Desde Espa?a
"Ni rechazo, ni plebiscito: confirmaci¨®n" de la coalici¨®n saliente. As¨ª, de un plumazo, resumi¨® Jean-Luc Dehaene el resultado. Un voto equilibrado, que ratifica la orientaci¨®n de centro-izquierda, da verosimilitud a una alternativa futura de centroderecha y matiza, matiza, matiza, sin revolcones ni sustos. Muy propio de esta B¨¦lgica, consagrada como laboratorio del arte de coligar y fabricar pol¨ªticas sofisticadas.Pa¨ªs peque?o, interesante elecci¨®n. Desde un prisma espa?ol y europeo, lo decisivo es el freno del ascenso liberal flamenco. No porque el liberalismo sea peca do, no. Sino porque la coloraci¨®n supernacionalista y paleothatcheriana de la rama del norte -la valona es m¨¢s realista- apuntaba contra la cohesi¨®n belga: con la excusa de cercenar los abusos s¨¹re ?os en la prescripci¨®n de farmac¨®s y frenar sus superiores gastos de desempleo, pretend¨ªa independizar la Seguridad Social, trocear el mullido colch¨®n que absorbe las tensiones sociales del pa¨ªs. Una pretensi¨®n suicida, porque la evoluci¨®n de la pir¨¢mide demogr¨¢fica provocar¨¢ en menos de una generaci¨®n que quienes necesiten solidaridad sean los flamencos y no los valones. Pero que auguraba pol¨ªticas anticohesi¨®n en pol¨ªtica europea de uno de los pa¨ªses m¨¢s afectos al sur. Su limitado avance augura, al contrario, una reconducci¨®n suave y no brutal, e y no ideol¨®gica, del esquema del Estado de bienestar de la posguerra. Doble punto de referencia. Para Espa?a, porque la deuda p¨²blica del reino de los belgas duplica la suya. Para Europa, porque la direcci¨®n de esta reforma correr¨¢ a cargo de una Democracia Cristiana aut¨¦ntica. Es decir, de un partido de centro con voluntad de ejercer como tal y no como m¨¢scara o coartada de un escueto conservadurismo.
Sorprender¨¢ al espa?ol moliente que el partido socialista flamenco, preso en la vor¨¢gine de las acusaciones de corrupci¨®n, no haya sido castigado en las urnas. Aunque baj¨® en Hasselt, la circunscripci¨®n de Willy Claes, ha atra¨ªdo globalmente m¨¢s votos, quiz¨¢ por el prestigio de decencia que adorna a su presidente, Louis Tobback: los votantes hilaron fino. Quiz¨¢ tambi¨¦n el electorado sospecha que en todas las cocinas cuecen habas y no ha focalizado su malestar en una concreta: ve de cerca las barbas del vecino franc¨¦s, vec¨®mo los esc¨¢ndalos judiciales de la izquierda son ah¨ª pr¨®logo de los de la derecha. Sorprender¨¢ tambi¨¦n que no haya sido arma arrojadiza en la campa?a. Y que los ¨²nicos en utilizarla a fondo, en aras del antipoliticismo -los ultraderechistas del Bloque Flamenco y del Front National-, parezcan haber tocado finalmente su techo electoral.
La pol¨ªtica no ha sido estos d¨ªas espect¨¢culo. Para aflicci¨®n de morbosos, las detallad¨ªsimas y contrapuestas recetas sobre el empleo y la Seguridad Social se han llevado la palma del debate. Para aburrimiento de los Casandras de la disoluci¨®n del Estado, la cuesti¨®n ling¨¹¨ªstica no ha desatado vendavales, ni siquiera una brisa. El nuevo Estado federal, mucho m¨¢s complejo que el espa?ol, con competencias federales, regionales y comunitarias entrecruzadas y superpuestas en distintos pedazos de territorio, y siempre sujetas a litigio, ha echado a andar. Es viable. ?Milagre, o fruto de una antigua cultura democr¨¢tica simbolizada, por ejemplo , en el requisito de biling¨¹ismo para acceder a la jefatura del Gobierno?
Quien la encarn¨®, el socialcristiano, impetuoso y h¨¢bil (le llaman d¨¦mineur, artificiero, por su t¨¦cnica para resolver situaciones de crisis) Jean-Luc Dehaene, ha ganado estatura, a horcajadas del rigor econ¨®mico y la solidaridad social. Repetir¨¢. Los belgas no arrojan por la alcantarilla a sus ciudadanos esforzados e inteligentes. Y Europa sale ganando con ello.
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