Las v¨ªctimas
El campo de acci¨®n del terrorismo etarra es ampl¨ªsimo, no se puede decir que sea muy escrupuloso en la selecci¨®n de v¨ªctimas, tiene la fortuna de que muchos valen, no ha de calentarse la cabeza demasiado para encontrar el objeto de un asesinato provechoso. Aunque guardias civiles y militares son sus colectivos preferidos, extendida la condici¨®n de tales a retirados, m¨²sicos o farmac¨¦uticos que en su vida han llevado un arma, y seguramente no saben c¨®mo manejarla, el ¨¢mbito civil de sus posibles v¨ªctimas se extiende con tal desmesura que son decenas de miles, o centenares, o millones, los que deben, o debemos, estar intranquilos porque, sin saberlo, podemos ser acertada elecci¨®n propicia para conseguir la anhelada liberaci¨®n de la opresi¨®n en que vive, seg¨²n insisten, el pueblo vasco.En los casos m¨¢s extremos, todos valen; lo importante es matar, sin asesinato no hay liberaci¨®n, como cuando se trata de un atentado ciego, un supermercado, o, sin ser ciego del todo, act¨²a como tal con los colaterales asesinados sin quererlo expresamente, cuesti¨®n adjetiva, ya se sabe que es cosa de azar, todo sea por la eficacia del asesinato principal. Yo creo que los allegados de los muertos secundarios, casuales, hasta tendr¨ªan que dar las gracias porque sus deudos hayan podido contribuir a la antedicha liberaci¨®n; sugiero a los de ETA que al menos pongan sus nombres en una placa, ya que, sin ser enemigos, han sido sacrificados por una excelsa causa.
Todo esto produce asco y asombro. El terrorismo etarra me asombra siempre, la maldad se funde con la necedad hasta tal punto que siempre me maravillo de la capacidad de degeneraci¨®n de algunos a los que no se les puede quitar la condici¨®n de seres humanos. A veces toca m¨¢s de cerca, y el callo en el alma que produce la mon¨®tona repetici¨®n se sensibiliza como cuando matan, o amenazan, a un amigo.
En ocasiones a la crueldad pretendidamente funcional del asesinato etarra se une la crueldad depravada de la amenaza p¨²blica; no es que ¨¦sta no sea tambi¨¦n funcional: si se hace amenaza, mediante la oportuna carteler¨ªa, a un pol¨ªtico concreto, o Periodista, o fil¨®sofo, no se trata s¨®lo de amedrentar al retratado o nombrado, sino al gremio al que pertenece, su profesi¨®n, o partido, u opini¨®n; pero es que, al concretarse en personas, ejerce una crueldad feroz, angustiosa, sobre el designado, al que se pone en peligro adicional de muerte, con singularidad, con alevos¨ªa, con publicidad, la crueldad que produce inquietud o desasosiego.
Mucha gente est¨¢ impl¨ªcitamente amenazada, otra expresa y colectivamente, algunos de manera reservada y personal, y, al fin, tambi¨¦n los hay individualmente y con publicidad; todo es cruel y desalmado; pero la difusi¨®n espec¨ªfica del nombre y sobre todo, de la imagen del supuestamente condenado multiplica la sa?a, es como poner la vida del sujeto a la merced de cualquiera que pertenezca a la cofrad¨ªa de los asesinos, una incitaci¨®n a la ejecuci¨®n por parte de los devotos que se lo encuentren, y no s¨®lo de los que lo busquen para cumplir la sagrada misi¨®n asesina.
No acierto a comprender. Me represento el da?o de los amenazados; y no acierto a comprender la crueldad; quienes la ejercen me parecen seres extra?os, monstruosos, ajenos, como esos militares y civiles argentinos que se ensa?aban con la v¨ªctima para mejor alimentar su desprecio; como esos etarras y monaguillos que disfrutan exponiendo el nombre y la imagen de los elegidos para la muerte. Me siento humillado como ser humano, los autores me producen una indefinible repulsi¨®n, los instigadores m¨¢s todav¨ªa, y desasosiego. Este de la crueldad etarra es un misterio, muchos conciudadanos nuestros son v¨ªctimas y, por encima de cualquier otra consideraci¨®n, pol¨ªtica, electoral, patri¨®tica o ideol¨®gica, la efectiva solidaridad con ellos, humana, de sentimiento y de acci¨®n, de defensa, protecci¨®n y protesta, es lo que les es debido; se trata de personas que sufren como consecuencia de una muy concreta y necia maldad ajena, que se viste, adem¨¢s, de ropajes solemnes.
El terrorismo es un problema pol¨ªtico, pero esta consideraci¨®n oscurece la tragedia humana de las v¨ªctimas, pol¨ªticos o no, y arrinconamos este sentir, que me parece primario. La liberaci¨®n de un pueblo, la unidad de la patria, la independencia, la confrontaci¨®n pol¨ªtica nos hacen olvidar que, antes que nada, hay asesinados y amenazados, y que los autores, aunque resulten, para sus admiradores, h¨¦roes de su convicci¨®n, han sido siempre, antes, asesinos que carecen de esa condici¨®n humana de la piedad.
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