Polacos y alemanes en una Europa unida
Esta semana se ha cumplido medio siglo desde el final de la m¨¢s cruenta guerra que jam¨¢s conoci¨® Europa. Esta guerra comenz¨® el 1 de septiembre de 1939 con, la invasi¨®n de Polonia por el III Reich y termin¨® en Europa el 8 de mayo de 1945 con la capitulaci¨®n incondicional de Alemania ante los representantes de las cuatro potencias que con el curso de los a?os -a partir de 1941- asumieron el principal peso de los combates y decidieron su suerte. Para Polonia, esta guerra dur¨® cinco anos, ocho meses y ocho d¨ªas.En la Polonia ocupada, la polic¨ªa y la Administraci¨®n del III Reich hicieron construir campos de concentraci¨®n para polacos y campos de exterminio para jud¨ªos. En estos campos fueron aniquilados cerca de tres millones de jud¨ªos polacos y otros tres millones de jud¨ªos de otros pa¨ªses. Al mismo tiempo fueron v¨ªctimas del terror sangriento m¨¢s de dos millones de cristianos polacos.El que nuestro pa¨ªs no fuera reconocido en 1945 como uno de los vencedores de la guerra fue un efecto de las concesiones pol¨ªticas hechas por los aliados occidentales a Stalin. Los aliados contaban con que la URSS permitiera en Polonia la celebraci¨®n de unas elecciones libres. En Polonia esto ha sido considerado como una peligrosa ilusi¨®n, o bien como una peculiar muestra de la realpolitik, o sea, "una ilusi¨®n muy bien meditada". As¨ª, Yalta se ha convertido para Polonia -y no s¨®lo para ella- en el s¨ªmbolo de la regla conforme a la cual las potencias pueden decidir sobre las fronteras y los asuntos internos de otros pa¨ªses.Parad¨®jicamente, Yalta contribuy¨® durante alg¨²n tiempo a mantener el equilibrio internacional gracias al que la Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA) estuviera anclada en la comunidad occidental de Estados, lo que favorec¨ªa el desarrollo de una democracia fiable en ese pa¨ªs. Los alemanes consiguieron cambiar -en el sentido pol¨ªtico- su situaci¨®n central entre el Este y Oeste. Deber¨ªan, entonces, comprender mejor que nadie las actuales aspiraciones polacas a integrarse con el mundo occidental.
Hace 50 a?os se hizo casi todo lo posible por reforzar el antagonismo polaco-alem¨¢n. Fue uno de los objetivos b¨¢sicos de la pol¨ªtica de Stalin frente a Polonia. Los comunistas, conforme con esta pol¨ªtica, eran arquitectos del Estado nacional polaco, que garantizaba la inviolabilidad de la frontera occidental de Polonia y la integridad territorial del pa¨ªs. Desde la perspectiva de muchos alemanes, entre tanto, Polonia, con sus fronteras desplazadas en 1945 hacia el Oeste, era considerado un pa¨ªs que se hab¨ªa beneficiado con la guerra. As¨ª, Polonia se ha convertido en el blanco ideal para desfogarse de las frustraciones causadas por la guerra.
Siendo un pueblo afecado especialmente por la guerra, conocimos la tragedia de los desplazamiento forzosos, as¨ª como de la violencia y crimen que les acompa?aban. Tenemos presente que estos actos afectaron tambi¨¦n a grandes masas del pueblo alem¨¢n y que entre sus autores figuran tambi¨¦n polacos. Deseo expresar abiertamente nuestro dolor por la suerte individual y los sufrimientos de aquellos inocentes alemanes afectados por las se cuelas de la guerra, quienes tuvieron que abandonar sus tierras patrias.
Pero la historia contempor¨¢nea de Alemania -un Estado democr¨¢tico y de derecho- demuestra que es posible no s¨®lo volver a la comunidad europea, sino tambi¨¦n ocupar en ella un lugar digno. Alemania, profundamente democratizada, volvi¨® a ejercer un papel constructivo en la historia y la cultura
europeas, convirti¨¦ndose en uno de los pilares de la Europa actual. Puede considerarse que Europa comenz¨® a superar -simb¨®licamente- su divisi¨®n en Berl¨ªn cuando cay¨® el muro. Este proceso avanza, pero para ser eficaz debe cumplir con una serie de condiciones b¨¢sicas.
En primer lugar, debe basarse en el fundamento de los valores comunes europeos. La aceptaci¨®n de estos valores deber¨ªa decidir la pertenencia o no a Europa y a sus instituciones.
En segundo lugar, entre los valores europeos consideramos como b¨¢sico la apertura frente a aquellos [pueblos] que con su trabajo diario dan muestras de su disposici¨®n a servir a la causa europea. Consideramos que el progreso de las reformas en los pa¨ªses ex comunistas deber¨ªa estar relacionado con la intensidad del proceso de la integraci¨®n de estos pa¨ªses en las instituciones europeas.
En tercer lugar, deseamos que nuestros socios occidentales, entre ellos Alemania, expresen claramente la voluntad de abrir y ampliar las instituciones europeas y las euroatl¨¢nticas. Confiamos en que no vuelva a dominar en Occidente el estrecho realismo y las concepciones de las zonas de influencia, de parachoques o de reconocimiento de los intereses hist¨®ricos de las potencias vecinas que triunf¨® en Yalta.
De ello se desprende la cuarta condici¨®n: que el proceso integrador dirigido hacia el Este no sea frenado.
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