La crisis de la desgana
Gonz¨¢lez acept¨® el cese del vicepresidente el mi¨¦rcoles a las diez de la ma?ana
Ha sido la crisis de la desgana. La de m¨¢s larga gestaci¨®n para el resultado m¨¢s corto. Felipe Gonz¨¢lez no lo ha ocultado ni en el remate. Tras el Consejo de Ministros del viernes, de poco m¨¢s de una hora de duraci¨®n, se acerc¨® al ministro para las Administraciones P¨²blicas, Jer¨®nimo Saavedra, y le pregunt¨® si quer¨ªa ser ministro de Educaci¨®n.Saavedra le respondi¨® lo habitual en estos casos: "Lo que tu digas, presidente". A continuaci¨®n se dirigi¨® al titular de Educaci¨®n, Gustavo Su¨¢rez Pertierra, y le dijo: "Saavedra quiere ser ministro de Educaci¨®n. ?Querr¨ªas ser ministro de Defensa?". La respuesta fue similar a la de Saavedra. Con el compromiso conseguido la v¨ªspera por la noche de Joan Lerma, la crisis estaba rematada.
Pero la parte decisiva, la hab¨ªa zanjado Gonz¨¢lez 48 horas antes. El mi¨¦rcoles, reci¨¦n regresado de Cannes donde hab¨ªa asistido a la ¨²ltima cumbre europea presidida por Francia, cit¨® a Narc¨ªs Serra a las 10 de la ma?ana para desayunar, lo que oblig¨® al vicepresidente del Gobierno a liquidar en menos de media hora la reuni¨®n de la Comisi¨®n de Subsecretarios que ha presidido religiosamente, todos los mi¨¦rcoles, desde marzo de 1991.
En una conversaci¨®n de hora y media, Gonz¨¢lez comunic¨® a Serra la decisi¨®n de aceptar su dimisi¨®n presentada, como posibilidad, 15 d¨ªas antes, el 13 de junio, al regreso de Colombia del vicepresidente, y un d¨ªa despu¨¦s de estallar el esc¨¢ndalo de las escuchas telef¨®nicas. Despu¨¦s se lo comunic¨® al ministro de Defensa, Juli¨¢n Garc¨ªa Vargas, que le hab¨ªa presentado la dimisi¨®n el mismo d¨ªa que Serra y la reiter¨® dos d¨ªas despu¨¦s, cuando acudi¨® a informar sobre el esc¨¢ndalo a la Comisi¨®n de Secretos Oficiales del Congreso.
Serra tard¨® algo m¨¢s de dos horas en comunic¨¢rselo a sus colaboradores. Lo hizo en torno a las dos de la tarde. El vicepresidente sab¨ªa que tanto sus colaboradores como la secretaria general de la Presidencia, Rosa Conde, preparaban los borradores del discurso que Felipe Gonz¨¢lez ten¨ªa que leer ante el pleno del Congreso al d¨ªa siguiente, jueves, para explicar el esc¨¢ndalo del Cesid.
Una gran laguna del discurso, para sus redactores, consist¨ªa en c¨®mo responder a la pregunta formulada desde la oposici¨®n, los aliados nacionalistas y el propio partido sobre las responsabilidades pol¨ªticas. Serra les facilit¨® el trabajo cuando les comunic¨® que Gonz¨¢lez hab¨ªa aceptado su dimisi¨®n y la de Garc¨ªa Vargas. Rosa Conde, que asist¨ªa desde su esca?o como diputada a los debates sobre el C¨®digo Penal, avisada por tel¨¦fono, abandon¨® disparada el palacio de la Carrera de San Jer¨®nimo. La secretaria general de la Presidencia dijo al salir: "La situaci¨®n ha cambiado y hay que cambiar el discurso"-
Gonz¨¢lez volvi¨® a reunirse por la tarde con Serra y Garc¨ªa Vargas para preparar su estrategia ante el pleno del d¨ªa siguiente. Barajaron la posibilidad de mantener en secreto la aceptaci¨®n de las dimisiones y jugar con la baza de la sorpresa ante el pleno del Congreso al d¨ªa siguiente. Pero, finalmente, optaron por hacerla p¨²blica esa misma tarde con el argumento contundente de que no deb¨ªa parecer una decisi¨®n arrancada por la oposici¨®n y los aliados nacionalistas durante el debate.
A las siete de la tarde del mi¨¦rcoles, 28 de junio, La Moncloa comunicaba oficialmente las dimisiones. Hab¨ªan pasado 16 d¨ªas desde que estall¨® el esc¨¢ndalo de las escuchas telef¨®nicas ilegales. Frente a un mar de presiones hasta de los aliados nacionalistas y del propio partido, Felipe Gonz¨¢lez se resist¨ªa a aceptar las dimisiones de Serra y Garc¨ªa Vargas. El presidente del Gobierno no quer¨ªa alterar su propio calendario: mantener la legislatura hasta octubre de 1996 y cambiar el Gobierno, en todo caso, despu¨¦s de la presidencia europea. En ning¨²n caso contaba con prescindir de Serra.
