Punto y aparte
La virgen, ya es coincidencia que comienc¨¦ la Feria del Libro cuando la caciquil campa?a electoral termina. Como si aqu¨ª esos dos lenguajes, y a mucha honra, fuesen incompatibles al mismo tiempo. Aunque lo que sucede tal vez no sea un mero encontronazo de espaldas, sino la forma r¨¢pida y maliciosa de pasarse la misma antorcha. ?La misma? Hombre, la de venderse un poco, dejarse ver, afirmarse en varios. Que luego, si empieza a oler un algo a chamusquina, tanto el que ya corri¨® como el que va a correr dir¨¢n, en cuanto caigan unas gotas de lluvia, que ese milagro es cosa suya. En bien de todos, adem¨¢s, como las catedrales o Telef¨®nica. Despu¨¦s, pues lo de siempre, a charlatanear, de las generales y a pensar en el libro como curioso cachivache que, la verdad, se ha ido quedando m¨¢s bien antiguo. Lo que se lleva en tiempos normales, sin campa?as ni ferias colindantes, es hablar de todo y soltar ese todo muy claro: "?Que se vayan! ?Que vuelven!". Cosas as¨ª, entre el grito primal y el eco de los encierros taurinos, pasando a duras penas por imitaci¨®n de un Tarz¨¢n con pinta de L¨®pez V¨¢zquez. Y con preguntas de sobremesa que hincan el tenedor en la raci¨®n de estilo dom¨¦stico: "Francamente, ?t¨² entiendes algo?". Muchos profesionales se lo explican. Pero yo s¨¦ que la pregunta del mill¨®n (en marcos, que hasta P¨¦rez Reverte traducir¨¢ a pesetas) se esconde en una nueva, feminista y traviesa novela de Juli¨¢n R¨ªos titulada Amores que atan, aparecida en Siruela y con fina caricatura de Eduardo Arroyo en la tapa. Ah¨ª, en cierta p¨¢gina que ahora mismo no encuentro, alguien se enfrenta con pertinencia al presente y, en consecuencia, dice: "?Por qu¨¦ no vamos al zoo?". Eso, eso, para perder el hilo, el eslab¨®n, el flet¨¢n, el bigote y lo que haga falta.Que encabece el cortejo Isabel Gemio, atrevida y sensible donde las haya, a sabiendas de que tambi¨¦n la sigo desde que s¨¦ que la ve Haro Tecglen. (Apreci¨¦ su remate de la otra noche, al final de una charla en profundidad: "Escuchar a Gala es siempre un placer para los o¨ªdos".) O sea, que ya podemos irnos al zoo. Con ella, con el libro m¨¢s vendible, con el alcalde m¨¢s votable y con una tortilla de patatas. Si hay hilo musical en el recinto, al llegar, que suenen Los Chunguitos. Pero puede,haber alguien que se resista a los impulsos de esa historia feliz y decida darse una vueltecita por la Feria del Libro. Y d¨¢rsela tal cual, en solitario, sin antorcha en com¨²n ni esperanza en la lluvia. De existir ese alguien, a lo mejor le da por abrir un libro de Paul Klee, Poemas (Ediciones de la Rosa C¨²bica) y leer: "Son envidiables los pajarillos, /evitan/ pensar en el tronco y las ra¨ªces/y satisfechos se balancean, ¨¢giles, el d¨ªa entero,/y cantan en las puntas de las ¨²ltimas ramas". Nadie le impedir¨¢ tampoco a ese alguien compro-, bar la continuaci¨®n, si la novela de Luis Magriny¨¢, Belinda y el monstruo, es tan buena como dicen; o si Lejos de Veracruz, de Enrique Vila-Matas, es la consagraci¨®n. Hacerse con el ¨²ltimo n¨²mero de la revista Barataria, editada por la Universidad de Alcal¨¢, le permitir¨¢ ¨¢dentrarse en la poes¨ªa de Pedro Casariego C¨®rdoba, autor que as¨ª se present¨ªa: "Si soy un artista medio decente, es porque soy bastante bruto y poco brutal". En plan brutal, sigamos. Hay miles y miles de libros misteriosos. Aquel alguien se adue?¨® ya de un libro de ensayos de Italo Calvino, Punto y aparte, donde se airea ese huevo amoral del que tanto cacarean los fariseos de la pol¨ªtica y de la cultura: la franqueza. Habla Calvino del empleo de palabras obscenas, pero remata: "Por m¨¢s que comprenda e incluso comparta estas intenciones, parece que el resultado suele, ser la adecuaci¨®n al desbarajuste general y no la profundizaci¨®n y el descubrimiento de la verdad. Creo poco en la virtud de hablar francamente, porque suele significar entregarse a las costumbres m¨¢s f¨¢ciles, a la pereza. mental, a la debilidad de las expresiones banales". Al llegar a ese punto, otro alguien vuelve de la excursi¨®n redentora al zoo. Se miran con cari?o y respeto. ?Pero cu¨¢nto se apuesta usted a que uno de los dos no tardar¨¢ en lanzar la pregunteja oblicua? Ya lo oyes: "?T¨² entiendes algo?". Si alguien lo reconoce por el acento, que no lo diga, que aqu¨ª termina por saberse todo.
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