"Me miraba y no pude salvarle"
Supervivientes y voluntarios relatan al amanecer su desconcierto y su impotencia
"Pas¨® un ni?o, arrastrado por el agua. Iba r¨¢pido. ?Dios! ?Dios! ?Salve a mi hijo, s¨¢lvelo! O¨ª los gritos. Vi su cara. Hab¨ªa casi metro y medio de agua. Yo lo intent¨¦ y no pude. Me faltaron unos cent¨ªmetros, apenas me manten¨ªa agarrado a un ¨¢rbol con una sola mano. El ni?o no me vio pero su madre, dentro de una caravana, me miraba. Me miraba a m¨ª y no pude salvarlo. El cr¨ªo fue alej¨¢ndose hacia la carretera y se perdi¨®. No s¨¦ nada de ¨¦l. Quince minutos despu¨¦s todo hab¨ªa pasado. Y ?sabe? Lo peor de todo es que la caravana no estaba, la madre no estaba, el ni?o tampoco. Lo peor es que no s¨¦ ni qui¨¦nes eran, ni si est¨¢n vivos o muertos ..."Cuando Ram¨®n, 38 a?os, vecino de Barcelona, soltero, recuerda los que han sido los peores momentos de su vida, se tiene que enjugar las l¨¢grimas. "Ese chico, pasando por delante de m¨ª, apenas unos segundos y el c¨¢mping como un torrente", repite entre sollozos mientras mira al suelo. Ram¨®n recorre el espacio embarrado e. irreconocible donde apenas unas horas antes compart¨ªa caravana con unos amigos. "No s¨¦ ni d¨®nde est¨¢ mi coche, tampoco la caravana... Tampoco s¨¦ d¨®nde est¨¢n mis amigos, Sergi y Ant¨®n. Por favor, que no est¨¦n muertos. Por Dios, ?qu¨¦ ha pasado?", a?ade.
Son las 7.45. Ram¨®n descubre algunas pertenecias a 30 metros de distancia de la terraza n¨²mero 5 donde acampaba. Efectivos de la Guardia-Civil precintan un mar de despojos para evitar que los robos, que ya han jalonado la noche, sigan produci¨¦ndose. "Por favor, identifique sus cosas", le ruegan los servicios de salvamento al catal¨¢n. "No me importan mis cosas, me importan mis amigos y no s¨¦ d¨®nde est¨¢n", responde. En cuclillas, vistiendo chancletas, camiseta y un ba?ador, a nueve grados de temperatura, repite, sin dar cr¨¦dito a la espeluznante realidad: "?Pero, Dios m¨ªo,- qu¨¦ ha pasado?".
No muy lejos de all¨ª, Vila siente vibrar su coraz¨®n. Algo se ha movido debajo de unas lonas. La Guardia Civil se apresura a despejar un mont¨®n de ramas y barro. "Vinimos el jueves de la pasad¨¢ semana desde Sant Cugat, en Barcelona. Somos un grupo de ocho personas que pens¨¢bamos quedarnos hasta el 18 de agosto. Ayer", explica esta mujer mientras llora de alegr¨ªa al comprobar que lo que se mov¨ªa era su perra Lara, "fuimos a Artoust, en Francia. Al volver paramos a hacer unas compras y se nos hizo tarde. Llov¨ªa tanto que decidimos esperar antes de regresar al c¨¢mping. Eso nos salv¨®. Como ve, ni las caravanas ni las tiendas est¨¢n aqu¨ª. Todo ha desaparecido".
"Fue como una ola gigantesca. Lleg¨® en un minuto. Yo estaba jugando al mus en la caravana con unos vecinos y sentimos que se mov¨ªa", explica Francisco Mart¨ªnez, de Madrid. "Ellos salieron hacia sus tiendas y ya no les vi m¨¢s. La caravana empez¨® a caer. Yo creo que nos arrastr¨® m¨¢s de 50 metros hasta que se qued¨® embarrancada sobre un muro. El ruido era infernal. Ni mis hijos ni yo hemos sufrido da?os. Pero cuando baj¨® el nivel del agua vimos, apenas a 20 metros, el cad¨¢ver de un hombre, sepultado por piedras. Los ni?os comenzaron a llorar. No pod¨ªamos moverlo y fue horrible".
