Polinesia francesa
Hace un a?o visitamos con mi esposa la Polinesia francesa. Nos llamaron la atenci¨®n dos cosas: la generosidad de la naturaleza, y la poca generosidad de la potencia colonial francesa para con el pa¨ªs y sus gentes. Las carreteras angostas y mal conservadas, el transporte p¨²blico tercermundista; con muchos colores y pocas comodidades, los polinesios viven en casas que est¨¢n a ambos lados de la l¨ªnea del chabolismo. Un d¨ªa en la isla de Moorea nos toc¨® presenciar casualmente el momento de ingreso de los ni?os en una escuela: el edificio no recib¨ªa mantenimiento desde hac¨ªa bastante tiempo, los chavales iban descalzos en su mayor¨ªa, y las madres que los acompa?aban, descalzas tambi¨¦n. En los d¨ªas que corren la pregunta surge espont¨¢neamente. ?Cu¨¢ntas carreteras, escuelas, zapatos, viviendas, etc¨¦tera, Francia podr¨ªa aportar a las islas y sus habitantes con los millones de francos que gastar¨¢ en explosiones at¨®micas en las islas?-
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