Retrato del artista malvado
La pel¨ªcula Sobrevivir a Picasso, que cuenta las relaciones entre el pintor y Fran?oise Gilot, ha pasado sin demasiado eco por nuestras salas. Pese a la magistral interpretaci¨®n de Anthony Hopkins, no parece que esta visi¨®n poco amable de Picasso haya gustado mucho. Seguramente, el culturalismo del filme tampoco lo hac¨ªa apto para un p¨²blico muy abundante. Y sin embargo, lo tengo por una de las obras mas interesantes de la temporada. Dejando a un lado los probables resentimientos de madame Gilot, todo parece indicar que Picasso era as¨ª: genial pero ego¨ªsta, izquierdista pero machista, comunista pero avaro como el m¨¢s s¨®rdido personaje de Dickens, progresista pero capaz de despedir a un empleado por un asunto trivial despu¨¦s de veinticinco a?os de servicio y quedarse como si nada, como sucedi¨® con uno de sus ch¨®feres.Hay que aplaudir la valent¨ªa del filme. Cansa tanta visi¨®n dulzona del artista como ser generoso, amable, fraternal. No es necesario recurrir al artista maudit para encontrar su imagen opuesta. Una cosa es ser malvado y otra maudit. Ricardo Wagner era malvado; Rimbaud, maldito. El maldito se destruye a s¨ª mismo; el malvado destruye -o lo intenta en grados diversos- a los dem¨¢s. Naturalmente, nadie -ni en el mundo del arte ni fuera de ¨¦l- es malvado al cien por cien. Pero hay que dejar atr¨¢s, la imagen ser¨¢fica de los artistas, que a nada conduce salvo a falsear la realidad, y eso nunca es positivo.
Es posible, que Antonio Machado fuera, "en el buen sentido de la palabra, bueno", pero su colega Juan Ram¨®n Jim¨¦nez hac¨ªa a?icos la bondad cuando su lengua se tornaba manantial de lobeznos y despellejaba a todos -o a casi todos- sus contempor¨¢neos. Tengo a Lope de Vega por el m¨¢s grande de los poetas cl¨¢sicos espa?oles: nadie lo supera en la variedad de sus registros, en la transparente felicidad de su elocucion , en la vastedad de su voz, capaz de acoger el sentimiento masculino pero tambi¨¦n el femenino, que sab¨ªa ser religiosa y laica, a la vez y se atrev¨ªa a ejercer, llegado el caso, la cr¨ªtica a la monarqu¨ªa, como en el gran poema Huerto deshecho. Pero ?qu¨¦ cabe pensar del hombre que se lanza envidioso contra el Quijote e induce, directa o indirectamente, la composici¨®n del Quijote ap¨®crifo, el de Alonso de Avellaneda, raz¨®n por la cual el l¨²cido Cervantes se vio obligado a hablar de su "ocupaci¨®n continua y virtuosa", envenenada alusi¨®n a la irregular conducta de cl¨¦rigo que llevaba el gran Lope, el mismo que aplaude con entusiasmo la muerte del marido de Marta de Nevares, su ¨²ltima amante? ?Y qu¨¦ hemos de pensar de don Francisco de Quevedo desahuciando de su. casa a don Luis de G¨®ngora, cuyo mayor pecado era el de haber revolucionado la poes¨ªa de su tiempo, al margen de que tampoco supiera tener la lengua suficientemente quietecita?
Ni a Picasso, ni a Lope, ni a Quevedo les quita nada no haber sido dechados de bondad, pero tampoco les a?ade. Decididamente, se impone superar la imagen rom¨¢ntica del artista entregado al culto del ideal. Por eso es plausible una pel¨ªcula como Sobrevivir a Picasso, porque pone al genio sobre la tierra. La obra maestra del pintor no fue su vida, sino su creaci¨®n, que es, en definitiva, la que importa. Wagner no parece haber sido un modelo de bondad en sus relaciones femeninas y, sin embargo, escribi¨® el Trist¨¢n e Isolda. El arte no hace mejor a quien lo cultiva, y cabe agregar que tampoco tiene por qu¨¦ mejorar necesariamente a quien lo degusta. Aqu¨ª podr¨ªa recordarse la imagen nauseabunda y reiterada, pero real, del nazi que escuchaba a Mozart en el campo de concentraci¨®n. Es obvio: lo que distingue al artista del com¨²n de los mortales es... el arte. En todo lo de m¨¢s no existe diferencia. Claro que siempre es preferible la bondad de Antonio Machado, bondadoso y silencioso a la vez, pero eso de por s¨ª no lo hizo mejor poeta que Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, tan lenguaraz, tan narciso.
Por lo dem¨¢s, basta tener una m¨ªnima experiencia de la vida literaria y art¨ªstica para darse cuenta de que no es tanto lo que la separa de la vida a secas. Exceptuados, desde luego, la literatura y el arte... cuando de verdad los hay. Lo que no siempre ocurre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.