Dos irregulares pel¨ªculas europeas abren la competici¨®n oficial
Comienza el concurso con los f¨ªlmes de Hans Petter Moland y David Hayman
Las dos tienen en com¨²n su origen en pa¨ªses a contramano de los que habitualmente suministran el cine de consumo europeo, pero ah¨ª se terminan sus semejanzas. Zero grados Kelvin, del noruego Hans Petter Moland, es un absorbente y claustrof¨®bico duelo psicol¨®gico entre cazadores, perdidos en las inmensidades heladas de Groenlandia, a mediados de los a?os veinte. The near room es, en cambio, un fallido, truculento thriller escoc¨¦s firmado por David Hayman, que cuenta el descenso a los infiernos de la prostituci¨®n, la droga y la marginalidad de un periodista de sucesos, en un Glasgow fantasmal y nocturno. Dicen los responsables del festival que en la selecci¨®n oficial se esconden aut¨¦nticas maravillas, pero de momento no ha saltado a¨²n ninguna, aunque es cierto que estamos en los comienzos.
Poco se puede decir de The near room, como no sea lamentar que no discurra por los caminos que anuncia el prometedor comienzo y que se diluyen pronto en un tratamiento grandilocuente, lleno de golpes de efecto -no es el menor que el periodista, que fue padre a los 16 a?os y tuvo que abandonar a su hija, se vea necesitado de buscarla, s¨®lo para descubrir que es ciega... y prostituta- y un pretendido tono de denuncia social que pronto muestra sus dientes de pura a?agaza.En cambio, Zero grados Kelvin, a pesar de que le sobran por lo menos 20 minutos de sus casi dos horas, presenta una ambici¨®n mucho mayor, adem¨¢s de un pulso considerablemente m¨¢s seguro de su director, Moland, en la que es s¨®lo su segunda pel¨ªcula. Basada en una novela parcialmente autobiogr¨¢fica del dan¨¦s Peter Tutein, cuenta la vida de tres cazadores. Uno es un cori¨¢ceo, resentido ex marino, el otro es un cient¨ªfico que aprovecha su trabajo de caza para hacerlo compatible con sus investigaciones sobre animales y el tercero, el centro del relato, es un poeta que se va al Norte helado s¨®lo por una temporada.
Los conflictos estallan muy pronto, lo que sirve para entender, por ejemplo, el escaso inter¨¦s de Moland por la espectacularidad a que el trabajo de sus personajes pod¨ªa inducir: de hecho, el filme es un sobrio, duro drama claustrof¨®bico, casi todo ¨¦l desarrollado entre las cuatro paredes de una helada caba?a. Resulta un tanto redundante la continua invocaci¨®n a la vida dejada atr¨¢s, a la posible infidelidad de la novia del joven protagonista, objeto de los envenenados dardos del desenga?o del curtido marino. Para cuando el drama entre ambos se catalice, ya el respetable se huele casi todo lo que la confesi¨®n del cazador cuenta.
Puesta en escena
Pero en cambio el filme se demuestra s¨®lido en lo que a la puesta en escena se refiere y, en buena ley dram¨¢tica, no escatima argumentos para su correcta definici¨®n, por mucho que algunos de ellos puedan sonar pol¨ªticamente muy incorrectos: lo que aqu¨ª se dice de las mujeres puede sonar muy poco adecuado para o¨ªdos feministamente ortodoxos.Zabaltegi, por su parte, fue el espacio en que se dio a conocer A propos de Nice. La suite, una revisitaci¨®n homenaje a uno de los documentales m¨¢s justamente famosos de la historia del cine, A propos de Nice (1930), del franc¨¦s Jean Vigo, cuya materia prima es actualizada a varias voces por peque?os episodios aislados obra de ocho cineastas, de inter¨¦s y calidad dispares. Este cronista admir¨® sobre todo tres. En el primero, d¨¦ los iran¨ªes Abbas Kiarostami y Parviz Kimiavi, un sensible retrato de los lugares y la b¨²squeda de una superviviente del primer rodaje da pie a una reflexi¨®n sosegada, nada nost¨¢lgica, de los estragos del tiempo, per o tambi¨¦n de la pervivencia de las cosas. El segundo, del franco-chileno Ra¨²l Ruiz, es una muy inteligente utilizaci¨®n de los escenarios, de las promenades de la ciudad para situar en ellos una historia de amor tan surreal y divertida como las habituales en su cine. El tercero es obra de Costa Gavras y es el m¨¢s pol¨ªtico de todos. Sin otro acompa?amiento que su c¨¢mara, y con s¨®lo dos breves momentos de apertura y clausura en los que se oye el coro de los esclavos de Nabucco, Gavras filma un mitin electoral de Jean-Marie Le Pen. Y lo hace en primeros planos no tanto del l¨ªder -que tambi¨¦n-, sino sobre todo de sus correligionarios y votantes; y lo que el filme arroja no es otra cosa que una galer¨ªa de rostros tan inquietantes y patibularios como los de cualquier oficina de sheriff en el Oeste y sus inefables. carteles de "Se busca".
Babelia
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