Los 50 a?os del perfecto manipulador
David Bowie, el vampiro de las nuevas tendencias y mecenas del arte subversivo, cumple medio siglo
Durante los a?os setenta y buena parte de los ochenta, David Bowie era imbatible: el rey de los surfistas, desliz¨¢ndose majestuosamente sobre las olas del zeitgeist. Nadie como ¨¦l para captar el esp¨ªritu del tiempo dentro de la cultura juvenil; Bowie se adelantaba a las tendencias o las legitimaba con sus vamp¨ªricas aproximaciones.Abrumar¨ªa un listado completo. de sus impactos, pero se debe mencionar que aport¨® sentido teatral al circo del rock, al cambiar regularmente de -imagen-personaje; anticip¨® la ambig¨¹edad sexual del glam rock; dio pavorosa forma a las visiones apocal¨ªpticas del futuro con Diamond dogs, inaugur¨® la mitificaci¨®n de la d¨¦cada de los sesenta con Pin ups, su disco de versiones; enjaez¨® la energ¨ªa de la naciente m¨²sica disco para sus propios fines; materializ¨® la ola fr¨ªa. del techno con su trilog¨ªa berlinesa, en compa?¨ªa de Brian Eno; bendijo a los nuevos rom¨¢nticos, y abraz¨® la ¨¦tica de los a?os ochenta convirti¨¦ndose en meliflua superestrella con Let's dance.
A la vez, cultivaba afanosamente la imagen de esteta dans le vent. No lleg¨® a destacar como actor, pero incluso encarn¨® a John Merrick, el hombre elefante, en un escenario de Broadway. En sus discos se colaban composiciones de Jacques Brel, Kurt Weill y otros, autores lejanos al planeta rock. Ejerci¨® de mecenas al prestar su prestigio y dinero en diferentes ¨¦pocas a Iggy Pop. Todo ello sin dejar de ser la m¨¢s perfecta estrella del rock, El t¨¦rmino est¨¢ actualmente tan degradado y vaciado de contenido que cuesta apreciar la soberbia criatura que hizo Bowie de s¨ª mismo. Contaba con excelente materia prima -?esos ojos heterog¨¦neos!-, pero acentu¨® su otredad: su rock star era un poco alien¨ªgena, proteico, atrevido, mani¨¢tico y exquisito en gustos.
Tan sublime punter¨ªa no pod¨ªa durar. Se le disculp¨® cuando, brevemente, juguete¨® con las ideas fascistas -"el pobre David est¨¢ abusando de la coca¨ªna."Se toler¨® que relativizara su celebrada bisexualidad como un truco promocional. Se le perdon¨® que tras Lets dance lanzara discos de escasa imaginaci¨®n. Sin embargo, cost¨® cerrar los ojos ante el montaje de la gira Glass spider, que revelaba al rey desnudo una estrella con m¨¢s dinero que gusto.
Lo peor es que se hab¨ªa acostumbrado a fascinamos. Maestro en la manipulaci¨®n de los medios, Bowie tiene la habilidad para enfrentarse con el periodista y convencerle de que no hay otro sitio en el que se halle m¨¢s a gusto que all¨ª mismo. Casi al final de la entrevista, aparece una de sus ayudantes para anunciar que llega el momento del siguiente encuentro; Bowie responde entonces que no, que est¨¢ disfrutando tanto que va a prolongar la conversaci¨®n. Bien, no hay que hacerse ilusiones: esas extensiones de la reuni¨®n ya est¨¢n programadas en el plan de trabajo.
Tales artes fracasaron cuando quiso purificarse contando que se hab¨ªa sumergido en el anonimato de un cuarteto de rock llamado Tin Machine. No es que Tin Machine fuera un grupo horrible: se trataba de m¨²sicos de alta eficacia jugando a primitivos. Tal vez no sonaban muy diferentes de los mazacotes grunge que, un par de a?os despu¨¦s, pusieron a Seattle en el mapa, pero carec¨ªan de credibilidad. Y una vez perdida, la credibilidad es casi imposible recuperarla.
En 1990, Bowie anunci¨® la gira Sound and vision, donde, interpretar¨ªa por ¨²ltima vez su repertorio cl¨¢sico. Luego, discos como Black tie white noise (1993) y Outside (1995) han sido m¨¢s admirables que disfrutables: Bowie nos explicaba ansiosamente que estaba al tanto, de lo que se hac¨ªa en las pistas de baile y en el universo de la literatura cyberpunk, pero no emocionaba. Ya nadie le cre¨ªa. Resulta muy evidente su pose de diletante que presume de controlar de qu¨¦ van Damien Hirst, Tricky o William Gibson. El pasmo de tanta cultura -trat¨¢ndose de un millonario que reside en Suiza- se diluye al saber que, a la hora de imitar los cut ups a lo William Burroughs, Bowie cuenta con un software hecho a su medida que le fibra de recortar y pegar frases. El respeto se perdi¨® cuando el patrocinador del arte subversivo se cas¨® con la modelo Iman Abdul Najid ante las c¨¢maras -del ?Hola! brit¨¢nico. Al borde de sus cincuenta a?os, la simpat¨ªa, por Bowie se ha desvanecido: sobrevivi¨® a las mejores drogas, a las mujeres m¨¢s bellas, a los privilegios de los ricos. ?Y qu¨¦? Nos gustar¨ªa haber pasado por semejantes pruebas. Es envidia, pero tambi¨¦n indignaci¨®n: no vengas ahora con que tienes algo ¨²nico que comunicar. El reto, querido David, es envejecer con cierta dignidad, que no los lo mismo que hacer exhibici¨®n de consumo cultural.
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