Sangre, sudor y l¨¢grimas
A principios de los a?os ochenta, nada m¨¢s llegado el PSOE al poder, el entonces todopoderoso ministro de Econom¨ªa y Hacienda, Miguel Boyer, anunci¨® a los ciudadanos que habr¨ªa necesidad de un ajuste econ¨®mico durante toda la d¨¦cada; ello truncaba las tesis de los expansionistas que, en aquel momento, entend¨ªan que tras una primera legislatura socialista de estabilizaci¨®n habr¨ªa otras m¨¢s n¨ªtidamente redistributivas y no s¨®lo de modernizaci¨®n del aparato productivo.M¨¢s de diez a?os despu¨¦s, y en pleno proceso de austeridad dentro de la carrera por llegar a tiempo a la cita de la convergencia, el gobernador del Banco de Espa?a, Luis Angel Rojo ha declarado que los sacrificios continuar¨¢n despu¨¦s: "El presupuesto de 1997", dijo en el Congreso de los Diputados, "es una pieza de una sucesi¨®n de piezas presupuestarias que tienen que implicar m¨¢s eficacia en, la gesti¨®n p¨²blica y una serie de reformas", en el contexto de la necesidad de perseverar en el ajuste, m¨¢s all¨¢ de la entrada en la UEM.
Es decir, que la pol¨ªtica econ¨®mica oficial de sangre, sudor y l¨¢grimas habr¨¢ durado, m¨¢s all¨¢ de otros intentos anteriores con la UCD, un cuarto de siglo. Tiempo m¨¢s que suficiente para que el instrumento (el ajuste) devenga casi en un fin en s¨ª mismo. Ello plantea un debate que comienza a abrirse con mucha timidez en la sociedad espa?ola; aparte del camino -el Tratado de Maastricht- para llegar a la UEM, ?qu¨¦ sociedad estamos construyendo para el siglo XXI? ?C¨®mo ser¨¢ la Europa unida del futuro? ?De qu¨¦ flexibilidad se dispondr¨¢ para hacer progresar el bienestar de los ciudadanos? ?Es compatible esa Europa unida y polivalente con los estadios obtenidos en el pasado de welfare y que constituyen una se?a de identidad europea? Es decir, discutamos no s¨®lo los medios, sino tambi¨¦n el objetivo, y ah¨ª incluyamos no s¨®lo los aspectos econ¨®micos, sino tambi¨¦n los Pol¨ªticos. S¨®lo facilitando una pol¨¦mica as¨ª evitaremos que el oscurantismo sirva como m¨¦todo a las fuerzas antieuropeistas.
Es en este sentido en, el que cobra toda su importancia la divisi¨®n que se ha producido estos d¨ªas en el seno de la Uni¨®n Europea sobre el alcance y la elasticidad de un pacto de estabilidad que sirva de terreno de juego para los pa¨ªses que, de una vez o por goteo, se vayan adhiriendo a la UEM a partir del 1 de enero de 1999. Es l¨®gico que si la tendencia de los ¨²ltimos a?os ha sido la de converger, no pueda producirse f¨¢cilmente un movimiento centr¨ªfugo de sentido contrario; tambi¨¦n resulta razonable que quien m¨¢s interesado est¨¦ en que las normas no cambien sea el m¨¢s poderoso, en este caso Alemania, que renuncia en el proceso de unidad europeo a su principal activo: el marco, con los problemas derivados de esta cesi¨®n en su opini¨®n p¨²blica.
El problema surge con los pa¨ªses m¨¢s alejados de la convergencia real, como el nuestro, mayormente sensibles a los problemas de la coyuntura y necesitados de hacer un esfuerzo superior en materia de inversi¨®n p¨²blica. Es imprescindible permanecer en la UEM, pero tambi¨¦n tener instrumentos para reaccionar (mayor d¨¦ficit p¨²blico o porcentaje de deuda) a las ondas bajas del ciclo. No puede ser lo mismo Alemania que Espa?a. No son equiparables id¨¦nticos niveles de desequilibrio en las cuentas p¨²blicas de pa¨ªses perfectamente desarrollados que en aquellos otros que necesitan endeudarse para conseguir parecidos niveles de infraestructuras que los primeros.
No parece oportuno recuperar el viejo concepto de colonialismo econ¨®mico ni de soberan¨ªa, pero la opini¨®n de los pol¨ªticos libremente elegidos no debe ser suplantada por la dictadura del Bundesbank, siempre en t¨¦rminos de rigidez.
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