Estamos rodeados
Lo que m¨¢s me preocupaba era que la perra, llamada J¨¢i (Fiesta, en euskera), a ver con qui¨¦n se quedaba tras la detenci¨®n de su, sin embargo, amado amo Jon Id¨ªgoras, que ya se sabe que los perros son fieles a cualquier cosa. Pero me han tranquilizado mis colegas del Pa¨ªs Vasco, que Jai, dicen, morar¨¢ con la hermana del detenido, o sea, que est¨¢ -relativamente- a salvo. Hay quien dice que estas medidas le hacen la campa?a gratis a los nazis que no quiero nombrar, pero, francamente, es como si le permiti¨¦ramos a un ayatol¨¢ lapidar ad¨²lteras, s¨®lo para no ofender los sentimientos nacionalistas del pueblo persa.Por suerte, en medio de esta mara?a, surge de la verdad para iluminar la incre¨ªble historia de Eduardo Sostiene Zaplana, presidente de la Generalitat de Valencia, y su incre¨ªble hidrosauna. Bien, por fin tengo un testigo ocular, alguien que ha visto con sus propios ojos el asunto, y resulta que consiste en una hidroducha con masaje de agua, no muy grande pero muy pr¨¢ctica, instalada en un rec¨®ndito lugar al que el pr¨®cer penetra cuando se halla cansado y tiene mitin nocturno, para relajarse. Es de marca Roca, cuesta 1.300.000 pesetas, y ha sido instalada por iniciativa del propio arquitecto, ingeniero, o lo que sea, de la Generalitat. En definitiva, Sostiene Zaplana s¨®lo pretendi¨® que le pusieran una duchita para asearse entre cometidos oficiales. Eso s¨ª, dispone de medio asiento para situar el medio Zaplana.
Si yo fuera del PP, en lugar de recriminarle al l¨ªder valenciano su nuevo estuche de beaut¨¦ pasado por agua, me llevar¨ªa a Aznar a L¨®pez Ibor -supongo que sigue vivo alg¨²n L¨®pez Ibor, y si no que le manden a Rojas Marcos-, para que le examine, despu¨¦s del tremendo choque espiritual que sufri¨® durante la manifestaci¨®n del otro d¨ªa. He intentado callar, por respeto a los muertos y a la lucha, y tal, pero no puedo dejar de pensar que a don Jos¨¦ Mar¨ªa debi¨® de atacarle alg¨²n tipo de chaladura cuando el lunes asisti¨® a la primera manifestaci¨®n de su vida -que, por suerte, al celebrarse en tiempos democr¨¢ticos, ya no se puede titular La primera hostia, como la Canci¨®n de La Trinca, porque ahora ya no pegan-, y le dio tal alipori -¨¦l, que fue tan normal de toda la vida y s¨®lo estudiaba, sin involucrarse en asuntos pol¨ªticos-, que crey¨® que los 800.000 y pico le segu¨ªan a ¨¦l e iban contra el Gobierno. Agarradito a la pancarta, mirando de vez en cuando el reloj, cosa que debieron prohibirle sus asesores, se iba refocilando con la idea de que todos los manifestantes eran del Partido Popular, y es posible que Felipe Gonz¨¢lez pensara lo mismo, porque se le ve¨ªa como hundido.
As¨ª est¨¢ de crecido el l¨ªder del PP, que cuenta por ah¨ª el casta?azo que se peg¨® al entrar en su autob¨²s, para ir a un mitin de Baleares, y se jacta: "Me acabo de pegar un le?azo, pero yo, hasta la rodilla, la tengo muy dura".
Unido esto al delirium tremens que le agarr¨® a Felipe en la cena entre sindicalistas, al arrebato que tuvo Anguita ante los del pink power, que se comprometi¨® a presionar para que bajen el precio de los preservativos; y al desliz nost¨¢lgico sufrido por el popular Abel Matutes, que dijo en Ibiza -justamente ante don Jos¨¦ Mar¨ªa- que su prop¨®sito es "recuperar una Espa?a grande y...", y aqu¨ª hizo una pausa, desconcertado; reprimi¨® la "libre" que le estaba pidiendo el cuerpo y, despu¨¦s de pensarlo, a?adi¨®: "vieja". Unido todo ello, reconocer¨¢n que tenemos m¨¢s de un motivo para sentirnos flojos de cuerpo.
Todo hace suponer que estamos perdidos, y rodeados.
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