La ofensiva contra la entrada de los pa¨ªses del Sur en el euro desata una tormenta pol¨ªtica
, La tormenta pol¨ªtica en tomo a la uni¨®n monetaria descarg¨® ayer chuzos de punta. A las declaraciones de varios banqueros, sobre todo alemanes, lanzadas en el foro de Davos contra el ingreso de la lira en el grupo de cabeza del euro, se uni¨® la revelaci¨®n de un pol¨¦mico plan en ciernes que situar¨ªa a Italia, Espa?a y Portugal, en un grupo con estatuto intermedio entre las monedas in y las out.La mecha contra los pa¨ªses del llamado Club Mediterr¨¢neo prendi¨® en Davos. Luego, el canciller alem¨¢n, Helmut Kohl, record¨® su tradicional lema seg¨²n el cual es m¨¢s importante el cumplimiento de los criterios de Maastricht que el calendario del euro. Y ayer, el Financial Times desvel¨® un "estatuto intermedio" para los mediterr¨¢neos, en proceso de elaboraci¨®n por altos funcionarios de los bancos centrales de la Uni¨®n Europea, justo en vigilias de que los ministros de Finanzas del G-7 se re¨²nan, el s¨¢bado, en Berl¨ªn.
El estatuto perseguir¨ªa a un tiempo calmar a la opini¨®n p¨²blica alemana, temerosa de que la lira contamine la fortaleza del euro, y hacer digerible a italianos -pero tambi¨¦n a espa?oles y portugueses- un retraso hasta el a?o 2000 en su acceso a la moneda ¨²nica, salvando la cara de sus Gobiernos. ?C¨®mo? Con un mecanismo transitorio por el cual el Consejo Europeo se comprometer¨ªa a acogerlos una vez alcanzasen los criterios de convergencia -expresado en bandas de fluctuaci¨®n m¨¢s estrechas que las del SME/bis entre sus divisas y el euro, entre otras medidas- y se les reservar¨ªa uno o dos puestos en la Ejecutiva del Banco Central Europeo.
Prodi protest¨® enseguida por la "constante repetici¨®n de historias falsas" (v¨¦ase informaci¨®n adjunta), as¨ª como los otros afectados. Pero la reacci¨®n m¨¢s interesante fue la del luxemburgu¨¦s Juncker. Es peque?o, pero mat¨®n, en el sentido noble de la palabra: influyente. El fue el gran mu?idor del acuerdo en la cumbre de Dubl¨ªn sobre el Pacto de Estabilidad, se le escucha en Bonn y en Francfort y tiene ascendiente en el sur, por su europe¨ªsmo militante.
El mandatario minimiz¨® el proyecto, al se?alar que su contenido "no es una sorpresa", pero que no hay nada oficial. Y, sobre todo, desde?¨® la "manera n¨®rdica" de establecer barreras geogr¨¢ficas entre el norte y el sur de cara a la uni¨®n monetaria. "Hay diferencias entre cada uno de los pa¨ªses del sur", proclam¨®, en lo que se interpretaba como un capote indirecto a Espa?a.
En lo dem¨¢s se atuvo a la doctrina oficial: la selecci¨®n ser¨¢ decidida por los jefes de Estado o de Gobierno en la primavera de 1998. Le apoy¨® el presidente de la Comisi¨®n, Jacques Santer, al rechazar las "especulaciones" y propugnar que "un n¨²mero sustancial de pa¨ªses" entren en el euro. El portavoz del comisario de Asuntos, Monetarios, Yves-Thibault de Silguy, augur¨® que entrar¨¢ un "n¨²mero significativo de pa¨ªses", y record¨® que los excluidos ser¨¢n reexaminados cada dos a?os, o a iniciativa propia.
En el Parlamento Europeo, el ministro holand¨¦s de Finanzas, Gerrit Zalm -a principios de enero clam¨® contra la "histeria" de los del sur por acceder al euro y propugn¨® una uni¨®n monetaria reducida- se atuvo tambi¨¦n a la doctrina can¨®nica, recordando que "los Estados miembros que cumplan los cinco criterios deben ser autorizados a unirse".
Lo que parece evidente es que este episodio tormentoso se repetir¨¢ a lo largo del largo a?o decisivo previo a la criba. Los Gobiernos ser¨¢n oficialmente prudentes, pero nadie impide a banqueros u otros l¨ªderes lanzar sus quinielas y desatar mini o maxitormentas que pueden perjudicar a una u otra divisa, rompiendo el encantamiento de los mercados. Contra este virus, la Comisi¨®n no dispone de antibi¨®ticos, como reconoci¨® ayer el portavoz de De Silguy. S¨®lo enarbola la socorrida frase: "El Tratado, todo el Tratado, pero s¨®lo el Tratado?".
El ministro de finanzas, Theo Waigel, desminti¨® que Alemania pretenda retrasar el ingreso de Italia. Waigel asegura que no tiene conocimiento de semejantes planes, ni de presiones. Kohl insiste en que los pa¨ªses "tienen que hacer los deberes" y en su d¨ªa se ver¨¢ qui¨¦n pasa el examen, "nosotros incluidos". Claro que una cosa es lo que dicen los pol¨ªticos y otra los mensajes de banca y economistas, informa Jos¨¦ Comas.
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