno de sus miembros comete un atentado en Israel o en los territorios que controla (oblig¨¢ndole a asumir el ingrato papel desempe?ado antes por Tsahal y descalific¨¢ndole as¨ª a ojos de sus compatriotas); la ca¨ªda en picado del n¨²mero de permisos de trabajo en Israel de los habitantes del enclave, de 80.000 a 8.000 (causante de una p¨¦rdida de ingresos vitales para centenares de miles de personas), y la decisi¨®n de reclutar mano de obra en Rumania, Tailandia y China todo ese conjunto de factores y elementos muestran, la impotencia real del veterano l¨ªder de la OLP atrapado en su nasa.
Si el sufrimiento general de la poblaci¨®n, sometida durante a?os a la ley marcial o al toque de queda y enclaustrada en la miseria y hacinamiento de los campos, ha disminuido, los beneficios concretos de la paz no se manifiestan. La reducci¨®n de empleos, carencias del sistema educativo, falta de estructuras y cuidados m¨¦dicos, configuran un panorama sombr¨ªo que amenaza la estabilidad de la zona y la precaria situaci¨®n de su jefe. Aunque las estad¨ªsticas muestren que Arafat cuenta a¨²n con un apoyo mayor que Ham¨¢s o la oposici¨®n laica del FPLP (Frente Popular de Liberaci¨®n de Palestina) y el FDLP (Frente Democr¨¢tico de Liberaci¨®n de Palestina) exiliada en Damasco, no he encontrado a casi nadie en Gaza que le sostenga abiertamente.
Desde el Haidar Abdel Chafi -el respetado presidente de la Medialuna Roja, ex negociador
de las primeras conversaciones de paz e intermediario entre la ANP y los islamistas despu¨¦s de la reciente matanza junto a la mezquita de Gaza- hasta los universitarios, comerciantes y j¨®venes sin empleo con quienes he tenido ocasi¨®n de charlar, la cr¨ªtica a los acuerdos de Oslo y al autoritarismo, arbitrariedad y concepci¨®n cl¨¢nica del poder de Arafat, ya sean feroces o cautas, sibilinas o acerbas, no dejan lugar a dudas en lo que toca al descenso paulatino de su popularidad."El proceso de paz est¨¢ perdiendo toda su credibilidad, dice Haidar Abdel Chafi, Rabin conserva el pleno control de la situaci¨®n: quiere cantonalizar los territorios palestinos y encerrarnos en una serie de bantustanes. Nuestro pueblo tiene el derecho a resistir a una ocupaci¨®n que ha cambiado de nombre, pero no de m¨¦todos".
Un bazarista de Omar el Mojtar asegura con vehemencia que la situaci¨®n ha empeorado con la autonom¨ªa y resume. su punto de vista con una par¨¢bola: "Si un pobre padece hambre y un rico le da un pescado, se lo comer¨¢ poco a poco y quedar¨¢ satisfecho. Si no le da nada, aprender¨¢ a pescar". ?Historieta ¨¢rabe o m¨¢xima extra¨ªda del Libro rojo de Mao? Las anotaciones perge?adas en mi libreta compendian una docena de comentarios del mismo contenido y estilo. Con todo, agotada por seis a?os de Intifada, la mayor¨ªa de la poblaci¨®n busca un respiro y no desea nuevas confrontaciones mort¨ªferas. Si la esperada ayuda internacional se volcara en el enclave, la actual tendencia a vituperar a Arafat y desahuciarlo como un cad¨¢ver pol¨ªtico probablemente se invertir¨ªa. Entre tanto, la situaci¨®n social se degrada y, seg¨²n estimaciones de Terje Larsen, coordinador especial de la ONU para los territorios ocupados, "el nivel de vida de la poblaci¨®n es inferior en un 50% al de hace seis meses".
