Balones a Redondo
Los reporteros confirman que Fernando Redondo completa su puesta a punto en los talleres de Alfonso del Corral. En un definitivo intento de asimilar sin problemas la pr¨®xima patada, se ha sometido a un intenso plan de vivisecci¨®n mental. M¨¢s o menos las cosas han sido as¨ª: primero ha conseguido verse a s¨ª mismo como uno de esos desollados mu?ecos de pl¨¢stico que ambientan las aulas de medicina; luego ha identificado cada nervio, cada vaso y cada estr¨ªa de su pierna izquierda con una devoci¨®n casi m¨ªstica, como lo har¨ªa un yogi, y se ha impuesto el esfuerzo f¨ªsico necesario para que puedan proteger solidariamente el ligamento lateral interno, ese maltrecho cordel de peonza contra el que acostumbran a disparar camorristas y defensas centrales. Atrapado entre el puls¨®metro y la ecograf¨ªa, se ha blindado la rodilla con un escudo muscular.Vista la ramploner¨ªa del juego de su equipo, en el exterior se le reclama con urgencia. Sin embargo, la vida sigue sin novedad: Capello pasea su perfil de centuri¨®n por las boutiques de Mil¨¢n, coquetea con la c¨¢mara, se pavonea ante los chicos de La Gazzetta dello Sport y, reforzado en sus convicciones cuarteleras, vuelve a Madrid con su pizarra de plomo. Tres semanas m¨¢s en el liderato y conseguir¨¢ convencemos de que para jugar al f¨²tbol no hace falta una pelota. Cuando lo haya logrado, el mundillo art¨ªstico madrile?o tendr¨¢ una impagable deuda con ¨¦l. Agotados por el petardeo italiano, llenos de moratones y ensordecidos por tanto balonazo a los carteles de publicidad, los espectadores abandonar¨¢n en masa el estadio Bernab¨¦u y llenar¨¢n, de una vez por todas, teatros, parques, bibliotecas, salas de conferencias, chiringuitos financieros y otras casas de cultura.
Pero el asunto es que Fernando se repone y que no dejar¨¢ de recordar las paradojas de su propia carrera. Hace dos a?os, cuando jugaba como un emperador, los polemistas del f¨²tbol le discut¨ªan, y ahora, cuando est¨¢ lastimado, resulta que aquel juego brilla por su ausencia. Por cierto, ?qu¨¦ fue de la pol¨¦mica sobre Milla y ¨¦l? No hay respuesta; por razones del h¨ªgado que la cabeza no entiende, Milla se desvanece en el banquillo y los milleros se han esfumado en las hemerotecas como la capa del comendador.
Y dentro de unos d¨ªas volver¨¢ Fernando, el medio centro de la ¨²ltima Selecci¨®n Mundial, y Capello dir¨¢ Un buen futbolista puede jugar en cualquier parte, y le confinar¨¢ en la banda izquierda para ningunearle. Y a partir de entonces, y como ya se ha dicho, s¨®lo nos quedar¨¢ un recurso desesperado: la desobediencia civil.
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