"Reclamo mi derecho a decir que la violencia nunca puede ser un signo de modernidad"
Esta semana sale a la venta Plenilunio (Alfaguara), la ¨²ltima novela de Antonio Mu?oz Molina (?beda, 1956). El autor de El invierno en Lisboa, Beltenebros o El jinete polaco ha hilado esta vez una historia en tomo a algunos de los temas que m¨¢s le preocupan personalmente: la violencia, el miedo, la sinraz¨®n. En un clima que bordea la mejor novela negra trata de mostrar la otra cara de la violencia: el rostro de las v¨ªctimas.Pregunta. ?Plenilunio parte de alguna historia concreta?
Respuesta. La historia me surgi¨® observando una fotograf¨ªa en un peri¨®dico, hace ya unos siete a?os. Era del juicio de Henri Parot, al que pillaron en Sevilla con 300 kilos de explosivos. Le detuvieron casi por casualidad, algo como lo ocurrido con Urrusolo, y recuerdo que tambi¨¦n ¨¦l estaba considerado como un vecino mod¨¦lico que viajaba a Espa?a por motivos de trabajo. En esa foto, Parot ten¨ªa una cara de santo total. Nada en su aspecto delataba lo que era. Escrib¨ª entonces un art¨ªculo en el que subrayaba algo que ocurre en muchas informaciones sobre este tipo de cosas: que siempre sale el vecino hablando de normalidad. Luego resulta que el normal ha violado a 130 mujeres sin que nadie sospechara de ¨¦l, porque parec¨ªa un sujeto mod¨¦lico. En el cine, en la literatura, se dice que la maldad est¨¢ en la cara, que es el espejo del alma, etc¨¦tera. Pero en la realidad eso es falso. Hay algo muy intrigante: la cara y las manos. En el caso de Parot eran esas manos, que recuerdan a las de alguien que va a misa y esas, cosas. Si no hubiera sido porque estaba esposado, parec¨ªa que el tipo estuviera en la iglesia.
P. La observaci¨®n puede dar mucho juego literario.
R. S¨ª. Saber mirar da juego para todo. En la novela hay mucha presencia de las manos, del aspecto de la gente. En todo caso, o al menos en el m¨ªo, es dif¨ªcil que una novela se origine a partir de una idea muy clara. Siempre parto de un n¨²cleo muy peque?o y muy fuerte, al que con el tiempo voy agregando cosas que parece que no tuvieran nada que ver. La historia del personaje del cura no tiene que ver con el n¨²cleo central, ni la de los ni?os hijos de represalia dos pol¨ªticos que son llevados a un colegio de curas en los a?os cincuenta, ni el inspector tampoco tiene mucho que ver con los que yo he entrevistado de verdad. El libro es un juego entre la invenci¨®n y la necesidad de comunicar cosas.
P. Con todo eso ha hecho tina novela sobre la violencia, el miedo, la sinraz¨®n.
R. Si te fijas, la violencia y crueldad suelen estar en el cine y a literatura no desde el punto de vista de la v¨ªctima, sino del agrersor. Y no suele estar un contrapunto importante: los actos de bondad. He visto hace poco Henry, retrato de un asesino, de John McNaughton, que ha tenido muy buena critica y me resulta falsa porque es como si no existieran las v¨ªctimas. En mi libro me ha interesado contar lo que ocurre despu¨¦s del acto violento. Los que mueren son personas rodeadas de gente que tiene que sobrevivir a esas ausencias. Me importa el vac¨ªo que dejan las ni?as muertas en la casa, en la memoria de los padres. Quer¨ªa contar lo irreparable de una desaparici¨®n. El cine de ahora nos da a entender que no pasa nada en el entorno de las v¨ªctimas.
P. Uno se puede acostumbrar a vivir con el miedo.
R. S¨ª, pero hay una diferencia radical entre decir algo o callar o entre abofetear a un ni?o o hacerle una caricia. Eso es lo que cambia el mundo. Hay una diferencia radical entre un hombre y una mujer si la relaci¨®n es de dominaci¨®n o de amor y ternura. Son diferencias que todos vivimos y vemos.
P. ?Por qu¨¦ cree que se tiende m¨¢s a actuar en negativo y se prescinde de la v¨ªa del entendimiento? ?Da miedo mostrar ternura?
R. En la novela est¨¢ muy claramente contrapuesto el progreso de la crueldad del que mata frente al aprendizaje de la ternura de la maestra. Todo se aprende. Esa ideolog¨ªa de la disculpa absoluta, se haga lo que se haga, no me convence intelectualmente. No se trata tampoco de dividir el mundo entre el mal y el bien, entre blanco o negro, pero creo que hay actos malvados y hay actos de bondad. La literatura sobre el atractivo del mal es muy antigua. Hemos le¨ªdo muchas veces que los malos son m¨¢s interesantes que los buenos...
