Derrotados por la lluvia
Los aficionados gallegos volvieron a casa rabiosos y decepcionados
Todav¨ªa hay algo peor que la derrota. Nadie lo pod¨ªa sospechar, pero as¨ª fue. La afici¨®n gallega estaba preparada para otro fracaso de su equipo en el instante decisivo, pero no para la emboscada que le tendi¨® el destino en el Bernab¨¦u: el clamoroso error del ¨¢rbitro en el penalti a Manjar¨ªn y el infernal aguacero que dej¨® a los hinchas presos de una incertidumbre a¨²n m¨¢s insoportable que la derrota. Los 35.000 gallegos regresaron a casa descorazonados, con muy pocas ganas de volver ma?ana a Madrid y con una sensaci¨®n fatal. "Sornos el pueblo m¨¢s gafe del mundo", mascullaba un chaval en el tren que transport¨® a los Riazor Blues.
Horas antes, en el Bernab¨¦u, una gran pancarta colgada en lo m¨¢s alto del fondo norte proclamaba confiadamente: "Romperemos el ,meigallo". Cuando comenz¨® a llover, los gallegos reaccionaron con alborozo, como si efectivamente ese fen¨®meno meteorol¨®gico tan habitual en su tierra fuese el augurio de que aquella iba a ser la gran noche del Deportivo. La alegr¨ªa dio paso al asombro y m¨¢s tarde a la impotencia por la suspensi¨®n del encuentro. Los hinchas pensaron lo mismo que el l¨ªbero deportivista Djukic: "Estas cosas s¨®lo nos pasan a nosotros".
Al comenzar el diluvio, cada uno se salv¨® corno, pudo. Incluso la polic¨ªa se desentendi¨® de los hinchas radicales, que regresaron dispersos y por su cuenta del Bernab¨¦u a la estaci¨®n de Chamart¨ªn, donde les esperaban cuatro trenes especiales. "Se, han desentendido de nosotros", se quejaban algunos chavales. Entre la estampida del p¨²blico, las carreras de los bomberos, las colas ante los autocares de los hinchas y el tr¨¢fico habitual, la Castellana se hab¨ªa convertido en un caos. En medio de la confusi¨®n, uno de los autobuses de La Coru?a colision¨® frente al estadio con un veh¨ªculo de la Polic¨ªa Municipal.
Los chichones del granizo
Si el Deportivo hubiese perdido, el ambiente no ser¨ªa menos desangelado en la estaci¨®n de Chamart¨ªn. Los hinchas llegaban empapados, tristes y algunos mostrando incluso los chichones que les hab¨ªan causado las enormes piedras de granizo ca¨ªdas. Media hora antes de la salida, la mayor¨ªa de los 1.200 Riazor Blues se hab¨ªa metido ya en los trenes y descansaba en las literas. En la cantina del tren, que horas antes parec¨ªa un campo de batalla, algunos dormitaban sobre, las mesas y otros se paseaban en calzoncillos o envueltos en las mantas de Renfe. Hasta hab¨ªa desaparecido gran parte de la parafernalia blanquiazul que lo decoraba todo a la salida deLa Coru?a."Para una vez que llueve en Madrid, nos toca a nosotros" se lamentaba un chaval que se hab¨ªa colado en el tren tras perder su autob¨²s. "Como si no nos llegara con la lluvia que tenemos en casa", concluy¨®. "Por lo menos, les inundamos el Bernab¨¦u", respondi¨® otro joven al que la polic¨ªa acababa de, llamar la atenci¨®n para que no se pasease desnudo por los vagones. Nadie quer¨ªa ni o¨ªr hablar de volver ma?ana a Madrid, aunque el viaje y la entrada sean gratis, como prometi¨® el presidente deportivista, Augusto C¨¦sar Lendoiro. Algunos hablaban como si la final de Copa fuese ya un episodio cerrado por culpa de la maldita tormenta de junio. Y el tono de los comentarios sub¨ªa violentamente cada vez que alguien recordaba el penalti a Manjar¨ªn, la otra gran desgracia de la noche.
Era tal el desconsuelo que un adolescente que visitaba por primera vez la capital y s¨®lo hab¨ªa tenido tiempo a conocer la estaci¨®n, la plaza de Castilla y el estadio, se permiti¨® proclamar en voz alta: "!Qu¨¦ feo es Madrid!". Los dem¨¢s asintieron en silencio.
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