Una de las primeras medidas adoptadas por la flamante ANP consisti¨® en limpiar los muros de Gaza de las pintadas antiisrael¨ªes que los cubr¨ªan. La operaci¨®n, de un coste superior a tres millones de d¨®lares seg¨²n The New York Times, se revel¨® tan dispendiosa como in¨²til. Semanas despu¨¦s del blanqueo, el aspecto de la ciudad era el mismo: las pintadas reaparecieron, dirigidas esta vez contra el jefe de la ANP. Tras los choques sangrientos entre la polic¨ªa y amotinados de Ham¨¢s del 18 de noviembre de 1994, la guerra de consignas e insultos arreci¨® en intensidad. A los "Asesinos de vuestro pueblo, ?el infierno os aguarda!", los Halcones de Al Fatah respondieron con contraamenazas: "?Cortaremos las lenguas a los vendidos a Teher¨¢n!". No todas las pintadas de Gaza son del mismo tenor. Algunas revelan un inter¨¦s por la situaci¨®n mundial: "Palestina, Irak, Bosnia, Chechenia, la agresi¨®n al islam contin¨²a". En los barrios perif¨¦ricos de Gaza, la fotograf¨ªa del l¨ªder de la OLP aparece a menudo rota o embadurnada de pintura. Como me dijo un universitario en paro: "Los israel¨ªes se frotan las manos. Ahora nos matamos entre palestinos". Gaza, heredero de la asociaci¨®n de Hermanos Musulmanes implantada en el enclave desde hac¨ªa d¨¦cadas, renunci¨® inicialmente al combate pol¨ªtico contra la ocupaci¨®n israel¨ª en favor de un proselitismo social y religioso que no planteaba problemas a las autoridades del Estado jud¨ªo. Mientras los "cuadros" de la OLP eran diezmados por la implacable represi¨®n de Sharon entre 1967 y 197 1, la Liga de la Carta Isl¨¢mica del jeque Ahmad Yas¨ªn extendi¨® sus actividades a trav¨¦s de escuelas, dispensarios, cursos de alfabetizaci¨®n y centros de ayuda a los refugiados m¨¢s desfavorecidos. Como Bumedi¨¢n y Chadli en Argelia en los a?os setenta y comienzo de los ochenta, lo ocupantes ve¨ªan con buen ojo una red asociativa primordialmente religiosa que serv¨ªa de contrapeso ¨²til a los fedayin revolucionarios y marxistas de Yasir Arafat (Al Fatah), Georges Habache (FPLP) y Nayef Hawatm¨¦ (FDLP). La creaci¨®n de Ham¨¢s -siglas del Movimiento de Resistencia Isl¨¢mico- en diciembre de 1987 no alarm¨® tampoco al ocupante, pese a la condena por el jeque Yas¨ªn de la aceptaci¨®n por la OLP de la resoluci¨®n del Consejo de Seguridad de la ONU que propugnaba la existencia de dos Estados en el territorio del antiguo mandato brit¨¢nico de Palestina. Mientras las iniciativas de paz de Arafat eran rechazadas por Tel Aviv y su liderazgo sufr¨ªa de las consecuencias desastrosas de su alineaci¨®n pol¨ªticamente suicida con Sadam Husein durante la guerra del Golfo, Ham¨¢s matuvo h¨¢bilmente sus v¨ªnculos con los Estados ¨¢rabes moderados, de la coalici¨®n antiiraqu¨ª, de los que recib¨ªa y probablemente recibe a¨²n sost¨¦n financiero.
Desde 1991, todas las circunstancias parecen conjurarse contra el jefe de la OLP: ruptura de sus relaciones con los saud¨ªes y emiratos del Golfo y p¨¦rdida de su cuantiosa ayuda econ¨®mica; cese de los env¨ªos de dinero de los trabajadores palestinos en el Oriente Pr¨®ximo, sustento de decenas de millares de familias en los territorios ocupados; aislamiento internacional; dificultades y tropiezos del proceso de paz iniciado en Madrid; creciente agitaci¨®n islamista contra su pol¨ªtica "de capitulaci¨®n". La confrontaci¨®n entre palestinos no inquietaba demasiado a los israel¨ªes, que, con sorprendente miop¨ªa o c¨¢lculo maquiav¨¦lico, fing¨ªan no advertir que Arafat no era ya el l¨ªder tercermundista y revolucionario de sus buenos tiempos -su debilidad interior y condici¨®n de paria le hab¨ªan transmutado en un interlocutor v¨¢lido e incluso d¨®cil, presto a transigir con cuanto fuera necesario a cambio de su aceptaci¨®n por Washington- en tanto que Ham¨¢s -como la OLP en sus comienzos- exclu¨ªa cualquier acuerdo con la "entidad sionista" hasta la liberaci¨®n total de Palestina. Cuando Tsahal y los servicios de seguridad israel¨ªes abrieron los ojos, su sobresalto fue may¨²sculo. "Ham¨¢s es como una hidra, declaraba recientemente un consejero de Rabin en asuntos de lucha antiterrorista a un periodista de Le Monde. Cuando cortamos su cabezas son reemplazadas de inmediato por otras".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.