El cocherito lere
Todo pasa. Quienes cre¨ªan que las vacaciones no se acabar¨ªan jam¨¢s, dentro de unos d¨ªas habr¨¢n de asumir la realidad del retorno inexorable. Quienes cre¨ªan que Madrid, medio vac¨ªo, su circulaci¨®n fluida, sus aceras expeditas, ya era jauja de aqu¨ª a la eternidad, se encontrar¨¢n dentro de una semana con el regreso de los otros ilusos, los veraneantes morenos de sol y playa, y todo volver¨¢ a ser el horario, el trabajo, el atasco, la aglomeraci¨®n, el agobio de siempre. Sic transit gloria mundi (que significa que si te. has pasado un mes pagando alegremente con la visa, al volver el banco te reclama el dinero sin faltar peseta, ?rayos!).Y vendr¨¢ tambi¨¦n la Liga. A menos de semana y media ya estar¨¢ rodando el bal¨®n y se pondr¨¢ de los nervios la barriada donde hay estadio y dan partido. Ocurre igual con los toros. Cada domingo y fiesta de guardar, con mayor motivo si se celebra feria -la de oto?o tampoco est¨¢ lejana-, la viecindad de Las Ventas entra en estado pr¨®ximo a la catalepsia,
Uno siempre se ha preguntado qu¨¦ derecho tienen los aficionados al f¨²tbol y a los toros, con ellos los fan¨¢ticos de los conciertos populares, a secuestrar el barrio entero donde se celebra el espect¨¢culo. Lo secuestran no andandito en paz y armon¨ªa, como corresponde a las gentes de bien, sino llegando all¨¢ con sus coches, estacion¨¢ndolos en cualquier parte, montando un atasco monumental que deja el barrio incomunicado durante horas.
La relaci¨®n de dependencia entre el coche y los aficionados al f¨²tbol y a los toros (valgan como paradigma de la clientela adicta a los espect¨¢culos de masas) a¨²n no ha sido suficientemente estudiada por la ciencia. Para qu¨¦ necesitan el coche los aficionados al f¨²tbol y a los toros constituye un misterio.
Se sabe, s¨ª, que, s¨ª les dejar¨¢n, entrar¨ªan con el coche hasta el mism¨ªsimo grader¨ªo y lo aparcar¨ªan pegadito a la localidad, seguramente con la intenci¨®n de poder pasarle de cuando en cuando amorosamente la mano por los lom¨®s, que llaman carrocer¨ªa. Otros autores disienten y creen que ni siquiera querr¨ªan bajar de coche: presenciar¨ªan desde dentro el espect¨¢culo, con buena provisi¨®n de pipas, cuyas c¨¢scaras tirar¨ªan por la ventanilla.
Cualquiera es capaz de comprender que si el campo de f¨²tbol o la plaza de toros se encontrar¨¢n en el monte, los aficionados precisar¨ªan del coche al objeto de llegar all¨¢ en el tiempo debido y sin detriniento de su integridad f¨ªsica. Pero encontr¨¢ndose no s¨®lo dentro del casco urba no, sino en su propio cogollito, con amplio servicio de metro y autobuses, incluso muchas veces a tan cercana distancia que hasta merecer¨ªa un paseo relajante e higi¨¦nico, esa necesidad vital del coche es imposible de entender.
Poca importancia tendr¨ªa esta extra?a adicci¨®n, sin embargo, si no fuera porque holla unos derechos ciudadanos inalienables. Que jueguen el Madrid o el Atl¨¦tico, o que toree Martinete una de Veragua, no son motivos. suficientes para qu¨¦ la ciudadan¨ªa haya de perder el sosiego; para que una fracci¨®n importante del parque automovil¨ªstico invada sus calles y sus aceras; para que la barriada entera se llene de ruidos y de humos.
Consultados el C¨®digo de Circulaci¨®n, las ordenanzas municipales, la Constituci¨®n Espa?ola, el Aranzadi, el Cossio, el reglamento de f¨²tbol comentado por don Pedro Escart¨ªn, no se encuentra en sus respectivos textos art¨ªculo ni nota marginal alguna donde diga que los automovilistas tienen bula para dejar el coche donde les venga en gana si van al f¨²tbol o a los toros. Tampoco dice que, donde haya campo de f¨²tbol o plaza de toros, los habitantes en diez kil¨®metros a la redonda perder¨¢n sus derechos ciudadanos los d¨ªas que se celebre corrida o partido desde una hora antes de su comienzo hasta dos despu¨¦s, y lo que cuelgue, si hay pr¨®rroga o toros al corral.
De donde se deduce que los d¨ªas de partido y de corrida impera en Madrid la ley de la selva; que. unos ciudadanos abusan y otros han de aguantarse; que la autoridad. est¨¢ formada por una partida de irresponsables e incompetentes, y se llama andana.
Apenas falta una semanita larga para el retorno de estos usos y costumbres, que se perpetran desde la impunidad. Pero la paciencia de quienes los padecen no va a ser eterna. La rebeli¨®n ciudadana se acerca. Y as¨ª -como el Sevilla y el Celta han conseguido mantenerse en Primera ech¨¢ndose a la calle, las vecindades de Las Ventas, Chamart¨ªn y Arganzuela har¨¢n lo mismo, s¨®lo que cogiendo por el fondillo los coches y meti¨¦ndolos en las canchas o en el ruedo, seg¨²n los casos. Y a ver qu¨¦ pasa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.