El sospechoso bigote de Nietzsche
El profesor Eloy Terr¨®n recuerda la 'caza de brujas' en la Universidad durante los a?os sesenta
En febrero de 1977 hace casi dos d¨¦cadas, los peri¨®dicos nacionales se hac¨ªan eco de un escrito que un centenar de profesores universitarios hab¨ªa dirigido al rectorado de la Complutense para pedir la readmisi¨®n de un colega suyo. Eloy Terr¨®n. ?ste hab¨ªa cruzado por ¨²ltima vez la puerta del departamento de Etica y Sociolog¨ªa de la Facultad de Filosof¨ªa y Letras en 1965, por negarse a ocupar el puesto de Jos¨¦ Luis L¨®pez Aranguren, separado de su c¨¢tedra por motivos pol¨ªticos, y en protesta por la expulsi¨®n de un grupo de profesores entre los que se encontraban Enrique Tierno Galv¨¢n y Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo.Para sus alumnos fue la mejor lecci¨®n de ¨¦tica" que pod¨ªan recibir, tal como escribieron en una emotiva carta de despedida, que Terr¨®n todav¨ªa conserva y que dice textualmente: "Nos sentimos orgullosos de haber tenido en nuestra especialidad a dos maestros [se refieren a ¨¦l y a Aranguren] cuyo ejemplo de honradez siempre seguiremos".
Desde su domicilio en la madrile?a calle de Lope de Rueda, el veterano profesor, de 77 a?os, recuerda el clima de sospecha en el que se viv¨ªa en la universidad madrile?a cuando ¨¦l lleg¨® en 1954. Cuenta, para ilustrar c¨®mo era el ambiente, una an¨¦cdota que protagoniz¨® el catedr¨¢tico de Historia Antigua Santiago Montero D¨ªaz, quien recibi¨® una seria advertencia del decanato por atreverse a colocar en su despacho un retrato del dictador comunista Stalin. El catedr¨¢tico amonestado se qued¨® estupefacto. El hombre de grueso mostacho que aparec¨ªa en el cuadro en cuesti¨®n no era otro que el fil¨®sofo alem¨¢n Friedrich Nietzsche.
"Nos mov¨ªamos en un mundo oscuro y t¨¦trico. En la Facultad de Filosof¨ªa hab¨ªa una serie de personajes extra?os, ignorantes, que no se sab¨ªa c¨®mo hab¨ªan llegado all¨ª y que ejerc¨ªan una aut¨¦ntica caza de brujas. Estaba adem¨¢s el sindicato de estudiantes (SEU), de afiliaci¨®n obligatoria y responsable del control pol¨ªtico sobre profesores y alumnos. Los estudiantes a pesar de pertenecer en su mayor¨ªa a la clase dominante, se sent¨ªan tan manipulados que en 1956 organizaron la primera manifestaci¨®n para pedir la supresi¨®n del SEU, que acab¨® con la muerte de un joven. Un alumno lleg¨® a escribir en un art¨ªculo: 'Nosotros, los hijos de los vencedores, estamos en contra de su victoria y rechazamos el papel que nos asignan".
Pero la represi¨®n m¨¢s grave se produjo nueve a?os despu¨¦s, en 1965, tras una manifestaci¨®n estudiantil que hab¨ªa tenido lugar en marzo. "Los responsables del Ministerio de Educaci¨®n estaban obsesionados por demostrar que alguien, en la sombra, dirig¨ªa las protestas y represaliaron a los profesores que estaban en el centro de su adversi¨®n ideol¨®gica. Yo, como adjunto de la c¨¢tedra de ?tica, estaba obligado a sustituir a Aranguren. Para hacer el mayor da?o posible, dimit¨ª cuando ya hab¨ªa comenzado el siguiente curso y as¨ª no dar tiempo al decanato a reorganizar el departamento", se?ala Eloy Terr¨®n, quien se cas¨® con un alumna, Mari Lola C. Garc¨ªa-Mosc¨®n, una madrile?a con la que ha tenido cuatro hijos.
Su solidaria actitud tuvo para su carrera fatales consecuencias, aparte del descalabro econ¨®mico, del que prefiere no hablar. Entonces ten¨ªa 46 a?os y no pudo regresar a la universidad hasta finales de 1979, cuando apenas le faltaban cinco a?os para jubilarse. Tras su marcha, Terr¨®n se dedic¨® a trabajar con el bi¨®logo e investigador Faustino Cord¨®n, como responsable del servicio de Documentaci¨®n Cient¨ªfica.
Los problemas no acabaron aqu¨ª. Cuando llevaba ya cuatro a?os fuera de la universidad, recibi¨® en su casa, la tarde del 29 de enero de 1969 la visita de la polic¨ªa. Los agentes mostraron un oficio de la Direcci¨®n General de Seguridad por el que deb¨ªa trasladar inmediatamente su residencia al pueblo extreme?o de Guade?a. Sin m¨¢s explicaci¨®n, esa misma noche fue escoltado hasta aquella localidad y obligado durante cuatro meses a presentarse dos veces al d¨ªa al cuartel de la Guardia Civil. "Probablemente alguien me denunci¨®, pero nunca supe ni qui¨¦n ni el motivo por el que lo hizo".
Este profesor, hijo de campesinos pobres, que comenz¨® a trabajar a los 13 a?os en las minas de El Bierzo, realiz¨® una fruct¨ªfera labor con el equipo de investigaci¨®n de Cord¨®n. Se meti¨® de lleno en la biolog¨ªa y public¨® varios trabajos de divulgaci¨®n cient¨ªfica relacionados con la alimentaci¨®n humana, y sigui¨® vinculado a la docencia desde el decanato del Colegio de Doctores y Licenciados. En 1977 se inici¨® la readmisi¨®n en la universidad de los profesores expedientados por motivos pol¨ªticos, pero Terr¨®n no fue incluido en la lista. El Ministerio de Educaci¨®n aleg¨® que ¨¦ste hab¨ªa abandonado la universidad por voluntad propia. Su excesivo pudor y discrecci¨®n le im ped¨ªa reclamar, pero gracias al apoyo de un centenar de profesores, su caso apareci¨® en los titulares de todos los diarios. Por fin, a finales de 1979, Eloy Terr¨®n volvi¨® de nuevo a las aulas universitarias, en la Facultad de Ciencias de la Informaci¨®n, donde imparti¨® clases hasta que se jubil¨®. En 1988 recibi¨® del Ministerio de Educaci¨®n la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio, y ha ocupado hasta hace pocos meses la presidencia del Club de Amigos de la Unesco y de la Fundaci¨®n Primero de Mayo de CC OO.
En la actualidad, aquejado de la enfermedad de Parkinson, contra la que lucha sin des¨¢nimo, sigue ejerciendo el noble oficio de pensar y acaba de terminar un libro, La conciencia, ese conocimiento que conoce, en el que culmina todo ese largo proceso de pensamiento. Eloy Terr¨®n ha recibido recientemente el homenaje del Ayuntamiento del pueblo leon¨¦s de Fabero, donde naci¨®. Sus paisanos se sienten orgullosos de este "intelectual riguroso, honrado, solidario con la persona y entregado al bien com¨²n". All¨ª ha presentado su ¨²ltimo libro publicado, Los trabajos y los hombres, y ha sido nombrado hijo predilecto del lugar. Una plaza del pueblo llevar¨¢ siempre su nombre.
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