Audiencia cero
Me llegan las audiencias de los espacios electorales, echo cuentas y el primer impulso es presentarle la dimisi¨®n al jefe por p¨¦rdida de tiempo. Nuestra misi¨®n consiste en seguir con lupa las andanzas televisivas de esos pol¨ªticos en celo de marzo con el fin de averiguar (y denunciar) su influencia enorme en las grandes y atolondradas audiencias, y ahora resulta que no hay audiencia. Mucha guerra de videos, mucho cronometrar estilo 100 metros lisos, mucha triple conexi¨®n en directo con el mitineo provincial, mucho debatir sobre los debates, mucha escandalera por la maniulaci¨®n del Ente, tanta afici¨®n mid-cult por o subliminal, la semi¨®tica del masaje electr¨®nico y el desconstruccionismo de la telegenia, pero los aud¨ªmetros del Reino nos comunican que no hay nadie al otro lado del cristal. Amplificamos la nada televisiva.Para que se den una idea del vac¨ªo, o del rid¨ªculo, sumados en vertical los espectadoes de los programas electorales de todas as cadenas, todos m¨¢s todas, no hay manea de superar la cota m¨ªnima, no ya de cualquier asunto oblicuamente relacionado con esas c¨¦lebres guerras autodestr¨²ctivas del prime time, sino de los culebrones venezolanos de sobremesa, de las recetas de Argui?ano, del marujeo matinal o de los chistes de Pepelu sobre Terelu. Y comparado espacio a espacio, en horizontal, el programa electoral siempre queda muy por debajo de cualquier sufrimiento blanquinegro de arte y ensayo.
Lo cual revoluciona de arriba, abajo todas las teor¨ªas y pr¨¢cticas existentes en este pa¨ªs sobre el terrible asunto de la enorme y decisiva influencia de los rayos cat¨®dicos en el voto de las masas sobreexpuestas a sus mortales efectos manipuladores. Hasta ahora hab¨ªa dos grandes corrientes: la escuela que afirmaba que la peque?a pantalla lo influ¨ªa todo o casi todo en plan Gran Hermano, padrecito Stalin o t¨ªo Kane; y la escuela de los que sal¨ªamos precipitadamene al recreo a hablar de otras cosas cuando sonaba la murga. Hemos inventado una tercera posibilidad te¨®rico-pr¨¢ctica. La de los que siguen creyendo religiosamente que la tele lo determina todo, vale, pero sin necesidad alguna de que al otro lado del cristal existan telespectadores, sin darles la lata. Expresado m¨¢s cient¨ªficamente: mucha influencia aunque sin la menor audiencia.
Me apunto. Es la mejor manera de solucionar de una vez por todas el viejo y radical conflicto cat¨®dico de escuelas, corrientes e influencias. Los aud¨ªmetros del Reino, con sus espectaculares resultados de encefalograma plano, est¨¢n demostrando al mundo entero que la televisi¨®n s¨®lo influye, y mucho, en los que creen en su influencia. La prueba irrefutable es que el n¨²mero total de espectadores que registran nuestras audiencias electorales coincide con la cantidad que resulta de sumar el n¨²mero de articulistas que siguen la campa?a a trav¨¦s del televiso., de la tropa de expertos en influencia audiovisual que rodean a los candidatos, de los cronometradores de los minutos del adversario, de los denunciantes de lo subliminal, de los asesores de telegenia, de los especialistas en efectos perversos y de los videocreadores apocal¨ªpticos y- sus cr¨ªticos. Incluso me sobra alguien.
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