Un piloto, contra la burocracia
Andr¨¦ Autrique lucha por lograr una pensi¨®n tras haber sido capit¨¢n del Ej¨¦rcito republicano
El 26 de agosto de 1936, Andr¨¦-Jean-Hubert Autrique, piloto profesional, comenz¨® un largo viaje que acabar¨ªa convirti¨¦ndose en una apasionada historia de amor con Espa?a. Entonces ten¨ªa 23 a?os y una novia en cada aeropuerto. Hoy, con 83 a?os largos, a¨²n guarda vitalidad y coraje para enfrentarse a los mil y un bur¨®cratas que le niegan una pensi¨®n espa?ola. Andr¨¦ Autrique naci¨® belga, pero morir¨¢ espa?ol, diga lo que diga la ley. Desde hace m¨¢s de ocho a?os lucha en los tribunales para que le reconozcan la nacionalidad que le otorg¨® la Rep¨²blica Espa?ola, en cuyas filas combati¨® durante la guerra civil.Aquel lejano 26 de agosto, Autrique se las arregl¨® para romper el acuerdo de no intervenci¨®n firmado por B¨¦lgica y despegar desde Evere, en la periferia de Bruselas, a los mandos de un modesto caza Avia BH-33 adquirido por la Embajada de Espa?a para la aviaci¨®n republicana. Despu¨¦s de hacer escala en Libourne y en Toulouse, el 28 de agosto Autrique lleg¨® a Barcelona en loor de multitud. "Me pasearon por la Rambla en descapotable, me alojaron como a un rey y me dispensaron todos los tratos de favor que se reservan a un h¨¦roe, incluido el reposo del guerrero...", rememora. La Rep¨²blica le hab¨ªa premiado por adelantado su esfuerzo otorg¨¢ndole la nacionalidad espa?ola y el grado de capit¨¢n de la Fuerza A¨¦rea.
Al primer viaje le sucedieron otros muchos cubriendo la ruta Barcelona-Toulouse-Barcelona. Con aviones privados a la ida. A los mandos de aviones de guerra a la vuelta. Combati¨® en el Ebro, en Toledo, en el Guadarrama, en Catalu?a. Fue derribado una vez por la aviaci¨®n alemana, y s¨®lo abandon¨® Espa?a cuando Barcelona cay¨® en manos de Franco, en enero de 1939. Dej¨® la ciudad conduciendo el coche oficial del ministro de Asuntos Exteriores, ?lvarez del Vayo, que a la saz¨®n se encontraba en la Sociedad de Naciones en Ginebra. Con ¨¦l iba la mujer del ministro. La Embajada espa?ola en Par¨ªs le expidi¨® un pasaporte diplom¨¢tico para que pudiera viajar como diplom¨¢tico a Santo Domingo.
Autrique blande con tanto orgullo como amargura los recortes de la prensa belga de la ¨¦poca que relatan su viaje ¨¦pico. Te entrega con rabia decenas y decenas de fotocopias, testimonios de su sorda batalla contra la burocracia espa?ola. Muestra el escrito de la Comisi¨®n Europea que recrimina a Espa?a por no aplicarle los beneficios de la Ley 37/1984, de reconocimiento de derechos y servicios prestados durante la guerra. Explica que la Administraci¨®n espa?ola le niega la pensi¨®n no porque ponga en duda que combati¨® en la guerra como capit¨¢n de la Fuerza A¨¦rea republicana, sino porque no ha encontrado el papel oficial que certifica su nacionalidad espa?ola.
Porque ¨¦sa es la ¨²nica pega que separa de su ansiada pensi¨®n a Andr¨¦-Jean-Hubert Autrique, residente en Llan?¨¤ (Girona), "salvo en invierno, que me traslado a casa de unos amigos en Ayamonte porque en Llan?¨¤ hace demasiado fr¨ªo", puntualiza. Un hombre que naci¨® en B¨¦lgica, que estudi¨® en Escocia, que combati¨® en la guerra de Espa?a, que instruy¨® a pilotos en Santo Domingo, que combati¨® contra los nazis en un batall¨®n de extranjeros del Ej¨¦rcito canadiense, que se emple¨® como piloto privado en Australia y con la PanAm en D¨¹sseldorf, que trabaj¨® luego en Francia y en B¨¦lgica, pero que jura y perjura que nunca nadie le priv¨® de la nacionalidad espa?ola que le hab¨ªa otorgado la Rep¨²blica. Un hombre que, habiendo combatido en el Ej¨¦rcito espa?ol, tiene menos derechos que aquellos que defendieron la Rep¨²blica desde las Brigadas Internacionales.
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