V¨ªctor, el sexto Magn¨ªfico
Llamaron a V¨ªctor Fern¨¢ndez al despacho, le envolvieron en una mara?a de lamentaciones y, oportunamente tranquilizadas sus conciencias, T¨² sabes lo que me cuesta decirte esto, cumplieron con el tr¨¢mite: aprovechando un descuido, le dieron con la badila. As¨ª, al duro precio de mandar a un profesional de primer nivel a las p¨¢ginas amarillas, volvieron a demostrar que el protocolo funerario del f¨²tbol no se renueva; sigue reduci¨¦ndose a una ceremonia c¨ªnica y casposa cuyas fi guras claves son el due?o del mazo y el chivo expiatorio. El contenido literario de la vieja farsa tampoco es original; se reduce a un aburrido inventario de lugares comunes: que si es necesario un revulsivo, que si los jugadores son un patrimonio del club, que si no podemos expulsarlos a todos; que si la grada no resiste m¨¢s, que si ¨¦sta sigue siendo tu casa. Tantas vueltas para usar de nuevo uno de los m¨¢s antiguos recursos esc¨¦nicos de los aut¨®cratas: se viste a un hombre con el traje de culpable, se le da una mano de engrudo, se le empapela convenientemente, y el pueblo deja de gritar al recaudador. Quiz¨¢ no haya f¨®rmulas m¨¢s dignas en el cat¨¢logo de ejecuciones, pero el desenlace de un drama tan personal como el despido merecer¨ªa alguna clase de ali?o est¨¦tico. Habr¨ªa que ahorrar al, acusado un poco de amargura. ?C¨®mo? Buscando alg¨²n analg¨¦sico en la lista de remedios para el coraz¨®n. Tal vez bastar¨ªa con un poco de generosidad, un poco de memoria y un poco de silencio.Se iba V¨ªctor, pero se quedaba con nosotros aquella facilidad suya para plantarle cara a los m¨¢s grandes. Recib¨ªa con los brazos abiertos a todos los jugadores desahuciados en los patios de la, competencia, les pon¨ªa un frac de acero, y les dec¨ªa, de un modo o de otro, Aqu¨ª, el que no la juega como Dios manda no sale en la foto. Nombres como Chucho Solana, Esn¨¢ider, Santi Arag¨®n, Belsu¨¦, Miguel Pardeza o Nayim, el. de la par¨¢bola, se atrevieron a ¨¦sperar en zona al mismo lucero del alba y, por el camino, el Zaragoza nost¨¢lgico de los cinco magn¨ªficos comenz¨® a resplandecer sobre el duro territorio de los millonarios. En ¨¦l, V¨ªctor supo siempre que la derrota parece un fen¨®meno ¨²nico, pero es un paisaje con matices. Supo que caben muchos modos de merecerla, y, por tanto, muchos modos de llevarla puesta. Hasta el final, ¨¦l la revisti¨® con una elegancia casi heroica.
Conclusi¨®n: el f¨²tbol deber¨ªa ser asambleista. Definitivamente, es una cosa demasiado seria para dejarla en manos de los directivos.
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