Mortier 'pincha' con 'El caballero de la rosa'
Abucheos la noche en que Lorin Maazel se med¨ªa con la sombra de Karajan
"Es el primer fiasco en la etapa de novedades esc¨¦nicas y musicales iniciada por el actual director del Festival de Salzburgo, G¨¦rard Mortier". La opini¨®n de un asiduo al festival de verano m¨¢s importante resume el efecto producido por El caballero de la rosa, estrenada el domingo en la ciudad austriaca. La ¨®pera m¨¢s popular de Richard Strauss, casi un himno en este festival, se presenta en una fr¨ªa producci¨®n dirigida por el escen¨®grafo Herbert Wernicke, que fue abucheado, y con las irregulares actuaciones de la soprano Cheryl Studer y del megal¨®mano director Lorin Maazel, el primero en atreverse con este t¨ªtulo y en este festival despu¨¦s de Karajan.
Cheryl Studer, la cantante que, afectada por una intoxicaci¨®n intestinal, huy¨® despavorida de Madrid la temporada pasada dejando plantados al teatro de la Zarzuela y a Alfredo Kraus d¨ªas antes de la primera funci¨®n de La Traviata, demostr¨® en Salzburgo su buen gusto como int¨¦rprete, aunque no su sentido del humor. Con una voz c¨¢lida y cercana, adecuada para papeles tanto de coloratura como l¨ªrico-dram¨¢ticos, sali¨® airosa en los pasajes m¨¢s sentimentales del complej¨ªsimo papel de la princesa en El caballero de la rosa. Pero Studer carece de vis c¨®mica, y se notaba su incomodidad dentro de la chispeante intriga urdida por Hugo von Hofmannsthal.El cuento de la princesa que env¨ªa a su joven amante, Octaviano, para que le entregue a Sof¨ªa la rosa de pedida matrimonial en nombre del tosco bar¨®n Ochs, con el consiguiente enamoramiento del emisario y Sof¨ªa, la ira del bar¨®n y la renuncia de la princesa a su amante para que triunfe la pasi¨®n m¨¢s pura y juvenil, tiene en Salzburgo un ilustre historial. Desde su estreno en Dresde en 1911, eminentes int¨¦rpretes de todo el mundo han afrontado como un reto los papeles femeninos de la princesa, Octaviano y Sof¨ªa, altern¨¢ndolos algunas, como Lisa della Casa o Christa Ludwig, a medida que evolucionaba su estilo vocal. En el personaje de la princesa, la reina de Salzburgo fue durante a?os la genial, Elisabeth Schwarzkopf, cuya leyenda de melanc¨®lica sonrisa convierte a Studer en una aplicada matrona.
Tronante direcci¨®n
Tanto Ann Murray (Octaviano) como Heidi Grant Murphy (Sof¨ªa) interpretaron su parte con mayor comprensi¨®n del personaje y dominio esc¨¦nico que Studer, aunque sin el carisma de ¨¦sta. La potencia vocal de Murray logr¨® sobrepasar la tronante direcci¨®n de Lorin Maazel. A Grant Murphy, de voz muy bonita pero peque?a, a veces apenas se la escuchaba, de lo que no parec¨ªa percatarse el director, preocupado en hacer filigranas con la batuta de cara a la millonaria galer¨ªa.
Incapaz de dejar a la m¨²sica respirar, los buenos aficionados de Salzburgo no perdonan la actuaci¨®n de Maazel, sobre todo compar¨¢ndola con la verdadera elegancia del fallecido Karajan o la sostenida musicalidad de Carlos Kleiber en Viena en su reciente Caballero de la rosa. ?pera larga, que mezcla el ingenio, la ternura, la iron¨ªa, el romanticismo y la sensualidad en un libreto soberbio -sorprende la escasez de germanos en este reparto, dada la importancia de la palabra-, Maazel no parece haber tenido muy presente la clave que Richard Strauss dej¨® escrita para interpretarla: "Suave, de tiempos fluidos, sin propulsar a los cantantes al ametrallamiento del texto. En una palabra: Mozart, no Lehar".
