La estirpe de Lola Greco

La compa?¨ªa titular espa?ola entra en el Alb¨¦niz, y eso es muy bueno: as¨ª el p¨²blico madrile?o tiene acceso regular al repertorio espa?ol (una pena no sean programas m¨¢s variados, que est¨¦n m¨¢s tiempo en cartel).Hubo cl¨¢sicos como Danza y tron¨ªo y Medea, verdaderos puntales de arte coreogr¨¢fico local de las ¨²ltimas d¨¦cadas, y se vio tambi¨¦n ese discutible Bolero con tanto zapatazo ofensivo para el o¨ªdo espiritual de Ravel como lo son para los ojos los trajes de cuero o el incongruente aire a lo musical de Broadway de los a?os 30. Gusta el Bolero por la calidad de los bailarines (A¨ªda G¨®mez se lo toma en serio, y espesa la danza, le da el punto), pero es producci¨®n fallida y algo hortera. El Ballet Nacional merece otro Bolero, si es que la direcci¨®n entiende que es inevitable llevarlo por ah¨ª, adem¨¢s de inexplicable en un artista como Granero, hombre refinado e imaginativo, como demuestra su Medea, a¨²n hoy, tras sus 500 representaciones, fuerte, intensa, directa.

Lola Greco ha mejorado much¨ªsimo en su papel; ahora lo sufre visceralmente, le da densidad y goza su l¨ªnea f¨ªsica sin frivolizarla, dando por fin el acento tr¨¢gico que pide el creador a una Medea que tuvo en su creaci¨®n una impronta tan particular como la de Manuela Vargas. Antonio M¨¢rquez le da la r¨¦plica con un Jas¨®n caluroso capaz de cuajar la qu¨ªmica de la pasi¨®n sin freno. Lola rein¨®, y el p¨²blico se le entreg¨® de pie. Y se le agradeci¨® despu¨¦s del mal sabor de boca que dejara el solo de Mila de Vargas, insulso en el paso, pretencioso en el estilo, horrendamente vestido. La bailaora no acaba de encajar en la plantilla; posee un cierto encanto dom¨¦stico, de cercan¨ªa, que la escala teatral le diluye.