P. Pero la maldad o la violencia resultan atractivas como espect¨¢culo. Las historias de buenos no venden. ?Por qu¨¦ cree que resultan m¨¢s atractivos los personajes malvados?
R. No lo s¨¦. Tampoco s¨¦ cu¨¢l es la relaci¨®n exacta entre el gusto por regodearse con el espect¨¢culo de la violencia y la violencia real que se vive en el mundo. Nadie puede decirme que no hay relaci¨®n, pero no quiero aventurar hip¨®tesis. Nadie puede sostener que la violencia es un espect¨¢culo inofensivo, lo mismo que nadie me puede negar que la pornograf¨ªa es humillante para la mujer. Y que quede claro que no soy un defensor de la censura, como muchos dijeron cuando escrib¨ª sobre Tarantino y Pulp fiction. Lo que digo es que no me gusta re¨ªrme con el espect¨¢culo del, sufrimiento. E insisto en que la omnipresencia de la violencia en todo espect¨¢culo significa algo, aunque me niegue a aventurar cualquier teor¨ªa.
P. Atr¨¦vase a aventurar, porque es un fen¨®meno que toca de lleno al mundo literario. En Italia acaba de aparecer una antolog¨ªa dedicada a los llamados j¨®venes can¨ªbales de las letras, cuyos textos pueden resultar pura casquer¨ªa.
R. Yo preguntar¨ªa a esas personas qu¨¦ pasar¨ªa si a ellos o a alguien de su entorno les ocurriera de verdad lo que describen. Tambi¨¦n es curioso que ahora en Austria triunfen autores de extrema derecha. Lo que yo pido es tener el derecho de no tener que considerar todo eso como un indicio de modernidad. Y lo digo pese a estar muy escarmentado por defender p¨²blicamente estas opiniones.
P. No me creo que no le guste la pol¨¦mica.
R. De verdad que no. Una cosa es discutir con Javier Mar¨ªas y otra tener que responder a gente que no ha entendido nada y que me llama censor sin saber lo que significa. Lo ¨²nico que digo a los que celebran tanto esas im¨¢genes de brutalidades es si su opini¨®n cambiar¨ªa si la v¨ªctima fuera una persona pr¨®xima. Y siguiendo con la pol¨¦mica, cuando escrib¨ª sobre la exposici¨®n de Beuys en el Reina Sof¨ªa fue estupendo para muchos, porque me descalificaron haci¨¦ndose ellos los modernos. Almod¨®var y Mar¨ªa Corral coincidieron en decir que yo formaba parte de una ola conservadora. La vanguardia es la defensa de la libertad absoluta y a m¨ª no me dejaban ni opinar. Ahora resulta que la vanguardia es m¨¢s acad¨¦mica que la Academia del XIX.
P. Puede que sus opiniones se acerquen a veces a lo pol¨ªticamente incorrecto.
R. No creo en a pertenencia a grupos por razones de nacimiento. Tengo pasi¨®n por lo universal. Una de mis ¨²ltimas discusiones a trav¨¦s de mis art¨ªculos ha sido con la consejera de Cultura de la Junta de Andaluc¨ªa, quien dijo que Lorca era un poeta prioritariamente andaluz. Es un disparate. Es un poeta universal, pero si opinas as¨ª, te linchan.
P. ?Qu¨¦ le divierte m¨¢s: los art¨ªculos period¨ªsticos o la literatura?
Los art¨ªculos son literatura. S¨®lo cambia el tiempo del proceso de creaci¨®n. En un art¨ªculo comprimo todos los elementos de una novela, lo ¨²nico que cambia es el espacio.
P. ?Hay mucha autobiograf¨ªa en esta novela?
R. No hay vivencias directas, aunque s¨ª hay muchos materiales de la vida que me rodea. Mi intenci¨®n es contar la infancia de un ni?o de ahora, pero no desde el punto de vista del adulto que recuerda, como en El jinete polaco, sino a trav¨¦s de su propia mirada.
P. Entre su mujer y usted suman cuatro hijos. ?C¨®mo le influye el contacto con ellos?
R. Mucho. La maternidad y la paternidad te dan una responsabilidad que te hacen replantearte todo. Viendo crecer a tus hijos aprendes a ver c¨®mo eres t¨². Relativizas todo. Es un nuevo concepto del respeto porque los hijos son tuyos, pero no lo son.
P. ?Cree que con esta novela se le reconocer¨¢ la calidad literaria que algunos le han sustra¨ªdo, por considerar que su forma de escribir puede calificarse de ahist¨®rica?
R. Los m¨¢ximos renovadores son los que m¨¢s han recogido la tradici¨®n: Joyce, Picasso. Ninguno nos sentamos pensando: voy a innovar. Utilizas las t¨¦cnicas que quieres o puedes para contar algo. Esas etiquetas de modernidad seg¨²n criterios aplicables a la ropa me dan igual y son producto de no leer.
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