Esperanzas y temores tras 30 d¨ªas de paz
Las heridas de cuatro a?os de guerra en los Balcans siguen sin cicatrizar
Treinta d¨ªas de paz apenas son un suspiro despu¨¦s de casi cuatro a?os de guerra. Nadie puede pretender que las profundas heridas sufridas hasta por el ¨²ltimo ciudadano de Bosnia-Herzegovina cicatricen de la noche a la ma?ana. Pero por primera vez, desde aquellos d¨ªas de abril de 1992, ha renacido la esperanza. Sarajevo, Mostar, Gorazde, han dejado de ser guetos aislados del resto del mundo por asedios medievales. Sus calles est¨¢n hoy m¨¢s pobladas que nunca. Hay avidez por respirar, ver la luz del d¨ªa o pasear tras tantos meses de vivir como topos. Todos los esfuerzos se encaminan a recuperar la normalidad. Los bares, restaurantes, comercios, bancos, se han apresurado a abrir sus puertas.Visitantes nunca vistos hasta ahora en Sarajevo recorren Con la cartera bajo el brazo los pasillos de hoteles y despachos del Gobierno bosnio. Muchos son norteamericanos. Vienen a hablar de reconstrucci¨®n y de dinero. Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional.... Otros han llegado para asesorar y preparar elecciones. Y los hay que no se sabe bien a qu¨¦ han venido. Negociantes, mercaderes de armas, asesores militares, esp¨ªas. De todo un poco. Sarajevo, es hoy una Babel por la que circulan los tipos m¨¢s insospechados.
La mayor¨ªa de sus habitantes probablemente no acaba: de cre¨¦rselo y tiene la sensaci¨®n de vivir un sue?o. Tal vez, pero la realidad es que los d¨ªas y las noches transcurren sin el estruendo de las bombas, ni el ruido de los disparos; que las carreteras ya no son propiedad de cualquier desalmado con un fusil, y, que se puede viajar, al menos te¨®ricamente, por todo el territorio bosnio.
Cambio de est¨¦tica
El acuerdo de paz establece una libertad de movimientos que las fuerzas de la OTAN est¨¢n encargadas de garantizar. He aqu¨ª otro cambio: la presencia militar internacional ha cambiado de est¨¦tica y, ojal¨¢, de ¨¦tica. El despliegue de un contingente de proporciones nada despreciables con capacidad de combate y no como simple espectador ha reconfortado a muchos ciudadanos, que nunca se sintieron protegidos por los cascos azules.
Es pronto para evaluar la eficacia de las fuerzas que se est¨¢n desplegando en Bosnia. Ahora es el momento de la aparatosidad de la llegada de los impresionantes tanques Abraham estadounidenses, de la construcci¨®n del pont¨®n sobre el r¨ªo Sava y de los largos convoyes militares que recorren los caminos de la maltrecha rep¨²blica ex yugoslava.
El optimismo de los l¨ªderes occidentales no puede hacer olvidar que en el conflicto de los Balcanes hay todav¨ªa importantes cuestiones. por resolver. Por una parte, aquellos contenciosos territoriales que se han dejado en manos de un "arbitraje internacional", porque los negociadores no pudieron llegar a un acuerdo, (el futuro de Gorazde o el corredor de Posavina). Por otra parte, el odio acumulado tras casi cuatro a?os de guerra y destrucci¨®n har¨¢ imposible durante largo tiempo la convivencia entre distintas nacionalidades, a pesar de lo que diga el acuerdo de Dayton (Mostar, la ciudad dividida entre croatas y musulmanes, es un claro ejemplo).
Pero el mayor reto que tiene ante s¨ª la comunidad internacional para la consolidaci¨®n de la paz en Bosnia-Herzegovina, por encima de otras cuestiones, es la depuraci¨®n de responsabilidades. En esta guerra se han cometido cr¨ªmenes execrables: una limpieza ¨¦tnica sin precedentes, violaci¨®n sistem¨¢tica de mujeres, campos de concentraci¨®n, matanzas de civiles inocentes, destrucci¨®n de ciudades y de todos los s¨ªmbolos de la identidad de los pueblos.
Todos estos cr¨ªmenes tienen unos responsables, con nombres y apellidos. Los hay de los tres bandos, pero no cabe ninguna duda de que los mayores criminales de la guerra bosnia est¨¢n en el bando serbio, empezando por sus l¨ªderes Radovan Karadzic y Ratko MIadic, contra los que el Tribunal Internacional de La Haya ha dictado orden de detenci¨®n. Mientras los culpables de tanta muerte sigan en libertad o, lo que es peor, en el poder, la paz estar¨¢ seriamente amenazada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.