Del presente anarquismo hispano
Visto desde hoy, sin duda resulta exagerado aquel temor de don Am¨¦rico Castro respecto a la singular tentaci¨®n ¨¢crata de la vida espa?ola. La forma m¨¢s espectacular de esa tentaci¨®n la anarcosindicalista, no sobrevivi¨® a la guerra civil. El habernos librado de una de las desgracias pol¨ªticas m¨¢s lacerantes de nuestro primer tercio del siglo XX no nos ha evitado, sin embargo, la emergencia en estos ¨²ltimos a?os de una triple ola anarquizante de ra¨ªces tanto europeas como castizas, inevitablemente reforzada por las intolerables y pefectamente evitables pr¨¢cticas de corrupci¨®n que ha conocido nuestra reciente vida pol¨ªtica. En lo sustancial, esa ola supondr¨ªa la convergencia de tres grandes impulsos: el del izquierdismo superviviente a la crisis del comunismo, el "etnoanarquismo" expresado por buena parte de nuestros nacionalismos perif¨¦ricos y el difuso anarquismo de un sector de nuestra derecha pol¨ªtica e intelectual que, a falta de mejor nombre, podr¨ªamos calificar, ennobleciendo un tanto su realidad, de anarquismo tory.
El anarquismo izquierdista es el fruto del fracaso de unas utop¨ªas igualitarias encarnadas en un movimiento comunista reforzado con el concurso del viejo anarcosindicalismo y los nuevos proyectos de catolicismo social avanzado. Enfrentado a su inca pacidad para impulsar aut¨¦nticos proyectos de transformaci¨®n revolucionaria, el anarquismo izquierdista ha tendido a disimular su impotencia mediante la acumulaci¨®n de obst¨¢culos a la vida del sistema liberal-democr¨¢tico. Roto el freno que implicaba su pretensi¨®n de representar a amplios sectores sociales, convencido de la definitiva e irrevocable traici¨®n de las clases trabajado ras, este neoanarquismo ha esta do dispuesto a la asunci¨®n de cuaIquier causa pol¨ªtica capaz de contribuir al debilitamiento del presente orden social, pol¨ªtico y econ¨®mico, tan culpable a sus ojos de los males de la sociedad como lo era la vieja patria del socialismo ante la nada del fascismo. Es posible que la actual direcci¨®n de Izquierda Unida tienda a representar esta actitud. Pero junto- a ella se observa el peso de un importante conglomerado social, decataci¨®n de todas las frustraciones revolucionarias de los ¨²ltimos veinte a?os, dispuesto a librar, en ausencia de la batalla final, toda suerte de peque?as batallas de desgaste contra nuestro presente Estado liberal-democr¨¢tico.
El fen¨®meno del "etnoacratismo" ha preocupado especialmente a los estudiosos del nacionalismo- en la Europa del Este. El anarquismo nacionalista tendr¨ªa, sin embargo, una importante presencia en la vida espa?ola. Por supuesto que. el complejo mundo de Herri Batasuna es el mejor exponente de esta. realidad, pero no puede perderse de vista la contribuci¨®n al respecto de, los nacionalismos de signo moderado. Tanto en Catalu?a como en el Pa¨ªs Vasco se siguen los pasos de Quebec en la construcci¨®n de, un complejo entramado p¨²blico no siempre f¨¢cil de encontrar en el conjunto del mundo desarrollado. Mientras se levantan aceleradamente unos poderosos "Estados" propios en tierras catalanas y vascas, se tiende a propiciar por sus correspondientes movimientos nacionalistas una pol¨ªtica de deslegitimaci¨®n y minusvaloraci¨®n del Estado espa?ol en su conjunto. Dentro de esta singular predisposici¨®n antiestatalista de nuestros nacionalismos perif¨¦ricos extramuros del Pa¨ªs Vasco y Catalu?a encaja muy adecuadamente la obsesi¨®n peneuvista con la denuncia del "terrorismo de Estado" o, dando un paso todav¨ªa m¨¢s, atrevido, del ' "Estado terrorista". Aunque quiz¨¢ sea inoportuno recordarlo, lo cierto es que, hasta hace muy pocos a?os, y si se except¨²a el caso de los directamente implicados en el crimen ninguna fuerza pol¨ªtica-espa?ola tuvo mayor proximidad al terrorismo que un nacionalismo vasco moderado capaz, para fortuna de todos, de ir rectificando un error de partida de grav¨ªsimas y todav¨ªa no superadas consecuencias. Solamente el peso del "etnoanarquismo" ha podido permitir al PNV y a EA olvidar tan delicada circunstancia y dar les ¨¢nimos para lanzarse a fondo, desde su autoproclamada condici¨®n de "dem¨®cratas de toda la vida" y desde su t¨¢cita creencia en que todo es v¨¢lido en provecho de sus reivindicaciones, a la obra de debilitamiento de un Estado democr¨¢tico espa?ol sin el que ser¨ªa impensable, entre otras cosas, el presente nivel de auto gobierno en el Pa¨ªs Vasco.
