El reino de los pobres
Alguien deber¨ªa averiguar por qu¨¦ raz¨®n es tan dif¨ªcil que el cine de nuestro tiempo retrate con veracidad las vidas de la gente trabajadora. En la mayor parte de las presuntas comedias espa?olas los personajes son cuarentones forrados que se mueven por ¨¢ticos inmensos, dotados de las ¨²ltimas novedades del dise?o, y digo que se mueven y no que viven porque en ninguna de esas pel¨ªculas se tiene nunca la sensaci¨®n de que esos escenarios sean lugares usados para la vida diaria: las cocinas son exposiciones de dise?o culinario; los dormitorios parecen siempre reci¨¦n trasladados desde el escaparate de una tienda car¨ªsima de dormitorios.Los pobres, cuando aparecen en las pel¨ªculas, y sobre todo en las pel¨ªculas espa?olas de estos ¨²ltimos a?os, son pobres de sainete, en el mejor de los casos, pobres bufos y dicharacheros o delincuentes o yonquis, y lo m¨¢s com¨²n es que el director y el guionista aprovechen para re¨ªrse de ellos, de su pintoresquismo, de su mala lengua, de su fascinaci¨®n por los tapices de ciervos y por los muebles librer¨ªa con el televisor empotrado. La fuente m¨¢s inextinguible de risas de los c¨®micos tarados de la televisi¨®n es la parodia y la burla de las mujeres de clase trabajadora que compran en las rebajas de los supermercados y leen en las peluquer¨ªas de barrio'.
Por eso me ha sorprendido y me ha conmovido tanto el retrato que hace Agust¨ªn D¨ªaz Yanes de la vida y de la dignidad de los pobres en Nadie hablar¨¢ de nosotras cuando hayamos muerto, que es una pel¨ªcula tan admirable, tan bien imaginada y contada que no parece posible que sea la primera de su director, pero que tambi¨¦n tiene, una energ¨ªa desbordada en la que se reconoce el entusiasmo, el coraje, las ganas de decirlo tumultuosamente todo que algunos autores ponen en su primera obra, su primera novela o su primera pel¨ªcula, sobre todo cuando ¨¦stas tardan un poco en hacerse, cuando uno a tenido tiempo de crecer y de madurar en secreto con ellas, de ir so?¨¢ndolas con toda la perfecci¨®n de lo que parece imposible, de lo que importa tanto que nos da igual que sea imposible. En esta pel¨ªcula, la c¨¢mara se mueve siempre muy cerca de los personajes, en una proximidad de roce y peligro de faena taurina, se acerca del mismo modo que se acerca un torero a los cuernos y al lomo ingente del animal. Desde el primer instante, en la oscuridad del cine, sentimos el peligro, la amenaza horrible de la crueldad y la muerte, y tambi¨¦n la inminencia de la desgracia, el v¨¦rtigo de perdici¨®n al que cualquiera puede sucumbir. El asesinato no es un juego decorativo, la vejaci¨®n sexual no es una broma excitante de pel¨ªcula porno, de travesura inocua en un viaje tur¨ªstico: las personas son desgarradas por pistolas y cuchillos y sufren horriblemente antes de morir, las mujeres m¨¢s d¨¦biles o m¨¢s pobres pueden ser hundidas en infiernos de prostituci¨®n en lo que nadie con un poco de decencia encontrar¨¢ ni una brizna de romanticismo.
Pero la cercan¨ªa de esa mirada y de esa c¨¢mara no es s¨®lo la de la contaminaci¨®n del peligro, sino tambi¨¦n la cercan¨ªa de la ternura, la fuerza abnegada y persistente de la solidaridad. Quien se nos aproxima puede herirnos o humillarnos, pero hay cercan¨ªas que nos salvan, que nos rodean y acogen, habitaciones estrechas de un piso de barrio en las que se ha establecido como un reino invulnerable la dignidad de los trabajadores, el encono de sobrevivir sin rendirse, el coraje popular ante la adversidad, que no es nunca la del destino abstracto, sino la de la injusticia, la de la explotaci¨®n del hombre por el hombre.
En esa proximidad agobiadora, en el reino angosto de un piso de Vallecas, D¨ªaz Yanes ha erigido con Pilar Bardem una estatua tr¨¢gica y entera de hero¨ªsmo popular, una torre de lealtad y decencia, de firmeza y ternura. Esa mujer coja y enlutada, que guarda en el caj¨®n de una c¨®moda el sobre con el dinero para el plazo de una hipoteca y lleva a?os cuidando a su hijo en coma igual que si lo amortajara todos los d¨ªas y lo velara cada noche en un velatorio perpetuo, tiene una verticalidad de escultura de Alberto o de Pablo Gargallo y a la vez una delicadeza que se revela entera en un instante en que se le queda el pelo suelto, o en que se acuerda sonriendo de cuando era joven y estudiaba en la aulas universitarias de la Segunda Rep¨²blica.
D¨ªaz Yanes, que ha puesto apasionadamente tantas cosas en su primera pel¨ªcula, tanto amor al cine y tanta lealtad orgullosa y agradecida a la memoria de sus mayores, tambi¨¦n ha querido poner en ella la antigua reverencia popular por el saber, la tradici¨®n ilustrada de los ateneos, las bibliotecas y las escuelas nocturnas, la emoci¨®n de las manos fortalecidas y gastadas por el trabajo que alisan una hoja de papel y escriben con dificultad un dictado, de los ojos que vencen la fatiga y el sue?o para mirar una pizarra o un mapa. Durante m¨¢s de diez a?os el se?oritismo pedag¨®gico de una izquiera que perdi¨® su dignidad al perder su memoria ha desmantelado la escuela y convertido en un m¨¦rito la ignorancia: por eso conmueven tanto la pizarra y las tizas de Pilar Bardem, sus dictados lentos y ben¨¦volos, su obsesi¨®n por que Victoria Abril aprenda a vivir con entereza y a poner las haches y los acentos en su sitio. Quien lo ha tenido siempre todo puede permitirse el lujo de despreciar el conocimiento. Quien est¨¢ protegido por el dinero o la posici¨®n social puede aventurarse impunemente en el desvar¨ªo o burlarse de la rectitud. Ya iba siendo hora de que alguien contara el hero¨ªsmo cotidiano de la vida popular, tan devastada por el desarraigo, por la televisi¨®n, por la falta de trabajo, por la incultura y las epidemias atroces del alcohol y las drogas. Sal¨ª del cine abrumado de felicidad y congoja, como sal¨ªa uno a los 20 a?os de aquellas pel¨ªculas que le trastornaban, y me acord¨¦ de lo que le dice Pedro Salinas a Jorge Guill¨¦n en una carta: "Cu¨¢nto me gusta que las cosas me gusten". A Agust¨ªn D¨ªaz Yanes le debo las horas m¨¢s intensas que he pasado en un cine desde hace no s¨¦ cu¨¢nto tiempo. Me ha hecho sentir nostalgia de cuando yo escrib¨ªa por primera vez una novela.
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