Afortunadamente, el gran m¨²sico que pese a todo es Lorin Maazel supo aflojar en los grandes, momentos, como el mon¨®logo de la princesa al final del primer acto, cuando este personaje, que tiene 32 a?os, se lamenta de que su belleza ya est¨¢ declinando y se prepara para renunciar a su joven amante; tambi¨¦n le sac¨® partido al portentoso tr¨ªo del acto final, una de las cimas de la m¨²sica de Strauss. A la con tenci¨®n e intensidad de estos fragmentos contribuy¨® el buen hacer de Cheryl Studer y, como siempre, la extraordinaria capacidad de los m¨²sicos de la Filarm¨®nica de Viena.
Fugas
El hecho de que hubiera momentos en que a los cantantes se les oy¨® d¨¦bilmente el domingo pudo deberse, aparte de a Maazel, a las fugas creadas por los paneles abiertos de espejos del decorado. En ellos se reflejan interiores palaciegos de corte rococ¨®, pero ni siquiera as¨ª logra evitar el escen¨®grafo Herbert Wernicke la asepsia de es tilo internacional de su monta je. Detalles de pretendido ingenio como unos figurantes con dos perros afganos, un loro o una serpiente, o los fot¨®grafos que disparan sus flases, suenan a ya visto, y tampoco hizo gracia la burda imitaci¨®n de uno de los secundarios de Pavarotti, sec¨¢ndose la frente con un pa?uelo.
La escenograf¨ªa s¨®lo cobr¨® sentido y se convirti¨® en sencillez de gran teatro en la escena final, cuando la pareja se queda sola. Desaparecen entonces las im¨¢genes rococ¨®, y los espejos se cierran de modo que el p¨²blico, la gente, se pueda reflejar en ellos para sellar, el c¨ªrculo protector en torno a los dos j¨®venes amantes. Tambi¨¦n se reflejaron los m¨²sicos y el director Lorin Maazel, quien, quiz¨¢ observ¨¢ndose con tremendo susto, par¨® sus filigranas para dejar que la m¨²sica fluyera tan libremente como sobre la escena se entregaban Octaviano y Sof¨ªa.
En casa de Strauss
Con el papel de la Princesa, Cheryl Studer contin¨²a una afici¨®n por el compositor alem¨¢n Richard Strauss (1864-1949) que viene de antiguo. La cantante norteamericana habla muy bien el alem¨¢n, que estudi¨® en Viena, y ha interpretado papeles de Strauss como Chrysothemis y Salom¨¦, y obras como las Cuatro ¨²ltimas canciones. Con el fin de prepararse El Caballero de la Rosa, Studer visit¨® la casa del compositor en Garmisch, Baviera, adonde retorn¨® desde Suiza en 1948, meses antes de su muerte.Studer fue all¨ª para captar la atm¨®sfera del lugar en el que compuso sus ¨²ltimos trabajos, y le sorprendi¨® que en la casa sigan viviendo miembros de la familia Strauss. Se dio cuenta de, seg¨²n ha declarado la cantante en una entrevista con Alan Blyth que el ambiente de. la zona produce una sensaci¨®n de tiempo detenido que debi¨® afectar a Strauss y su m¨²sica. "Tengo esta sensaci¨®n especialmente cuando canto Im abendrot (de las Cuatro ¨²ltimas canciones): un sentido de la vida y la muerte. Esa visita, y mi intenso estudio de El Caballero de la Rosa, se han combinado para acercarme a Strauss".
La Princesa es el s¨¦ptimo papel importante de Strauss que interpreta Studer. "Deseo can tarlo desde los 16 a?os, cuando o¨ª la grabaci¨®n de Elisabeth Schwarzkopf", a?ade. "Me indentificaba ya con este personaje, aunque no comprendiera su sentido.Strauss cre¨® el perfecto papel femenino."
Babelia
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