No fue una cl¨¢sica
El italiano Baldato, al 'sprint', se impone en una etapa que se preve¨ªa dura por la lluv?a de los primeros kil¨®metros
Indur¨¢in dio la orden de salida: "Veo bien una Regada al sprint". Y la hubo. Sin novedad. Era el supuesto m¨¢s favorable, porque la jornada amaneci¨® tormentosa y los, espa?oles bajaban la cabeza para no verlo. Agua, fr¨ªo, viento y m¨¢s de 200 kil¨®metros por carteteras sin descanso, un mal presagio si andas por el norte de Europa. ?Cu¨¢l era el temor ayer? Los culogordos.Los culogordos son los belgas y los holandeses, algunos italianos y desde luego alg¨²n franc¨¦s. Los culogordos son mano de obra cualificada, los corredores de las cl¨¢sicas, especialistas como ninguno en convertir la tempestad en un aliado. "Si a los culogordos les da por dar la batalla nos van a crear, problemas", dec¨ªa un director espa?ol. Nadie desea una cl¨¢sica como aperitivo. Mucho mejor es darle rienda a los sprinters porque su trabajo es no s¨®lo m¨¢s refinado sino, sobre todo, breve.
El temor persistir¨¢ algunos d¨ªas m¨¢s. Los directores calibran que hay peligro hasta Lieja, no s¨®lo porque belgas y holandeses act¨²en en su terreno y cerca de su patria sino porque no tienen material humano para fijarse otros objetivos. Alpe D'Huez se les ha hecho muy grande a los holandeses desde que se jubilaron Rooks y Theunisse. El norte es su ¨²ltimo reducto, su peque?a, tierra de conquista, m¨¢xime si el tiempo les acompa?a. Y eso quiere decir que necesitan, lluvia, viento, y fr¨ªo, un men¨² invernal para crear un infierno a peque?a escala. Eso es una cl¨¢sica, toda una guerra resumida en cinco horas.
Pero no hubo infierno. El clima se qued¨® quieto. Las nubes se limitaron a ser parte del decorado, luego de que hab¨ªan estado descargando a primera hora de la ma?ana. El arranque del Tour se hizo m¨¢s suave del previsto, al mando el pelot¨®n del Castorama, que custodiaba a su flamante l¨ªder, Jacky Durand. La calma propici¨® algunas maniobras de sal¨®n y los directores respiraron al ver que todo marchaba bajo control: ning¨²n movimiento extra?o salvo en las cercan¨ªas de los cuatro puertos de cuarta categor¨ªa y las tres metas volantes. Los culogordos no aparecieron. La jornada se limit¨® a un salto sin consecuencias de Corn?llet y una escapada larga pero leve de Dekker. Cuando se hizo necesario se lo comieron de un bocado, como previo paso al sprint.
A la recta final el pelot¨®n lleg¨® coligado. El Castorama hab¨ªa cumplido su objetivo, el, ONCE hab¨ªa echado una manita entre medias, como el Lotto, el Mercatone Uno y hasta el propio Banesto. A eso se le llama un civilizado reparto de tareas para que nadie se sienta especialmente discriminado. Indur¨¢in tom¨® la precauci¨®n de costumbre que no es otra que huir del peligro hacia delante: no hay mejor ant¨ªdoto para evitar las ca¨ªdas que ponerse en cabeza del pelot¨®n. Finalmente, un minuto de televisi¨®n para Chiappucci, que provoc¨® un salto menor en las proximidades de la meta. No deja de ser meritorio el car¨¢cter de un corredor, que se resiste a pasar de sapercibido: Chiappucci se las ha ingeniado para que se siga hablando de ¨¦l.
Y el acto final, el deseado sprint. Hab¨ªa cierto temor al uzbeco Abduyap¨¢rov porque hay m¨¢s de uno que piensa que est¨¢ lo suficientemente desesparado (no ha ganado nada este a?o) como para provocar una situaci¨®n peligrosa si de ello puede sacar provecho. Abduyap¨¢rov entr¨® en escena tarde y la victoria estuvo en -un mano a mano entre Baldato y Jalabert. La ¨²ltima recta descansaba sobre una pendiente y esa dificultad cambi¨® algunos papeles: Nelissen y Cipollini se ausentaron de la subasta. As¨ª que Jalabert se vio ante un imprevisto porque su fuerte est¨¢ en los sprints que se disputan despu¨¦s de la monta?a, cuando buena parte de sus competidores. han regresado a casa. No tuvo suerte y Baldato se llev¨® la prirnera victoria. Los sprinters se impusieron a los culogordos. Pero nadie se f¨ªa: hace mal tiempo y, no lo olvidemos, estamos en el norte.
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