La censura que no cesa
Salman Rushdie, el m¨¢s emblem¨¢tico de los escritores perseguidos, ha escrito: "Lo que un escritor puede hacer en la soledad de una habitaci¨®n es algo que ning¨²n poder puede destruir f¨¢cilmente". En esta frase est¨¢ la clave de las persecuciones y censuras que sufren numerosos escritores en todo el mundo, un asunto que preocupa a los editores y que se debatir¨¢ en el Congreso Intemacional que empieza hoy en Barcelona.Index on censorship, la revista dedicada a la libertad de expresi¨®n, denuncia en su ¨²ltimo n¨²mero un sinfin de casos de censura y persecuci¨®n. En China, por ejemplo, pero tambi¨¦n en Argelia, Turqu¨ªa, la ex Yugoslavia, India, Ir¨¢n, Egipto, Vietnam y un largo etc¨¦tera de pa¨ªses. Las muertes, por fortuna, van a la baja (de 70 escritores asesinados en 1994 se pas¨® a unos 50 el pasado a?o), pero los motivos de preocupaci¨®n no se apagan.
Se han cumplido ya siete a?os de la condena, a muerte dictada contra Rushdie, pero, a pesar de la amplia solidaridad internacional, Rushdie sigue llevando una vida de proscrito y los casos de persecuci¨®n contin¨²an. El editor noruego Sigmund Stromme escribe en la revista Index: "La palabra censura est¨¢ hoy desacreditada y, p¨²blicamente, no se admite su pr¨¢ctica. Es un buen s¨ªntoma. Sin embargo, todav¨ªa esta viva en distintas formas y con distintos disfraces".
Un ejemplo de censura lo tenemos en la India, donde la novela Los versos sat¨¢nicos sigue prohibida y donde, en la reciente feria del libro de Delhi, las autoridades ordenaron retirar una treintena de libros. O en Egipto, pa¨ªs en el que seg¨²n la revista Index, "la importaci¨®n de libros y revistas est¨¢ controlada por una rama de la oficina censora del Estado que en teor¨ªa no existe". Es curioso que esta siniestra oficina est¨¢ situada precisamente a muy pocos metros de las embajadas brit¨¢nica y norteamericana en El Cairo.
La escritora surafricana Nadine Gordimer, premiada con el Nobel hace unos a?os, sentencia en otro art¨ªculo: "La medida de la libertad de expresi¨®n es la medida de la libertad de un escritor". Gordimer se muestra preocupada, adem¨¢s, por, la analfabetizaci¨®n de Africa y por el hecho de que los libros no est¨¢n al alcance de todos.
Taslima Nasrin, condenada a muerte como Salman Rushdie, manifiesta en las p¨¢ginas de Index: "Si alguien me concediera un ¨²nico deseo, responder¨ªa sin ninguna duda: quiero volver a mi pa¨ªs, a Bangladesh". Por desgracia, es imposible. Taslima, por culpa de sus escritos, est¨¢ obligada al exilio. Como muchos otros escritores.
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