Reunitis de julio
Por alguna raz¨®n misteriosa, julio excita y acrecienta los deseos de reuni¨®n en esta empresa situada en el piso 17 de una de las cajas de zapatos transparentes de Madrid. La soledad, quiz¨¢, de los aires acondicionados y de las tardes junto a las piscinas con cloro. El deseo de actividad. La necesidad de ir preparando la etapa que comienza en septiembre (obs¨¦rvese el vocabulario cicl¨ªstico, que tambi¨¦n renace en julio), y el temor de que en la competencia est¨¦n haciendo lo mismo. Lo est¨¢n: en julio la competencia, que a su vez compite con otra competencia hasta cubrir toda la ciudad con la red de un inmenso campeonato, se re¨²ne en otro piso enmoquetado de otra caja de cristal, en sesiones de agua mineral y memor¨¢ndums cuyo parecido con otras diez millones, por todo Occidente, nos estremecer¨ªa en el caso de que lo vi¨¦semos de golpe.
Aunque las reuniones comienzan m¨¢s o menos a su hora, pues son pocos los que se arriesgan a llamar la atenci¨®n por una tonta impuntualidad, los asistentes, (salvo los pelotas: siempre hay al menos un Pelota) procuran dar la impresi¨®n de que realmente no es tan importante y entran a la reuni¨®n en mangas de camisa, con el adem¨¢n perezoso, contando an¨¦cdotas sobre el Tour o las Olimpiadas, cuando hay, y haciendo bromas: siempre las mismas bromas y casi siempre de arriba hacia abajo.
Lo curioso es que en el fondo de esta actitud relajada, como en una civilizaci¨®n antigua, reposa una gran sabidur¨ªa. Tienen raz¨®n: para saber hasta qu¨¦ punto no son importantes las reuniones de julio -sobre todo las de julio, qui¨¦n sabe por qu¨¦- bastar¨ªa con suprimirlas. Como sospechamos todos, no pasar¨ªa nada. Entre: otras cosas porque por lo general nadie se acuerda de ellas en septiembre, al regreso de vacaciones. Entonces se hacen reuniones para recordar qu¨¦ fue lo que se acord¨® en julio, comprobar hasta qu¨¦ punto es inviable lo que se decidi¨®, o lo que decidieron otros en ausencia de la mitad del staff (en esos sitios a la directiva se le llama staff), y enlazar con la verdadera tradici¨®n madrile?a, aquella en la que sabemos exhibir nuestro talento auton¨®mico, la improvisaci¨®n. Esas reuniones de septiembre duran el doble pero en algo hay que ocupar las ocho horas (como m¨ªnimo) por las que nos pagan. De todas formas esa es otra historia.
De modo que los convocados llegan en mangas de camisa tras el Pelota, que lo hace presuroso,, eficaz y con cara de gusto, y se sientan. El orden de las llegadas es, m¨¢s que el grosor de las moquetas en los despachos, las iniciales en las camisas o el precio de las corbatas, una buena pista sobre la verdadera distribuci¨®n del poder en el piso 17. Por ejemplo, si durante tres reuniones el Cuarto en el escalaf¨®n se permite llegar siempre tras el Segundo, entonces es que el escalaf¨®n est¨¢ mal: Segundo (y posiblemente Tercero) van seguramente a engordar en el camino de bajada de, la Aritm¨¦tica, que como es sabido por abajo no tiene fin. (Por arriba s¨ª, por mucho que digan).
Una vez sentados con el ce?o que el sueldo le permite a cada cual, y una vez armados con l¨¢piz y papel" empieza la reuni¨®n propiamente dicha, que es cuando un sujeto. no forzosamente dotado se arranca con un mon¨®logo dram¨¢tico que no acaba nunca, sobre un tema que tampoco. Quiere decirse que con frecuencia es un tema cl¨¢sico, mil veces hablado ya, y sobre el que por caprichosas razones se vuelve como a un g¨¦nero: casi siempre son temas filos¨®ficos por cuanto, pese a cualquier apariencia de sencillez o incluso simpleza, ninguna soluci¨®n les puede alcanzar. S¨®lo si no tienen soluci¨®n permiten la reiterada convocatoria de m¨¢s reuniones en el futuro.
Aunque parecer¨ªa el punto de partida, ese mon¨®logo constituye el eje de la reuni¨®n y su objetivo ¨²ltimo. Luego viene el turno de opiniones, en el cual los Pelotas tienen la ocasi¨®n de reiterar su adhesi¨®n, caiga quien caiga, y algunos asistentes con vocaci¨®n dram¨¢tica pueden exhibir su genio, sobre todo ante los nuevos,. Alg¨²n antiguo rebelde ironiza sobre algo, cuesti¨®n de cumplir con su papel y con su espejo, y unos cuantos dibujan concentradamente inquietantes tri¨¢ngulos apretados en la esquina de una hoja sobre la que han escrito el esquema de un esbozo de un gui¨®n que no revisar¨¢n nunca.
Y as¨ª, con ayuda del aire acondicionado y las piscinas, va pasando julio.
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