In¨¦s y Patxi llegaron el martes a mediod¨ªa desde San Sebasti¨¢n. "Hemos estado en Panticosa y paramos a ver Biescas. Llov¨ªa tanto que no pudimos volver. Quiz¨¢ por eso estamos vivos". La pareja guipuzcoana hab¨ªa paseado por el barranco del desastre d¨ªas atr¨¢s. "Apenas bajaba agua y parec¨ªa estar muy bien encauzada", recuerdan.
Entre los equipos de rescate, un hombre joven deambula de un lado para otro. Mira a los periodistas y pregunta: "?Qu¨¦ puedo hacer? No encuentro a mi mujer". Joaqu¨ªn Membrado, que junto a otras tres personas, todas' ellas de H¨ªjar, en Teruel, se ha salvado de la cat¨¢strofe, no da cr¨¦dito a lo que ve. "Ayer fuimos a Lourdes. Est¨¢bamos en el c¨¢mping desde el s¨¢bado. Era un sitio magn¨ªfico. Hab¨ªamos venido con un todoterreno prestado que ha desaparecido con la tromba. Nosotros hemos dormido en un hotel e Escarrilla".
El camping a¨²n exhibe el r¨®tulo de "completo" junto a a recepci¨®n. Ah¨ª, aIgunos soldados comentan la an¨¦cdota de dos navaros, padre e hijo, que se desplazaron hasta Pamplona para presenciar el partido de f¨²tbol entre el Milan y Osasuna. Al volver se toparon con el desastre. La esposa est¨¢ ingresada en el Hospital de Jaca y los suegros, atendidos en casas particulares de Biescas.
A Pedro G¨®mez, vecino de Burgos, no se le olvidar¨¢ nunca este d¨ªa. "Hab¨ªa llegado a media tarde con unos amigos de Vitoria. Est¨¢bamos terminando de recoger la mesa porque hab¨ªamos comido tarde. Entonces comenz¨® a entrar agua, que tuvimos que achicar. De repente, o¨ªmos un gran ruido por arriba. ?Qu¨¦ baja por ah¨ª?, nos preguntamos. Apenas segundos despu¨¦s vimos pasar caravanas, coches y tiendas hacia abajo, con mucha gente dentro. Se o¨ªan gritos. El torrente, fort¨ªsimo, no ces¨® hasta pasado un cuarto de hora. Nuestra caravana empez¨® a caer y tuvimos que salir. Aguantamos agarrados a los ¨¢rboles para que no nos llevara la corriente. Fue insoportable".
El espacio del valle, salpicado por pedazos de asfalto arrancados. y puentes destruidos, se iluminaba por la noche para la b¨²squeda de los desaparecidos. I?¨¢ki, miembro de la asociaci¨®n DYA, descansa tomando un caf¨¦. "Es terrible. Caminas y descubres manos o cabezas semisepultadas, sobre todo en la parte baja, junto al r¨ªo G¨¢llego. Hay una persona muerta a la que no conseguimos sacar. Est¨¢ enterrada en el lodo y tiene un gran fragmento de asfalto oprimi¨¦ndole", explicaba el voluntario.
Javier y Ana, vecinos de la localidad navarra de Falces, se salvaron porque estaban en el bar del c¨¢mping. "Hab¨ªa bastante gente dentro. Comenzamos a preocuparnos cuando entr¨® el agua. Los due?os nos hicieron subir al primer piso, una vivienda particular, donde nos resguardamos. Ve¨ªamos pasar coches y caravanas a gran velocidad y no pod¨ªamos hacer absolutamente nada, nada", relata ¨¦l con una mueca de impotencia.
Avanza la ma?ana. Televisores, sacos de dormir, carteras, bicicletas, se agolpan junto a la entrada del c¨¢mping. No tienen due?o reconocido. Juguetes y zapatillas se secan al sol. Una bandera francesa que nadie sabe de d¨®nde ha salido sirve de improvisado sudario para un ¨²ltimo cad¨¢ver sepultado bajo una caravana, apenas a diez metros del imponente r¨®tulo que a¨²n desaf¨ªa, en pie, la realidad: "C¨¢mping Las Nieves. Primera categor¨ªa".
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