Aparicio no corta orejas
Indarte / Apa?cio, Barrera, RiveraToros de Gim¨¦nez Indarte, bien presentados, flojos, sospechosos de pitones.
Julio Aparicio: silencio y palmas. Vicente Barrera: ovaci¨®n y oreja. Rivera
Ord¨®?ez: oreja y dos orejas.
Plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes, 30 de agosto. 5? corrida de feria. Lleno.
EMILIO MART?NEZ
Un Julio Aparicio nada inspirado y lejos del coletudo deslumbrante que alcanza a ser en otras ocasiones, bati¨® ayer el triste r¨¦cord de ser el ¨²nico espada de la amable feria del, San Sebasti¨¢n de los Reyes que no lucr¨® ni un solo trofeo. La cuesti¨®n no es balad¨ª ni insignificante, qui¨¢, ya que hasta hoy los 1-2 toreros que han hecho el paseillo cortaron un total de 26 orejas y se ganaron el derecho de salir a hombros tras echar en sus correspondientes escri?os un m¨ªnimo de dos cada tarde. En definitiva, ya hay que estar mal para no abrir la puerta grande de La Tercera. Y no es que Aparicio estuviera rematadamente mal; lo que estuvo en vulgarote, aburrido y plano, algo que en el caso de un torero de arte es. p¨¦simo. Y mira que lo tuvo a huevo, como sus dos compa?eros de terna, con una corrida blandita, despachada con un. picotacito y cuatro banderillas como mucho a cada burel, tontona y escasamente ofensiva de pitones; con un p¨²blico facilongo, y con la ya sabida debilidad del us¨ªa por practicar la elegancia social del regalo (orejil).
Pues ni a¨²n as¨ª. Ya que Aparicio esturre¨® pases por todo el ruedo detr¨¢s de su enemigo inicial y pespunte¨® lev¨ªsimos rel¨¢mpagos de arte en el cuarto, en una labor ramplona que levant¨® algunas ovaciones, pero que como todo lo light se disolvi¨® en el recuerdo una vez terminada.
S¨ª se apunt¨® a la rutina triunfal Rivera Ord¨®?ez, con rabia novilleril, ganas de comerse el mundo , y, sobre todo, torero, muy torero. Veronique¨® embraget¨¢ndose con pasi¨®n y enjundia, siempre ganando terreno, y le sac¨® las pocas suertes que tenla con la franela, siempre con el secreto de la ligaz¨®n, siempre con la plusval¨ªa de la ortodoxia y el clasicismo en el que destacaron sus monumentales pases de pecho con que cerr¨® las series de redondos y naturales. Barrera anduvo a medio camino de ambos, y s¨®lo se gan¨® una oreja con su amanoletado toreo de vitola personal y quietud. Hubo en sus dos faenas una mezcolanza de regusto y empaque, siempre con su estilo, pero tambi¨¦n excesivos tiempos muertos y enganchones.
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