Ni siquiera dio su brazo a torcer cuando el jueves, 15 de junio, tres d¨ªas despu¨¦s de estallar el esc¨¢ndalo, la comisi¨®n permanente del PSOE, a la que convoc¨® a un almuerzo en la Moncloa, defendi¨® mayoritariamente la asunci¨®n de responsabilidades pol¨ªticas. Se la pidieron Alfonso Guerra, Txiki Benegas, Raimon Obiols, Francisco Fern¨¢ndlez Marug¨¢n, Ludolfo Paramio y Joan Lerma. S¨®lo se opuso Alejandro Cercas. Cipri¨¢ Ciscar no habl¨® y Joaqu¨ªn Almunia consider¨® que la baza de las dimisiones la deb¨ªa utilizar el presidente del Gobierno a su conveniencia.
Tras la reuni¨®n, Gonz¨¢lez se qued¨® en un mar de dudas. Pero decidi¨® esperar. Ten¨ªa un argumento para hacerlo. Hab¨ªa encargado el 13 de junio a Serra y Garc¨ªa Vargas una investigaci¨®n interna sobre el esc¨¢ndalo y su alcance, que tardar¨ªa unas dos o tres semanas en finalizar. Fue su respuesta, un tanto irritada, a la presentaci¨®n de las dimisiones de Serra y Garc¨ªa Vargas.
El ministro de Defensa se la plante¨® de manera contundente. El vicepresidente la matiz¨®. La situ¨® como una posibilidad que ofrec¨ªa a Felipe Gonz¨¢lez entre otras. Serra la dejaba en manos de Gonz¨¢lez en funci¨®n de su conveniencia, sin olvidar que su continuidad pod¨ªa servirle de parapeto al presidente a la vista de que la cadena de esc¨¢ndalos pod¨ªa continuar, tras su dimisi¨®n, ante el descontrol del material presuntamente sustra¨ªdo por el ex responsable de operaciones especiales del Cesid, coronel Juan Alberto Perote.
El 21 de junio, mi¨¦rcoles, Serra comparece en el pleno del Congreso para ofrecer explicaciones. Hab¨ªa dedicado una semana a prepararlo en compa?¨ªa de Garc¨ªa Vargas y con aportaciones del director dimisionario del Cesid, Emilio Alonso Manglano. La dura reacci¨®n del Partido Popular no le sorprendi¨®. El vicepresidente lleg¨® vacunado al pleno. El momento m¨¢s amargo ya lo hab¨ªa pasado la semana anterior, cuando comprob¨® que numerosos miembros del PSOE hab¨ªan pedido su dimisi¨®n.
"Lo peor es cuando te fallan los tuyos", coment¨® Serra a sus m¨¢s pr¨®ximos, cuando conoci¨® el ambiente que se respiraba en el Grupo Socialista. Tambi¨¦n recibi¨® llamadas de solidaridad que le aliviaron: de Ram¨®n J¨¢uregui, Joaqu¨ªn Leguina, Mar¨ªa Antonia Mart¨ªnez, Cipri¨¢ Ciscar, Pasquall Maragall y Joaqu¨ªn Almunia. Incluso, algunos guerristas conocidos, como el diputado murciano Jorge Novella y el extreme?o Francisco Fuentes le felicitaron por su intervenci¨®n y aguante en un pleno tan duro.
Pero el pleno del d¨ªa 21 marc¨® un importante punto de inflexi¨®n en la crisis. El portavoz de Convergencia? Uni¨® (CiU), Josep L¨®pez de Lerma, sorprendi¨® a Gonz¨¢lez con un duro ataque al Gobierno y le exigi¨® responsabilidades pol¨ªticas. El pacto de estabilidad con CiU corr¨ªa aut¨¦ntico riesgo. Esta cuesti¨®n fue m¨¢s decisiva para Gonz¨¢lez que las presiones ode su propio partido a la hora de aceptar las dimisiones.
La decisi¨®n definitiva se sit¨²a tres d¨ªas despu¨¦s, el 24 de junio, s¨¢bado. Ese d¨ªa almuerza con Jordi Pujol en La Moncloa. El presidente de la generalitat de Catalu?a le pide responsabilidades pol¨ªticas por el esc¨¢ndalo y que defina el horizonte electoral. Pujol cree que es la ¨²nica manera de rebajar la presi¨®n y pasar razonablemente el semestre de la presidencia europea. Esa noche, Gonz¨¢lez cena con el ministro de Asuntos Exteriores, Javier Solana, y le apunta que aceptar¨¢ las dimisiones. Se lo confirma el mi¨¦rcoles, a su regreso de Cannes, a Serra y Garc¨ªa Vargas, aunque el domingo ya lo apunt¨® en la localidad francesa en un encuentro con periodistas. Narc¨ªs Serra y Juli¨¢n Garc¨ªa Vargas ya contaban con ello.
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