Penoso
Fue penoso. No es que el toro se llamara Penoso, ni el torero tampoco, aunque por ah¨ª se andaban.Penoso el espect¨¢culo, penoso el toreo que se vio. Quiere decirse, el toreo que no se vio. Toreros que deambulaban como almas en pena. Penosa incompetencia, penosa desgana. Pena de toros jovencitos, inocentes y desmedrados.
Pena de tarde perdida, pena de dinero tirado el que se lo gast¨® en acudir a esta penosa funci¨®n.No exactamente tirado, es preciso aclarar. El dinero tendr¨¢ su aprovechamiento. El dinero habr¨¢ entrado en las arcas de los empresarios y lo habr¨¢n distribuido en las proporciones convenidas entre toreros -tres-, ganaderos -dos-, Hacienda -una-, la Comunidad -otra que tal baila-, los gastos menudos; y el resto, al talego.
Domecq / Mu?oz, Mora, Liria
Toros de Marqu¨¦s de Domecq (uno rechazado en el reconocimiento), sin trap¨ªo excepto 4?, varios anovillados, encastaditos y manejables. Y de Pe?ajara, con trap¨ªo, manejable.Emilio Mu?oz: bajonazo descarado (bronca); pinchazo, otro hondo ca¨ªdo y rueda de peones (bronca). Juan Mora: bajonazo (pitos); tres pinchazos, media estocada ca¨ªda, rueda de peones -aviso- y tres descabellos (pitos). Pep¨ªn Liria: estocada delantera y rueda de peones (palmas y pitos); estocada ca¨ªda perdiendo la muleta (silencio). Plaza de Las Ventas, 3 de junio. 24? corrida de feria. Lleno.
Una fortuna, si se piensa en contable. Fortuna para el talego de los de abajo a cambio de la pena, penita, pena que soportaron los de arriba con santa resignaci¨®n. Algunos pretend¨ªan sacarle rentabilidad a su dinero perdido y buscaban por doquier un motivo para aplaudir. Hubo quien acab¨® con dolor de cuello de tanto darle vueltas, tendido alrededor. Finalmente lo encontraron y fue el veterano picador Salitas que como es bajito y obeso luc¨ªa marchoso encima del caballazo, enlindado en su chaquetilla corinto y azabache, el castore?o terciado a la pedrada.
Abrieron el port¨®n, irrumpi¨® Salitas, y fue como si se hubiera aparecido la virgen. Apolo ecuestre, Salitas fundi¨® al quinto toro meti¨¦ndole dos varazos traseros por donde m¨¢s se rompen los espinazos y puede darse por seguro que si en lugar de su rubicunda figura hubiese sido un enjuto sujeto el que -perpetraba semejante barbarie, la habr¨ªan llamado asesinato. Los gorditos, sin embargo, tenemos buena prensa, mejor fama, y el p¨²blico le dedic¨® una calurosa ovaci¨®n.
Claro que tambi¨¦n se puede ser alto y delgado como su madre, si el p¨²blico en general y la afici¨®n en particular buscan motivos para aplaudir. El segundo motivo lo encontraron en un banderillero espigado que hizo as¨ª y acert¨® a poner el par de banderillas. Por ¨¦stas que las puso: las dos. P¨²blico y afici¨®n lo celebraron con aut¨¦ntico j¨²bilo. La verdad es que esas banderillas quedaron donde pegaba los puyazos Salitas, mas no era cuesti¨®n de andarse midiendo los lomos del toro. A fin de cuentas, para s¨ª habr¨ªan querido los colegas del esbelto rehiletero prender las banderillas cerca del rabo del toro en lugar de dejarlas en el suelo, seg¨²n sol¨ªan hacer.
Alg¨²n concierto de voluntades o contagio de ineptitudes deb¨ªa de haber cuando los diestros faenaron a juego. Quiz¨¢ peor. Los diestros no daban pie con bola y se sospecha que sus males se derivaban del respeto que les impon¨ªan los toros. Ser¨ªa mucho decir toros; novillotes y gracias. Ahora bien, embest¨ªan, y ¨¦se siempre es ¨¢rduo problema si no se quiere torear. Los toreros suelen decir que les van los toros que se vengan (sic), mas si, efectivamente, se vienen, a muchos les entra la tembladera; y se van.
Tirando l¨ªneas estuvo Emilio Mu?oz, con aires pintureros Juan Mora, y en realidad procuraban pasarse el toro lo m¨¢s lejos posible de sus augustas personas. Durante el ¨²ltimo tercio de varas cayeron juntos por casualidad, hombro con hombro; un aficionado les se?al¨® gritando: "?Mirad, la parejita!", y otros, al advertirlo, corearon: "?Que se besen, que se besen!".
Pep¨ªn Liria podr¨ªa hab¨¦rseles unido porque si no tir¨® l¨ªneas ni intentaba pinturer¨ªas, disimulaba su tosquedad, su destemplanza y su destoreo con ademanes tremendistas, lo cual desvelaba impericia para torear unos toros tan j¨®venes, desmedrados e inocentes, que daban pena. Triste penar en la tarde penosa de esta interminable feria, que ya parece una penitencia.
Babelia
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