Sabios discretos

Nadie quer¨ªa que aquello se acabase. Hank Jones volvi¨® a deleitar, esta vez. a piano solo, y se erigi¨® en el gran protagonista de la tercera jornada del festival donostiarra. Su recital se bas¨® en un tonificante ramillete de temas de muy diverso calado emocional, desde el liviano Bluessette al ceremonioso A child is born, todos homogeneizados por su mano c¨¢lida y segura, por su pulsaci¨®n ponderada y su swing aristocr¨¢tico. En un d¨ªa repleto de pianistas se empez¨® por lo m¨¢s alto, por el mejor, y ni junt¨¢ndolos a pares pudo desvanecerse la imagen egregia de Jones sentado ante un teclado.Aki Takase y Yosuke Yamashita son dos nombres postineros del jazz japon¨¦s. La dama se dio a conocer a?os atr¨¢s a trav¨¦s del ex¨®tico d¨²o formado con la cantante portuguesa Mar¨ªa Joao, mientras el caballero desarroll¨® una discreta carrera en su pa¨ªs natal, hasta que decidi¨® fundar un tr¨ªo con colegas de la escena neoyorquina. Ambos en tienden el piano a la manera moderna, es decir, incluyen a Cecil Taylor en su n¨®mina de influencias, y no se privan de ning¨²n recurso por irreverente que parezca. Cualquier d¨²o de pianistas inquieta un poco de entra da, pero est¨¢s dos furias orienta les asustaron de verdad con un despliegue de tremendos racimos de notas, imponentes golpes de codos, ostinatos a granel y otros efectos de sobrecogedora truculencia que pusieron a prueba la osamenta de sus respectivos instrumentos. Despu¨¦s, un entretenido ejercicio neobarroco y el rhythm-A-ning mon kiano suavizaron la impresi¨®n inicial y advirtieron que la pareja pisa con aplomo sobre cualquier terreno estil¨ªstico. Ya entonces dio la impresi¨®n de que entre las cuatro paredes del sal¨®n de plenos del Ayuntamiento se iba a escuchar la mejor m¨²sica del d¨ªa.

Los dos conciertos de la plaza de la Trinidad no figurar¨¢n en la cr¨®nica de memorable del festival. El de Terence Blanchard, por una elecci¨®n tem¨¢tica equivocada, y el del septeto de Horace Silver, sencillamente, por agravio comparativo con el pasado. El trompetista, sin duda uno de los mejores del momento, cedi¨® protagonismo a un cantante engolado y efectista para repasar algunas piezas de su ¨²ltimo disco, dedicado a la m¨²sica del compositor brasile?o Ivan Lins. Blanchard no se hall¨® confortable en ning¨²n momento y casi se pudo palpar su lucha interna por hermanar un idioma que conoce parcialmente con otro que domina a la perfecci¨®n.

El problema de Silver estriba en que su impresionante historia, coarta sus intentos de permanecer vigente. Su ¨²ltimo disco, The hardbop grandpop aparece repleto de estupendas melod¨ªas sin malicia que revolotean sobre un swing mullido y optimista. M¨²sica menor en comparaci¨®n con la imbatible escuadra de composiciones que abrieron camino al hard bop. De ¨¦stas, el cuarto pianista de la jornada s¨®lo ofreci¨® el celeb¨¦rrimo Song for myfather al frente de un septeto de correctos desconocidos.

Pero el d¨ªa no pod¨ªa acabar as¨ª y Hank Jones regres¨® de madrugada al escenario del milagro de la tarde para destapar otro ratito su inagotable tarro de las esencias. La incorporaci¨®n de Blanchard a su tr¨ªo en un par de t¨ªtulos dio ocasi¨®n de paladear al inusual Jones bopper, todo un lujo que el festival donostiarra le reconoci¨® entreg¨¢ndole una placa conmemorativa, tal y como el a?o pasado se hizo con el entra?able trompetista Doc Cheatham.