?No entender¨¢ nunca Espa?a la verdad sobre Gibraltar?
Hay 26.000 personas que viven en el pe?¨®n de Gibraltar, un lugar al que los analistas espa?oles siguen refiri¨¦ndose de forma emocional -y faltando a la verdad, porque ese calificativo s¨®lo es una parte de la historia- como "la ¨²ltima colonia de Europa". Estas 26.000 personas "colonizadas" son brit¨¢nicas tanto por decisi¨®n propia como por un cierto fervor tribal inconfundible.Son colonos, por supuesto, porque Gibraltar se define en los libros de texto legales como "colonia", pero no lo son como lo era mi abuelo en la India imperial ni como lo era un senegal¨¦s bajo el imperio franc¨¦s, ni como una persona de Guinea Ecuatorial era un ciudadano espa?ol cuando aquel territorio africano era, tal vez, un lugar m¨¢s feliz.
Desde luego, los gibraltare?os no son espa?oles, aunque hablen una versi¨®n del encantador y p¨ªcaro castellano empleado en la vecina Andaluc¨ªa. No quieren ser espa?oles, como sus l¨ªderes han manifestado a Madrid una y otra vez.
Las recientes elecciones s¨®lo han servido para subrayar lo que llamar¨¦ su enf¨¢tica "no espa?olidad": Ninguno de los dos partidos principales, el Partido Socialista Laborista de Joe Bossano ni el social. dem¨®crata del vencedor Peter Caruana habr¨ªan tenido la menor posibilidad de ganar las elecciones si no hubieran subrayado que la soberan¨ªa brit¨¢nica sobre Gibraltar era "absolutamente innegociable".
?Ha o¨ªdo alguien hablar de Peter Cumming en Espa?a? Es el independiente idealista que se present¨® por su cuenta en estas elecciones y recorriendo a los votantes que Gibraltar pasara a ser una provincia aut¨®noma de Espa?a, aunque con mucha mayor libertad que Catalu?a, el Pa¨ªs Vasco o cualquier otra. Cumming perdi¨® su dep¨®sito (al no conseguir el esca?o), ya que s¨®lo obtuvo 214 -repito, 214- votos. Y, teniendo en cuenta el curioso sistema electoral de Gibraltar, en el que cada ciudadano dispone de ocho votos, es poco probable que ninguno de esos 214 votos fuera otorgado a Cumming como primera opci¨®n.
Por supuesto, lo que defend¨ªa Cumming era radical, tanto en Gibraltar como en Espa?a. En el caso remoto de que Gibraltar decidiese en alg¨²n momento votar por su integraci¨®n en Espa?a, s¨®lo o har¨ªa si existiesen garant¨ªas de una autonom¨ªa extremadamente amplia. La posici¨®n negociadora" de Espa?a sobre el tema indica que dicha forma de integraci¨®n ser¨ªa aceptable para Madrid. Pero, ?c¨®mo se lo tomar¨ªa Barcelona? ?Y Bilbao? ?Y Galicia? ?Y Navarra? ?No querr¨ªan todos para s¨ª esas mismas condiciones gibraltare?as? ?Cu¨¢les ser¨ªan las implicaciones para el Estado espa?ol que conocemos?
Todo esto es muy hipot¨¦tico, por supuesto, y mis amigos gibraltare?os pensar¨ªan que mis especulaciones son demenciales. Pero s¨®lo pretendo se?alar los problemas que tendr¨ªa Espa?a si, milagrosamente, un d¨ªa se llegase al punto de la uni¨®n con Gibraltar.
Tengo una sugerencia sencilla: si Espa?a desea verdaderamente recuperar Gibraltar, limpiar para siempre esta ¨²ltima mancha de su reputaci¨®n, deber¨ªa dejar tranquilos a Gibraltar y a sus habitantes. Si esto parece parad¨®jico, debo subrayar que en ese tipo de situaciones complejas las paradojas pueden ser fruct¨ªferas. Espa?a debe volver a la pol¨ªtica de ¨®smosis sugerida por sus pensadores m¨¢s ilustrados en la d¨¦cada de 1970, y jugar un juego largo y paciente. Abrir de par en par la frontera y esperar a que las cosas sigan su curso.
Ahora, Gibraltar tiene un Gobierno honesto, joven y nuevo, comprometido a erradicar el desagradable contrabando que floreci¨®. bajo el mandato de Bossano. Tiene un Gobierno tambi¨¦n decidido a modernizar el Pe?¨®n: esto significa, entre otras cosas, crear una econom¨ªa m¨¢s clara, sana y transparente.
Har¨¢ falta tiempo para que Gibraltar vaya sintiendo simpat¨ªa por Espa?a, tal vez un m¨ªnimo de dos generaciones. Pero los gibraltare?os necesitan ese tiempo: sus recuerdos de una Espa?a autocr¨¢tica siguen frescos, y reviven cada vez que Abel Matutes, el ministro de Asuntos Exteriores, gru?e en voz alta acerca del cierre de la Verja.
En cambio, en Gibraltar se habr¨¢n observado con inter¨¦s los recientes acuerdos a que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, el nuevo presidente del Gobierno espa?ol, ha llegado con las nacionalidades vasca y catalana para lograr una mayor¨ªa parlamentaria.
Pero si la derecha, los guardianes del orgullo castellano, necesit¨® 20 a?os desde la muerte de Franco para aceptar la mera idea de la autonom¨ªa catalana, los gibraltare?os tienen sin duda motivos para la suspicacia: ?No necesitar¨¢ la derecha m¨¢s de otros 20 a?os para acostumbrarse a la idea de que a la Roca del sur espa?ol tambi¨¦n hay que gan¨¢rsela, y no intimidarla?
Por tanto, Madrid debe empezar a cortejar a Gibraltar, con imaginaci¨®n, generosidad e indulgencia, como hacen todos los buenos pretendientes. Ese es el camino para ganarse el coraz¨®n de Gibraltar. ?Por qu¨¦ Aznar no invita a Caruana a Madrid? ?0 se autoinvita a Gibraltar?
El Pe?¨®n est¨¢ a la espera de gestos civilizados. Pero nunca ser¨¢ espa?ol mientras Madrid siga gritando "colonia" en todos los foros bilaterales e internacionales, pronunciando la palabra como si significase "leproso".
Gibraltar es un lugar donde "colonia" no es un insulto y donde los colonizados est¨¢n satisfechos con su suerte, al menos por ahora. Espa?a deber¨ªa aprender a aceptarlo, y hacer planes con calma para el futuro.
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