EL CUADERNO DE VALDANO
Cien a?os de dignidad. Una nueva religi¨®n (la del deporte) rendida a un nueva diosa (la televisi¨®n). Un lugar de encuentro cuadrado, ubicuo, apasionante, est¨²pido y ya insustituible. Ah¨ª, en el territorio de la televisi¨®n, el rito se entiende con el espect¨¢culo y el esp¨ªritu ol¨ªmpico se deja acunar por las garras del capitalismo. Quiz¨¢ porque la misma televisi¨®n nos vacuna todos los d¨ªas contra el asombro, estamos poco dispuestos a dejarnos sorprender por los alardes de la inauguraci¨®n. Sin embargo, cien a?os despu¨¦s, lejos de Atenas, empiezan los Juegos y logramos olvidarnos del negocio para ponernos honestamente alertas. El atleta enfrent¨¢ndose a sus semejantes, al tiempo y al espacio, sin resignarse a los l¨ªmites. La emoci¨®n nunca se gasta ante la soledad del hombre que lucha por la gloria sabiendo que acecha el fracaso. Todo vano pero grandioso, con esa dignidad que nos descubre el honor de la superaci¨®n llevado al extremoAlgo es algo. Bertrand Russell escribi¨®: "Aquel que espera que llegar¨¢ un d¨ªa en el que sea posible abolir la guerra deber¨ªa pensar seriamente en el problema de satisfacer de un modo inofensivo los instintos que hemos heredado de largas generaciones de salvajes". Comienzan los Juegos Ol¨ªmpicos y su ¨²nico efecto apaciguador fue el de suspender durante 15 d¨ªas las condenas a muertes en el Estado de Georgia. La onda expansiva de la paz que propone el deporte es siempre insuficiente. Habr¨¢ que seguir buscando un sustitutorio m¨¢s eficaz para nuestros instintos menos presentables.
El derecho a la ilusi¨®n. ?Por qu¨¦ negar la esperanza inicial? La FIFA, cuidadosa del prestigio y el negocio de la Copa del Mundo, siempre recel¨® de los Juegos Ol¨ªmpicos. La limitaci¨®n de la edad de los jugadores sirve para quitarle galones a la competici¨®n, pero tambi¨¦n para distinguirla. Los Juegos Ol¨ªmpicos son a los mundiales lo que el parvulario al cole. No resulta dif¨ªcil imaginar un campeonato algo m¨¢s desprejuiciado que la ¨²ltima Eurocopa, porque la juventud tiende al atrevimiento y porque los equipos, permeables al ambiente festivo de los Juegos Ol¨ªmpicos, encontrar¨¢n las condiciones adecuadas para que el f¨²tbol se desmelene, pierda la cordura t¨¢ctica que lo oprime y se haga soluble a la ordenada org¨ªa de los Juegos. Finalmente, porque no es posible lograr jugar peor que en la Eurocopa.
Con el f¨²tbol no se juega. Sin embargo, la contaminaci¨®n de la seriedad siempre acecha; a los 23 reglamentarios a?os el entusiasmo l¨²dico ya est¨¢ domesticado por el profesionalismo y para atenuar cualquier brote de audacia se permiten tres jugadores sin l¨ªmites de edad. Varios equipos, adem¨¢s, han viajado con los entrenadores de las selecciones mayores; Javier Clemente estar¨¢ al frente de Espa?a; Daniel Pasarella, de Argentina, y Mar¨ªo Zagalo, de Brasil, no sea cosa que los chicos piensen que el f¨²tbol es un juego.
Olfateando talentos. incluso quienes tenemos la misi¨®n de mirar llevamos un ¨¢nimo m¨¢s relajado, como de aventureros dispuestos a descubrirles astros al futuro. Lean este telegrama: Fecha: 1961. Belfast. Irlanda del Norte. STOP. Para: Matt Busby. Manager Manchester United Footbal Club. STOP. De: Bop Bishop. STOP. Mensaje: He encontrado un genio. STOP. Fue as¨ª c¨®mo un ojeador del Manchester hizo aparecer en escena a George Best. Esta historia siempre me gust¨® porque deja claro que el gran jugador no se hace, aparece. De manera que ustedes sigan viviendo como si nada, ni siquiera compren el peri¨®dico, en el caso de que los Juegos Ol¨ªmpicos nos descubran alg¨²n genio, yo les mando un telegrama a cada uno. Un saludo a la belleza: si se trata de renovar la ilusi¨®n hay que hablar de Brasil. Ah¨ª vienen con la m¨²sica de siempre: tic, tic, tic. Escuchemos con respeto a Jorge Amado: "... Blancos, negros e indios mezclaron en un inmenso lecho de amor, sus sangres, sus dioses, sus ritmos, sus gustos, para formar un pueblo de inmensa dulzura, de una cordialidad poco vulgar, pac¨ªfico, inteligente a m¨¢s no poder, con un extraordinario don para la creaci¨®n art¨ªstica". Ah¨ª vienen los brasile?os: tic, tic, tic, y es bueno que sepan, sin p¨¦rdida de tiempo, que ante su f¨²tbol nos quitamos, elegantemente, el sombrero.
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