Minucias
La cat¨¢strofe hace visible al objeto que ten¨ªamos desterrado, lo eleva a sujeto al incorporarse a nuestras vidas como enemigo. Caminos de indiferenciaci¨®n que deber¨ªan llevar a comprender que no s¨®lo somos lo que inspiramos, comemos y miramos sino tambi¨¦n lo que tiramos. Es lo que pasa la l¨¢bil basura coru?esa. De pronto se resquebraja nuestro aparente control sobre lo desechado y descubrimos que las altas dosis de despilfarro acechan como fiera hambrienta, como los caprichos del clima o los escalofr¨ªos del subsuelo.Y es que poco o nada resulta ahora tan activo como la degradaci¨®n ambiental que cosechan nuestros desechos. No es poco que ahora toda suerte de comentarios se paseen por las columnas period¨ªsticas de pol¨ªtica, adem¨¢s de por las de sociedad y ciencia. Cabe considerar incluso como excelente s¨ªntoma el que lo ecol¨®gico haya aparecido incluso en las p¨¢ginas de cultura. Parece, y lo celebramos, que el episodio calamitoso del momento ha hecho aflorar dormidos compromisos con la salud de? ambiente., Casi nunca anticipadores. Casi nunca con los suficientes reflejos o medios para una actuaci¨®n decidida y r¨¢pida. No se acaba de comprender la reticencia del Ministerio de Medio Ambiente en ser prontamente solidarios con los habitantes de La Coru?a y aleda?os. Si se ha actuado con excelente contundencia en Anchuras, cab¨ªa esperar lo mismo con algo que afecta a casi todos como sucede con lo que empobrece al oc¨¦ano.
Ya se abord¨® aqu¨ª, no hace mucho, que la primera producci¨®n de nuestra econom¨ªa es algo que tiramos: residuos. Es m¨¢s, tenemos vertederos como ¨¦se en casi todos los rincones. Varios miles carecen de las m¨ªnimas condiciones de seguridad. Y absolutamente todos acaban siendo altamente da?inos. Lo ha reconocido la EPA, agencia norteamericana del medio ambiente. Los centenares de miles de compuestos qu¨ªmicos que se combinan en los basureros acaban destilando una sopa infecta e infectante que invariablemente contamina suelos y aguas subterr¨¢neas y superficiales. Si los quemamos sucede lo mismo, s¨®lo que el veneno circula m¨¢s liviano por los aires. Valdeming¨®mez, en Madrid, nos lo ha recordado. Los casi dos millones de toneladas de residuos t¨®xicos y peligrosos que en las Espa?as ni siquiera van a dep¨®sitos localizados, desbordan la imaginaci¨®n, pero no han merecido nunca el comentario de los especialistas.
Pese a querer darle opacidad, el de las basuras es tema perspicuo, ubicuo y demasiado conspicuo: lo que tiramos se queda. Luego se activa a su antojo para atentar contra lo vivo y especialmente contra sus antiguos due?os. La no soluci¨®n para lo que se hace ingente, el que no haya aparcamiento adecuado para ning¨²n residuo, deber¨ªa: movilizar bastante m¨¢s que epis¨®dicamente nuestras reflexiones. Esa irresoluble paradoja es probablemente la que da sentido a las apuestas ecol¨®gicas m¨¢s constructivas: la ¨²nica basura controlada es la que no se genera en nuestros propios hogares. De ah¨ª que la cicater¨ªa en el proyecto de nueva ley de envases y embalajes parezca una m¨¢s de las claudicaciones del Gobierno ante los empresarios, que no entienden que a menores envoltorios y contenedores menos facturas ambientales, las m¨¢s caras, pagaremos.
A¨²n as¨ª nada circula m¨¢s libremente que los contaminantes, al tiempo que siguen proyect¨¢ndose basureros en lugares altamente inadecuados, como ahora mismo en Le¨®n, como el que quieren ubicar en el Teso del Rebog¨¢n, para mayor incongruencia en el lugar denominado camposagrado que, si la sensatez no lo remedia pronto, ser¨¢ profanado. Aqu¨ª restalla la incongruencia de que sean las mismas autoridades que consideraron a ese Jugar como de alto inter¨¦s ambiental las que ahora aprueben la construcci¨®n all¨ª de un vertedero nada menos que provincial.
Queda pues mucho que plantearnos. sobre lo m¨¢s insostenible de nuestro modelo de vida que tal y como est¨¢ encauzado podr¨ªa llegar a reventar la polarizaci¨®n. Porque si la basura ya es a menudo el sujeto, el protagonista, nosotros, entregados a la idolatr¨ªa de las cosas y a la ceguera de las consecuencias, podr¨ªamos acabar siendo, como ellas, objeto.
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