Maastricht, el dogma y la realidad
Los dirigentes europeos se esfuerzan para presentar en 1997 sus cuentas en orden. En orden, es decir, respetando los famosos criterios de Maastricht en sus dos puntos m¨¢s delicados: el d¨¦ficit p¨²blico ( ... ) y el endeudamiento. ( ... ). Entre declaraciones voluntaristas y realidad hay un margen, como- han se?alado seis grandes institutos econ¨®micos alemanes. Mientras el canciller Kohl lucha para imponer un presupuesto austero, las previsiones de los economistas. han producido el mismo efecto que el de un elefante en una cacharrer¨ªa. ( ... ) Oficialmente, ni responsables pol¨ªticos ni dirigentes de los bancos centrales o de las instituciones comunitarias pueden admitir una u otra hip¨®tesis. Para conservar un m¨ªnimo de credibilidad en sus pol¨ªticas tienen que repetir que criterios y calendario son sagrados. Toda afirmaci¨®n contraria se interpretar¨ªa como un s¨ªntoma de laxitud. Sin embargo, en privado, se dejan llevar por prop¨®sitos contradictorios. Cuanto m¨¢s se aproxima la fecha fat¨ªdica de la entrada en vigor de la moneda ¨²nica, menos se puede mantener p¨²blicamente la estricta ortodoxia. Si los economistas alemanes tienen raz¨®n, los pol¨ªticos no podr¨¢n evitar el tener que escoger entre dos inconvenientes: aplazar la moneda ¨²nica o interpretar los textos de Maastricht sin dogmatismo. Ser¨¢ una elecci¨®n pol¨ªtica dificil, cuyo ¨²nico criterio tendr¨ªa que ser el futuro de la integraci¨®n europea. 31 de octubre
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