El padre del martinete
Si hubo alguien predestinado fue Antonio Ruiz Soler (Sevilla, 1921), el sexto hijo, no deseado, de una familia muy humilde, profundamente marcada por el alcoholismo del padre. A los dos y tres a?os ya quer¨ªa bailar, pon¨ªa posturitas. A los cuatro encontr¨® un d¨ªa en el barrio a un organillero y se puso a bailar al son de la m¨²sica, y las monedas llovieron con una generosidad que el hombre del manubrio nunca antes hab¨ªa conocido; as¨ª que propuso al ni?o repetir la experiencia en d¨ªas sucesivos y compartir las ganancias. Al colegio fue muy poco, pero bail¨® mucho con la m¨²sica de Juan, el organillero. Se ve¨ªa tan dotado al ni?o para el baile, que a¨²n con la oposici¨®n paterna se plante¨® la conveniencia de que fuera a la academia del maestro Realito; como los padres no pod¨ªan pagar las tres pesetas semanales que costaba, la t¨ªa Ana corri¨® con el gasto. Y despu¨¦s, cuando iban a quitarle de recibir aquella ense?anza por no poder seguir coste¨¢ndola, el propio maestro la ofreci¨® gratuita, consciente del artista en ciernes que ten¨ªa en sus manos.Fue Realito quien le emparej¨® con otra de sus alumnas, y cuando comenzaron sus actuaciones p¨²blicas hab¨ªa que ponerles un nombre. Los Petits Sevillanitos, una cursilada. Despu¨¦s castellanizaron el nombre y se convirtieron en Los Chavalillos Sevillanos. Pero cuando se establecieron en Estados Unidos, ante la imposibilidad de que los americanos pronunciaran la palabra "chavalillos", optaron por el definitivo Rosario y Antonio.
En 1952 se produce la separaci¨®n de Rosario y Antonio, despu¨¦s de trabajar juntos 22 a?os. Para entonces hab¨ªan logrado las m¨¢s altas cimas del ¨¦xito en su arte. En Espa?a, desde su deb¨² en el teatro Fontalba de Madrid el 27 de enero de 1949, el p¨²blico se les entrega sin reserva alguna. Hab¨ªan sido programados siete recitales y tuvieron que dar 54, a lleno diario y con los precios por las nubes.
Pero era evidente que su trabajo juntos se hac¨ªa imposible por lo conflictivo de su relaci¨®n personal. Los altercados eran constantes y virulentos. Actuando en el teatro Champs Elys¨¦es de Par¨ªs la reyerta trascendi¨® al p¨²blico y salieron del edificio escoltados por los gendarmes. Con la separaci¨®n terminaba una etapa fundamental en la historia del baile espa?ol y flamenco; sus carreras las seguir¨ªan en adelante cada uno en solitario.
Aquel a?o de la ruptura, 1952, cuando Antonio est¨¢ ya planeando la formaci¨®n de una nueva compa?¨ªa con ¨¦l solo en la cabecera de cartel, Edgar Neville le llama para que participe en su pel¨ªcula Duende y misterio del flamenco, para la que le pide algo nuevo, in¨¦dito. Antonio crea el martinete, que nunca antes hab¨ªa sido bailado y que ¨¦l interpreta en la ¨²ltima secuencia de la pel¨ªcula, con el marco incomparable del tajo de Ronda. Antonio hizo una creaci¨®n del martinete espectacular y fulgurante. Demostr¨® que en flamenco casi todo se puede bailar, y desde luego los estilos a palo seco, sin acompa?amiento de guitarra, y que en el arte de zapateado no hab¨ªa habido, quiz¨¢, nadie tan virtuoso como ¨¦l.
En aquel a?o y los siguientes Antonio desarrolla probablemente su m¨¢s f¨¦rtil etapa de creaci¨®n, pues es constante el estreno de nuevos t¨ªtulos o la recuperaci¨®n de otros que ya hab¨ªa bailado con Rosario. En sus programas conviven distintas formas de la danza espa?ola, como el cl¨¢sico, el folclore y el flamenco, y en todas deja constancia de su genio.
Antonio fue un ¨ªdolo sin parang¨®n posible en sus a?os de m¨¢ximo apogeo. Se codeaba con las primeras personalidades del arte universal, con personalidades de la realeza, de la aristocracia, era personaje frecuente en las revistas del coraz¨®n, le atribu¨ªan idilios de la m¨¢s variopinta naturaleza. Fue uno de esos raros seres, en fin, que conviven en s¨ª mismos con la frivolidad y el genio sin ning¨²n trauma interior aparente.
Sin embargo, no todo fue felicidad para el bailar¨ªn. Al margen de sus problemas de tantos a?os con Rosario, ¨¦l siempre subray¨® la faceta ingrata de su profesi¨®n: "Nunca he bailado tan bien como cuando estaba triste". En 1979 Antonio dej¨® de bailar. En 1981 le encomendaron la direcci¨®n del Ballet Nacional de Espa?a, que fue su ¨²ltimo trabajo profesional.
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