Montxo Armend¨¢riz trae con 'Secretos del coraz¨®n' el mejor cine visto hasta ahora
Bacall, Delon y Paco Rabal no logran salvar el filme-engendro de Bernard-Henri Levy
La espa?ola Secretos del coraz¨®n es, por ahora (junto a El paciente ingl¨¦s, del brit¨¢nico Anthony Minghella, pero un punto por encima), la mejor pel¨ªcula que se ha visto en esta Berlinale, que est¨¢ alcanzando una altura media mucho m¨¢s que aceptable. La pel¨ªcula, escrita y dirigida por Montxo Armend¨¢riz, es un bell¨ªsimo relato int¨ªmista, de esos que (a media voz, fundiendo dolor con humor, alegr¨ªa con congoja) llenan por dentro al espectador, que se ve obligado a aliviar por los lagrimales algo del agua que le inunda. Puro cine, una maravilla de sutileza, complejidad y elegancia, que aplast¨® a la vulgaridad que asola el engendro del intruso franc¨¦s Bernard-Henri Levy, esa Le jour et le nuit que ni presencias como Lauren Bacall, Paco Rabal y Alain Delon salvan del agua exterior, la del naufragio.
Un azar hizo que, hace cosa de seis a?os, este cronista fuese testigo del embri¨®n de Secretos del coraz¨®n, una de las m¨¢s emocionantes y refinadas obras del cine espa?ol actual. Viene aqu¨ª a cuento (se ver¨¢ por qu¨¦) contarlo.El cronista form¨® parte de la primera comisi¨®n creada por el Ministerio de Cultura destinada a conceder, dada la escasez de relatos y proyectos originales que desertizan la ra¨ªz de nuestro cine, becas para profesionales y noveles de la escritura cinematogr¨¢fica. Los siete miembros de aquella comisi¨®n nos repartirnos los casi 500 proyectos presentados para alcanzar una de las 20 o 30 ayudas p¨²blicas a esta indispensable tarea privada.
Uno de los proyectos de pel¨ªcula que le toc¨® defender al cronista era el contenido en la veintena de folios que Armend¨¢riz, en carrera profesional algo frenada por el resultado econ¨®mico (menor del que presagiaba su Concha de Oro en San Sebasti¨¢n) de Las cartas de Alou present¨® en busca de beca. Recuerdo exactamente los lac¨®nicos t¨¦rminos de mi defensa de aquel proyecto: "Leed esto, porque se defiende solo". Unos meses despu¨¦s la primera redacci¨®n del gui¨®n estaba hecha y en busca de producci¨®n y financiaci¨®n.
El cronista no sabe por cu¨¢ntas manos ha pasado Secretos del coraz¨®n a lo largo de seis a?os, pero tiene suficientes elementos de juicio para sospechar que por muchas, antes de que llegara a las de Imanol Uribe y Andr¨¦s Santana, que (estos s¨ª) supieron leer el manuscrito de Armend¨¢riz y llevaron a la pantalla las hermosas im¨¢genes que presagiaba. Y el cronista vuelve por en¨¦sima vez a preguntarse: ?Qu¨¦ ocurre en nuestro cine? ?C¨®mo es posible que copias y m¨¢s copias de aquel primoroso embri¨®n de pel¨ªcula fueran a parar a m¨¢s y m¨¢s papeleras? ?C¨®mo digerir que en Espa?a (y no nos consuela que tambi¨¦n ocurra en Hollywood) hay quienes se llaman productores y cifran su tarea en el montaje del tinglado financiador, mientras ignoran que el verdadero acto de producci¨®n, su intransferible parcela creadora, consiste en saber deducir y en hacer crecer de unos papeles la pel¨ªcula que esconden? ?Qu¨¦ tipo de ceguera de antiproducci¨®n o de intrusismo de antiprofesionalidad ha mantenido durante los ¨²ltimos cinco a?os a esta maravillosa pel¨ªcula en la inexistencia? Son preguntas que llevan en su simple formulaci¨®n la respuesta.
Pero Secretos del coraz¨®n est¨¢ ya aqu¨ª, en esta gran Berlinale, y en ella ocupa un lugar en la cumbre. Fue clamorosamente ovacionada, pero lo de menos es ya que la premien o la dejen de premiar, porque lo de m¨¢s es que existe. Armend¨¢riz nos hace volver en ella al mismo c¨¢lido rinc¨®n de los piconeros del bosque de Tasio, donde, surgi¨® su cine, y de un salto nos ha encaramado a su (por ahora y con mucha diferencia sobre el resto) m¨¢s bella, generosa y libre pel¨ªcula, a la que hay por suerte que volver dentro de unas semanas ah¨ª, en Espa?a; y ojal¨¢ que tambi¨¦n (pero hay jurados tan obtusos como muchos productores y no hay que hacerse demasiadas ilusiones) dentro de unos d¨ªas aqu¨ª, en Alemania.
A lo que, en cambio, no hay en modo alguno que volver es a la intrusa y vulgar mediocridad del -dicen que es fil¨®sofo, pero si lo es, ?qu¨¦ demonios pinta en una pelea de cineastas?- analfabeto profundo, que es aqu¨¦l que ignora su ignorancia, Bernard-Henri Levy, y su literalmente espantosa Le jour et le nuit, de la que el cronista -ofendido por la pretenciosa inanidad de su anticine y humillado por el tedio que sudan los sobacos de este cad¨¢ver de pel¨ªcula- huy¨® sin sentir el menor escr¨²pulo, pues para colmo el pensador vino a pensar, no a competir; vino a lucirse, no a arriesgarse; y encima con guardaespaldas de lujo, aut¨¦nticos iconos vivientes del cine moderno: Rabal, Bacall, Delon, el eminente m¨²sico Maurice Jarre. Pregunta, que tambi¨¦n lleva consigo la respuesta, de quien no puede como yo contar (pues no lo he visto) el final de la pel¨ªcula: ?de qu¨¦ modo termina una pel¨ªcula que nunca empieza?
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