Triunfa ?ngel de la Rosa
Torero / S¨¢nchez, Rosa, Pedrito Toros de El Torero, tres chicos anovillados, resto terciados; muy flojos -varios inv¨¢lidos-, boyantes. Manolo S¨¢nchez: media y dos descabellos (aplausos); pinchazo -y estocada ladeada (aplausos y salida al tercio). Angel de la Rosa: estocada traser¨ªsima ca¨ªda,(oreja y dos vueltas); pinchazo, estocada y rueda de peones (oreja). Pedrito de Portugal: pinchazo hondo atravesado, estocada corta Ca¨ªda -aviso con retraso- y se tumba el toro (silencio); estocada baja, rueda de peones -aviso- y dobla el toro (palmas).
Plaza de Valencia, 13 de marzo.
7? corrida de feria.
Dos corrida de feria.
Dos tercios de entrada.
El mejor toreo de la feria hizo ?ngel de la Rosa y alcanz¨® un triunfo merecido. Su salida a hombros por la puerta grande es la ¨²nica ganada a ley entre las que se han producido en las siete primeras corridas falleras. No hubo toro en sentido estricto que valiera para valorar las faenas en su justa medida, es verdad, pero tampoco apareci¨® los d¨ªas anteriores, y s¨®lo ?ngel de la Rosa. fue capaz de instrumentar las suertes con ins¨®lita seriedad y hondura.El primero de su loteera un santo, santo de los altares, san Toro era -acaso san Utrero- y ?ngel de la Rosa le construy¨® una faena de aquellas que el viejo maestro Pepe Luis llamaba masis¨¢s. La muletilla por delante, tra¨¦rselo toreado, ligar los pases. Cierto que no todos los ligaba -perd¨ªa en algunos los consabidos pasos- mas se iba recreciendo tanda a tanda y las postrimer¨ªas de la faena ya constituyeron un alarde de dominio y de arte. Santo el toro, el torero se sent¨ªa en la gloria.
Mayor m¨¦rito tuvo la faena al quinto, que tardeaba y embest¨ªa con escasa codicia. Aqu¨ª Angel de la Rosa se ech¨®, la muleta a la izquierda, se cruz¨® con el toro, desenga?¨® sus intenciones probonas y, cincel¨¢ndolo, se lo tra¨ªa embebido en los vuelos de la pa?osa. Ni andares jacarandosos, ni posturas aflamencadas, ni ademanes relamidos, ni los restantes dengues de la tauromaquia rid¨ªcula que han puesto de moda las figuras cursis emple¨® ?ngel de la Rosa en su demostraci¨®n de que all¨ª hab¨ªa un torero; un torero con recursos, con ambici¨®n y con valent¨ªa para alcanzar los puestos de privilegio que ocupan otros sin tanto fundamento.
A lo mejor los ocupan con la mitad del fundamento; quiz¨¢ un cuarto. Pedrito de Portugal, sin ir m¨¢s lejos, est¨¢ en las principales ferias mientras ?ngel de la Rosa permanece pr¨¢cticamente en el paro y, vi¨¦ndole, no se en tiende la raz¨®n. Pedrito de Portugal se puso a pegar pases o a intentarlos o a fingirlos y acab¨® d¨¢ndole a la afici¨®n una paliza de mucho cuidado. Pedrito de Portugal, que ten¨ªa perdido el temple, que sufri¨® numerosos enganchones, que tardaba horrores en colocarse y citar, que encima embarcaba astroso, no acababa nunca, ?oh, fuerzas del Averno! Parte del p¨²blico protestaba; parte le ped¨ªa que liquidara de una vez al utrero o lo que fuese aquello, por amor de Dios. Y no hab¨ªa manera. Ni denuestos ni s¨²plicas ni jaculatorias le conmovieron. Y segu¨ªa y segu¨ªa y segu¨ªa...
Manolo S¨¢nchez no le iba a la zaga. Tras instrumentar unos ayudados exquisitos al gato que abri¨® plaza, unos redondos de parecido corte, un breve ensayo al natural, se puso a perpetrar derechazos. Par¨®, pues hab¨ªa de ceder turno a sus compa?eros de tema, pero mantuvo intactas sus intenciones derechacidas y cuando entr¨® de nuevo en liza moli¨® a derechazos al toro, a la afici¨®n, al vendedor de cerveza, al lucero del alba. El que invent¨® el derechazo debi¨® sacarlo del cat¨¢logo de martirios chinos.
Bajaron los murci¨¦lagos a sobrevolar alborotones el redondel valenciano como suelen cada atardecer y se espantaban del clamor que acompa?aba a Angel de la Rosa en su salida triunfal por la puerta grande. La afici¨®n se intercambiaba parabienes, celebrando que Angel de la Rosa hubiera hecho el toreo verdadero y no diera m¨¢s derechazos de los que manda el sentido com¨²n y admite la decencia.
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