El profesorado despu¨¦s de la LRU
La controvertida Ley de Reforma Universitaria (LRU), promovida en 1983 por el primer Gobierno socialista, am¨¦n de otorgar amplias competencias en materia de autonom¨ªa universitaria (largamente anheladas y reclamadas en algunos casos), consagr¨® el modelo del profesor de universidad como un funcionario p¨²blico del Estado. El texto legal introdujo importantes modificaciones en el mecanismo de selecci¨®n del profesorado, cuyas categor¨ªas se redujeron a dos: profesor titular y catedr¨¢tico. La ley contempla que las universidades puedan seleccionar su propia plantilla de profesores y las faculta para intervenir en la composici¨®n de los correspondiente tribunales examinadores mediante la designaci¨®n de dos de sus miembros entre un total de cinco, proceso desencadenante de la eufem¨ªsticamente llamada "endogamia universitaria" al favorecer la elecci¨®n mayoritaria de los candidatos locales.Ha habido en estos a?os una intensa pol¨¦mica en tomo a la bondad de la normativa vigente y, en consecuencia, a la conveniencia de su mantenimiento o revisi¨®n. Evitando las generalizaciones dogm¨¢ticas, creo que los criterios de selecci¨®n del profesorado se prestan a algunas reflexiones v¨¢lidas para el conjunto de la heterog¨¦nea realidad universitaria espa?ola.
La selecci¨®n en unas oposiciones otorga al nuevo profesor electo car¨¢cter vitalicio en su plaza. Sin menoscabo de ese derecho, cabe preguntarse si una instituci¨®n como la Universidad, depositaria de los saberes y responsable de su acrecentamiento y correcta transmisi¨®n, no deber¨ªa introducir medidas que sirvieran como est¨ªmulo y acicate para sus profesores. Aun asumiendo una profunda vocaci¨®n en todos los docentes, los niveles de exigencia acad¨¦mica que demandan la formaci¨®n de los alumnos, junto con los vertiginosos avances del conocimiento en general, y la ciencia o la t¨¦cnica en particular, requieren un esfuerzo considerable de permanente reciclamiento y actualizaci¨®n. Dada la penuria de medios en muchos centros, no resulta dif¨ªcil caer en el conformismo y el desaliento. Tal vez haya sido esta filosof¨ªa de est¨ªmulo la que inspir¨® la decisi¨®n del Ministerio de Educaci¨®n y Ciencia cuando hace seis a?os estableci¨® mecanismos de evaluaci¨®n opcionales y remunerables tanto de la actividad docente como investigadora.
La convocatoria masiva de plazas desde finales de 1975 nos ha permitido el acceso a la Universidad a un grupo muy numeroso de profesores con una edad relativamente joven, de modo que las plantillas se encuentran pr¨¢cticamente saturadas y la disponibilidad potencial de nuevas plazas queda muy restringida. Este fen¨®meno ya est¨¢ actuando como un inmenso tap¨®n que frena la incorporaci¨®n a la Universidad de los mejores talentos que surjan en las promociones venideras.
En este contexto, no deja de resultar parad¨®jico la incesante proliferaci¨®n de nuevas universidades y facultades. Sin embargo, ni razones econ¨®micas -con el enorme gasto de infraestructuras y personal que conlleva la puesta en marcha de una universidad- ni tampoco la evoluci¨®n de la tasa de poblaci¨®n en Espa?a justifican esta decisi¨®n. Todo ello, sin tener en cuenta otros factores tambi¨¦n esenciales, como la calidad de la ense?anza que se oferta, los procesos de formaci¨®n y selecci¨®n del profesorado correspondiente, o las escasamente favorables expectativas profesionales de los futuros graduados. Quiz¨¢ no est¨¦ lejano el d¨ªa en que tengamos que asistir a una dolorosa y traum¨¢tica "reconversi¨®n universitaria".
es profesor titular de Microbiolog¨ªa de la Universidad de Murcia.
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