El tercer impulso anarquizante resulta el m¨¢s complejo. Precipitado de muy distintas fuentes ideol¨®gicas que podr¨ªan ir de la sombra del viejo regenracionismo hispano a la huella de un complejo catolicismo pol¨ªtico, pasando por lo que alguien defini¨® una vez como nuestro peculiar "anarcofalangismo", esta modalidad de anarquismo tendr¨ªa una notable representaci¨®n en un sector del periodismo espa?ol que ha hecho del disparo a cuanto se mueva en el horizonte raz¨®n sustancial de su existencia y de su negocio. Derribar ayer al PSOE, hacer lo propio ma?ana con el Partido Popular, constituir¨ªa la aspiraci¨®n ¨²ltima de este singular periodismo que se presenta a s¨ª mismo como independiente y profesional. En saber trascender el significado de proyectos pol¨ªticos de izquierda y derecha y en la cuidadosa concentraci¨®n de su fuego en las limitaciones y debilidades del Estado democr¨¢tico radicar¨ªa el secreto de una f¨®rmula period¨ªstica en condiciones de ser adquirida indistintamente por nost¨¢lgicos de, la dictadura de Franco y de la dictadura del proletariado. No es este tipo de periodismo, sin embargo, el ¨²nico refugio de un peculiar anarquismo de derechas que tanto atractivo ha tenido siempre en significativos sectores de nuestra vida intelectual, profesional y funcionarial tradicionalmente reticentes a la asunci¨®n de profundidad de los valores genuinamente liberal-democr¨¢ticos.
Establecidas las necesarias cautelas respecto a una tentaci¨®n casticista, y aceptada la correspondencia de esta situaci¨®n con otras realidades europeas del momento, es posible que este complejo desaf¨ªo anarquizante pudiera tener senas consecuencias para la salud de nuestra democracia en circunstancias internacionales menos favorables a las que nos han tocado en suerte. Por mucha que sea la confianza en la capacidad del sistema pol¨ªtico para relativizar y asimilar la sobrecarga de cr¨ªticas y presiones, parece imprudente, adem¨¢s de injusto, confiar poco menos que en exclusiva en esta circunstancia. La sociedad espa?ola ha demostrado, en situaciones. de excepci¨®n y de tragedia, su disposici¨®n para echarse a. la calle en defensa del Estado democr¨¢tico. Corresponde ahora a las ¨¦lites pol¨ªticas e intelectuales estar. a la altura de sus obligaciones y, proceder a una defensa tranquila, cotidiana y eficaz de la legitimidad de ese Estado mediante, entre otras cosas, el entendimiento b¨¢sico entre quienes tienen encomendada su gesti¨®n.
Andr¨¦s de Blas Guerrero es catedr¨¢tico de Teor¨ªa del Estado de la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia (UNED).
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