Gripazo hidroc¨¢lido
Sobre la cama descomunal de la enorme habitaci¨®n del hotel, manos generosas han desparramado, para aliviar la fiebre del viajante griposo, todas las variedades d¨¦ lo que fuera fruta instintiva, ahora ya coronada con la leyenda medicinable de "la Reina de la Vitamina C": licor de guayaba, ate de guayaba, rollitos de guayaba y hasta l¨¢minas enchiladas o picositos de guayaba, dif¨ªciles de olvidar.El viajante, que hu¨ªa de la gripe espa?ola, sali¨® para aterrizar en la ciudad de M¨¦xico, donde, por vez primera en muchos anos, reconoci¨® que s¨ª, que s¨ª, que ya es casi imposible respirar, mientras la niebla industrial se espesa y le echa un pulso apocal¨ªptico a la fumarola ecol¨®gica del volc¨¢n Popocatepetl, Popo para los cuates.
Pens¨®, pues, el viajante que lo mejor era largarse a la ciudad de Aguascalientes, epicentro cordial del pa¨ªs hermano, donde sus habitantes, los hidroc¨¢lidos, tienen muy merecida fama de hospitalarios, alegres y hacendosos, am¨¦n de preocupados por la cultura y la conservaci¨®n de un paisaje donde la transparencia sea a¨²n posible. Lo son. Lo es. Todav¨ªa.
Pero antes, en el avi¨®n que transportaba al viajante hacia el lugar de su pensamiento, un poeta venezolano se puso a recoger firmas de solidaridad con F¨¦lix Grande; una azafata se enfad¨® porque a un adolescente, bracero rumbo a Tijuana, le dio la risa floja cuando ella se puso a explicar, rodeada de cachivaches anaranjados, eso de la mascarilla de Icaro, el chaleco salvapatrias y las salidas tejerianas de emergencia; hubo tiempo, en resumen, para observar que no hay vuelo sin un viajero que est¨¦ leyendo algo de Garc¨ªa M¨¢rquez, lo cual nos tranquiliza de estar volando siempre en la l¨ªnea a¨¦rea correcta. Y, entre unas cosas y otras, que vienen a ser las mismas, el fugitivo entrevi¨®, por pura y cristalina acumulaci¨®n de sospechas, que la gripe, demos las vueltas que demos, suele viajar por su cuenta.
Total, que era preciso no difuminar el mosqueo y acelerar los pasos al pisar tierra hidroc¨¢lida. La primera visita fue a una gran exposici¨®n del popular grabador Posada, nacido en el barrio de san Marcos, en Aguascalientes, y considerado por Alfonso Reyes como "nuestro Bosco de la media calle". Delicia madrugadora result¨® seguir de cerca las aventuras o colocones de don Chepito Mariguano, los cr¨ªmenes de la ¨¦poca ("Muy interesant¨ªsima noticia de los cuatro asesinatos cometidos por el desgraciado Antonio S¨¢nchez..., quien despu¨¦s del horrible crimen se comi¨® los res tos de su propio hijo") los fusilamientos pol¨ªticos, el bullicio de las pulquer¨ªas, la v¨ªspera del fin del mundo y el ballongo de las calaveras sandungueras. Periodismo como boxeo, delirio del acontecer, caricatura de todo lo divino y lo humano. Placer sumo supuso, a continuaci¨®n, encontrarse, en otro museo, con las obras de Saturnino Herr¨¢n (1887-1918), admirable pintor de Aguascalientes, tan a menudo emparentado con Zuloaga, pero que el visitante, acaso ya acosado por la gripe, vio pr¨®ximo, en su estricta ambig¨¹edad, a nuestro N¨¦stor de la Torre.
Lo sabe, gracias al poeta L¨®pez Velarde, que, poco antes de morir, a Herr¨¢n se le qued¨® paralizada la mano con la que pintaba. Varias mujeres vuelo caritativas acudieron en su ayuda. Siguiendo los deseos del enfermo, a una le toc¨® morderle la mano, a otra regalarle una sortija y a una tercera prodigarle caricias. La m¨¢s bella y virtuosa de las damas tuvo a bien preguntarle: "?Qu¨¦ quieres?" Al borde de la agon¨ªa, Saturnino respondi¨®: "Que te acuestes conmigo". Y ella, seg¨²n cuenta el poeta, se le meti¨® en el lecho del dolor sin titubeo alguno.
Mucho m¨¢s titubeante, el viajante griposo se tumba en un extrem¨® de la descomunal cama hotelera y apura el primer trago de licor de guayaba.
Babelia
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