Blago bung, blago bung
Igual que hay noches toledanas y tardes no hay nunca, hay tambi¨¦n mediod¨ªas nublados sin m¨¢s, que es cuando algunos bichos raros tienen la sensaci¨®n de que incluso lo suyo, lo obvio, acaso por haberlo palpado tanto, es v¨ªctima de un virus que todo lo gangrena: el de la falta de credibilidad. No les preocupa a dichos sujetos la desconfianza gen¨¦rica frente al bajo revuelo en danza: es decir, pol¨ªtica, justicia, banca, sectas, informaci¨®n, ¨¢reas deportivas, achuchones sentimentales, juzgados de antemano, fariseos que dicen ser humildes y pensadores entregados al vaiv¨¦n delicioso de matizar, ?ojito! que tampoco lo llamado correcto puede pasarse, as¨ª como as¨ª, de la raya. H¨¦roes del 97, eso s¨®lo lo dan por hecho, ?atchis!, para nutrir de polvo enamorado a la oferta de empleo, tan desganada.De lo que ellos en verdad se duelen ("?Te juro por mi madre que no lo entiendo!") es de que, a¨²n dirigi¨¦ndose a todos, nadie, salvo los otros mismos que tal bailan, les hace caso al pleno. ?C¨®mo a todos? Es probable. Pero dejar de entender, para quienes supieron entenderlo todo a las primeras de cambio, debe de ser, a buen seguro, pu?alada trapera en la oreja. Entre ellos, ?para qu¨¦ enga?arse?, hay pol¨ªticos, jueces, banqueros, gur¨²es, periodistas, deportistas, pobre gente que alcanza aquello que so?ara, criminales con rol universitario, escritores osados en vela y fil¨®sofos a manta. Est¨¢n que no se lo creen. Ellos, que hicieron tantos esfuerzos para d¨¢rnoslo masticado, barruntan, a la hora y pico de cualquier mediod¨ªa sin sol, que ha sido infructuoso su empe?o. Entonces se hace a?icos el cascabel poli¨¦drico ("bonitas palabras tambi¨¦n tiene la lengua castellana") que sonaba a que comunicarse equivale a tolerar con estoicismo que una privacidad pase a ser interpretada por otra.
Esa buena gente de cierto orden ha llegado, pues, a esa edad en que perciben a tientas que a lo amoral, ?ay!, tambi¨¦n le salen canas. Chochean. Reclaman un mimito complementario, una taza de fe compartida, un algo que les haga un poco menos seca la victoria. Se encebollan en ello. Desean, al fin, que la semicultura, a la que tanto han ayudado lata al ritmo de su corazoncito, glase¨¢ndolo, como esos 17 segundos de una sinfon¨ªa descuartizada para cerrar con pendiente de oro el agujero de un telediario como Dios manda, que manda m¨¢s cada d¨ªa. Y, cuando no les cuaja el deseo, ya se sabe, lo prudente es echarle la culpa a las vanguardias.
Ya no est¨¢ en condiciones Alberto Giacometti para correr por los mejores barrios de Zurich pegando gritos contra aquellos burgueses que hab¨ªan propiciado la Primera Guerra Mundial para acabar con los descre¨ªdos de uno y otro lado de la trinchera. George Steiner ha valorado el momento en que Hugo Ball consider¨® que era imposible deslindar se de aquello que bull¨ªa en las entra?as de aquel lenguaje, obsesionado ¨¦ste en conseguir, a cualquier precio, que quien lo usara para ser alguien terminara por ser cre¨ªdo. Al evocar el momento de ruptura con aquella lengua corrupta, Ball ya ni se acordaba de c¨®mo comen z¨® a desasirse. Le dio por entregarse a una simple cadencia. Compuso sus reba?os de vocales. Y se lanz¨® a can tar en su nombre, "como si se tratara de un canto lit¨²rgico". Al escucharse, evit¨® la tentaci¨®n de re¨ªrse, supuso que iba en serio. Mas luego, de tener que explicarlo, diria que era como si un ni?o, de rostro p¨¢lido y desconcertado, se le hubiese desprendido de su m¨¢scara cubista para acabar suspendida de los labios de un cura de los de antes durante la misa de requiem. Hugo Ball percibe que, para no caer en la complicidad, no basta con desprenderse de la forma de decir de ciertos otros, sino de las, propias palabras consensuadas. Y advierte con mano dura, tan esquivada por lo que suma y sigue: "Renunciemos a la poes¨ªa de segunda mano: me refiero a la adopci¨®n de palabras, para no hablar de frases, que no sean inmaculadamente nuevas y que no hayan sido inventa das para nuestro propio uso". Y, con este cantar, se aplic¨® el cuento: "Higo, bloikai, russula, huja / hollaka hollala / blago bung / blago bung". Contra lo que entontece crey¨¦ndose.
Babelia
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