Elogio del periodismo
El periodismo es como la segunda parte de aquel chiste verde: es una profesi¨®n que, cuando menos, te permite conocer gente. No tiene mucho m¨¦rito, porque pasa tambi¨¦n con otros oficios, como el de taquillera, vigilante de playa, conductor de autob¨²s, jurado, guardia de fronteras, etc¨¦tera. Hay un mandamiento, sin embargo, que cambia las cosas: dec¨ªa Eugenio Scalfari, el director del peri¨®dico italiano La Repubblica que periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente. Saben ustedes que en Espa?a el cumplimiento de esa frase se ha cambiado en los tiempos recientes, y aqu¨ª es notorio que el periodista le dice a la gente lo que a ¨¦l se le pasa por la cabeza. La profesi¨®n m¨¢s bella y m¨¢s abierta del mundo se ha puesto una orejera doble y ve con los dedos cruzados para que un buen hecho verificado no le desbarate una buena opini¨®n. Recordaba Juan Marichal esta semana que en Espa?a siempre ha habido menos opiniones que opinantes. No cabe duda de que esto -este af¨¢n por decir m¨¢s alto lo que algunos creen que es la verdad, la verdad que se dice dando un pu?etazo en la mesa- ha afectado a la calidad de la conversaci¨®n espa?ola. No existe demasiada preocupaci¨®n por esa parte de la calidad de la vida; al contrario, se estimula en nuestro pa¨ªs el insulto como la primera parte de un di¨¢logo; el lugar com¨²n, como argumentaci¨®n, y la descalificaci¨®n -ese tipo es un imb¨¦cil y no se hable m¨¢s- como punto de partida de cualquier juicio. Es el lenguaje de la grada, el que te permite agredir al ¨¢rbitro, despotricar del entrenador e insultar al jugador desafortunado. Siendo tan importante como un s¨ªmbolo nacional, el f¨²tbol es tambi¨¦n una met¨¢fora de esa situaci¨®n. A veces ocurren en ese ¨¢mbito cosas que tambi¨¦n son simb¨®licas de lo que le pasa al pa¨ªs. Por eso ha sido tan importante, desde hace al menos cuatro a?os, la irrupci¨®n de un hombre culto, buen lector, buen escritor, en el terreno de juego y en esos jugosos aleda?os repletos de conferencias de prensa, de declaraciones y de pol¨¦micas. Se trata de Jorge Valdano, que introdujo en la conversaci¨®n espa?ola, en la del f¨²tbol y en la otra, grados de sensatez y de respeto que eran ins¨®litas, en medio de un griter¨ªo enorme del que sal¨ªan beneficiados los que m¨¢s alto y con mayor vulgaridad se expresaban. En seguida se desat¨® una guerra contra ¨¦l, desde los micr¨®fonos, desde la prensa -le han acusado de todo, como si no tuviera ni rostro, ni dignidad, ni nombre- y desde la grada, donde se hizo lo obvio: como es sudaca le tildaron de sudaca y con esa palabra cruzaron de ¨¦sa y de otras bofetadas las paredes del estadio. La tautolog¨ªa en la que son tan expertos los imb¨¦ciles. En esa martirolog¨ªa que sufri¨® con tanta elegancia como silencio fue acompa?ado siempre por otro sudaca del banquillo ilustrado, Angel Cappa, que fue asimismo pim, pam, pum de los hombres del puro. Fueron arrincon¨¢ndoles, en el c¨¦sped por los del c¨¦sped y en el griter¨ªo por los gritones, no s¨®lo los resultados hicieron inevitable la despedida; para que quedara claro qui¨¦n ten¨ªa la palabra, fueron Cappa y Valdano los que hablaron para explicar el desenlace: los directivos no sab¨ªan c¨®mo decirlo; les faltaban las palabras. Gentes de las palabras -escritores, cantantes, amigos- se reunieron con ellos esta semana para recordarles hasta qu¨¦ punto este pa¨ªs precisa de gente as¨ª frente a los que amenazan ruido, contra la enfermedad de los opinantes y a favor de la conversaci¨®n.Buena gente. Fue una semana de homenajes y de cumplea?os, con mucha buena gente por medio. En el a?o en que la sombra de la enfermedad adelgaz¨®, seg¨²n ¨¦l, su tiempo, y le ense?¨® c¨®mo se bajan los pelda?os, Jos¨¦ Luis Sampedro celebr¨® su 79 cumplea?os estrenando sus propias palabras: est¨¢n en un libro que ha publicado Siruela y que se debe a Gloria Palacios. Lo presentar¨¢n Almudena Grandes y Luis Landero la pr¨®xima semana y constituye un recorrido riguroso y profundo por una vida que parece la del trotamundos predestinado a la escritura. Es una conversaci¨®n, en el sentido literal del concepto, pues los dos autores se han sentado uno frente al otro para saber m¨¢s, y para saber juntos, acerca de la vida de un testigo de este tiempo a quien la edad le ha dado la distancia suficiente como para terminar as¨ª sus confidencias: tras tantos anos, ?cu¨¢l es la raz¨®n principal para seguir viviendo? "Seguir haci¨¦ndome". Pero lo primordial, dice Sampedro, es "para qui¨¦n vivir". Para los otros, para los que nos necesitan, para hacemos con los otros. "Tal vez la muerte no ha querido acogerme sin haber aprendido yo esa lecci¨®n".
Maneras de conversaci¨®n, f¨¦rtil ejemplo de lo que nos depara el periodismo: conocer a gente as¨ª para poderlo contar.
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