Las formas de un puente
Lo espec¨ªfico y exclusivo que tiene la obra de arte ¨²nica es claro que no lo tiene en este grado un puente. ?ste pertenece a una gran familia constructiva que evoluciona muy lentamente desde tiempos remotos. Al contrario que en el arte del siglo XX, en ingenier¨ªa civil ha prevalecido el pasado sobre los impulsos de alejarse de ¨¦l, siendo excepcionales las rupturas con la tradici¨®n. Se transmite todo salvo escasas y geniales creaciones, como puede ser la invenci¨®n del pretensado, y casi nada se inventa. Sus formas var¨ªan poco a pesar de los continuos avances t¨¦cnicos producidos. Un puente se parece m¨¢s a un martillo que a un cohete espacial.Con la visi¨®n un poco m¨¢s amplia que nos dan los 35 a?os transcurridos desde su muerte, puede afirmarse que la figura de Eduardo Torroja se encuentra en el momento crucial del cambio del concepto -y tambi¨¦n de la imagen- de la ingenier¨ªa civil en su camino de encuentro hacia la cultura contempor¨¢nea. En ¨¦l est¨¢n presentes, todav¨ªa en tensi¨®n, dos lenguajes: el de lo puramente t¨¦cnico y funcional para la construcci¨®n de una forma, y el que se interroga sobre la autonom¨ªa estructural de la expresi¨®n est¨¦tica. Si antes ciertamente exist¨ªa entre los ingenieros de puentes un menosprecio de la forma, es decir, la convicci¨®n de que la belleza de una obra de ingenier¨ªa depende s¨®lo de la adecuaci¨®n a su prop¨®sito, lo que dio lugar en muchos casos a la destrucci¨®n de lo est¨¦tico, ahora el peligro puede venir del lado opuesto, es decir, del menosprecio de la funci¨®n, lo que conduce a exageraciones y derroches inaceptables. De ah¨ª que nada sea m¨¢s peligroso que ese esteticismo pretencioso -ajeno a toda disciplina racionalizadora- que intenta transformar los puentes en espect¨¢culo y que tantas veces confunde a las administraciones p¨²blicas, que hace homog¨¦neos el rigor y la banalidad.Despilfarro
A partir de la revoluci¨®n industrial, el ingeniero comenz¨® a disponer de medios superiores a su capacidad de creaci¨®n. Hoy d¨ªa, la lucha con la naturaleza -salvo contadas excepciones- est¨¢ vencida de antemano. Pero las posibilidades t¨¦cnicas de hacer cosas -por est¨²pidas que sean- no da derecho a hacerlas.
La ingenier¨ªa actual de los puentes est¨¢ sobrada de medios de expresi¨®n innecesarios -con el consiguiente despilfarro- donde lo ¨²nico que triunfa es la ret¨®rica de la ornamentaci¨®n. Como dice Emilio Lled¨®, "nunca ha habido mayores posibilidades de promover lo in¨²til, ni nunca, junto al imperio indudable de ciertas utilidades, se ha desplazado, paralelamente a ellas, ese otro universo de la m¨¢s absoluta inutilidad y sin sentido".
En un puente debe haber una armon¨ªa entre la tipolog¨ªa, el tratamiento que se da a los materiales, los fundamentos t¨¦cnicos -tanto en su dise?o como en su construcci¨®n-, la econom¨ªa de la obra y su belleza para alcanzar en su estructura la esencia, enfrentar a lo desmedido la medida y liberar de la confusi¨®n lo verdadero. Plantear hoy d¨ªa en el proyecto de un puente cualquier estructura irracional, cualquier simulaci¨®n para atraerse aplausos, ya no es s¨®lo un problema est¨¦tico. Ser¨ªa tanto como desde?ar la belleza de lo elemental, de lo ¨²til para la vida, como renunciar a unas obras p¨²blicas de formas honradas.
Finalmente, dos observaciones acerca de nuestro trabajo de ingenieros. Aunque a veces parezca autosuficiente, el puente no es una obra completa en s¨ª misma, tomada aisladamente, sino s¨®lo dentro de un conjunto de relaciones naturales y sociales que trascienden su unidad concreta, y en segundo lugar, afirmar una vez m¨¢s que lo nuevo que instaura un puente nunca se suple ni se compensa con lo existente disponible.Jos¨¦ Antonio Fern¨¢ndez Ord¨®?ez es ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.
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