Anoche so?¨¦ que regresaba Margaret
En la marea retro a la que nos arrastra la moda y la m¨²sica, la pol¨ªtica no iba a quedarse atr¨¢s, ni tampoco -oh signo de los tiempos timoratos- adelantarse. Repasemos -sin el ¨¢nimo de encubierta extrapolaci¨®n espa?ola que ¨¦pocas m¨¢s inciertas a¨²n que la nuestra obligaba a hacer a los comentaristas- algunos datos de la que promete ser la elecci¨®n m¨¢s crucial de este fin de siglo europeo, la que tendr¨¢ lugar el d¨ªa 1 en el Reino Unido. He le¨ªdo con atenci¨®n el manifiesto del Partido Laborista, sobre todo las partes que est¨¢n m¨¢s de mi parte, Educaci¨®n y Cultura. El tono general en la primera parte tiene esa rimbombancia que uno espera en este tipo de documentos de agitaci¨®n. Y una frase de encabezamiento: "[La educaci¨®n] no es s¨®lo buena para el individuo. Es una necesidad econ¨®mica para la naci¨®n". Necesidad econ¨®mica, releo y subrayo, no necesidad social. Sigo. Despu¨¦s de una larga teor¨ªa de promesas circunscritas a las peculiaridades del sistema educativo brit¨¢nico, una promesa en firme: el Parlamento de mayor¨ªa socialdem¨®crata que saliera elegido de estos comicios rectificar¨ªa sustancialmente la pol¨ªtica conservadora de recorte en el gasto de educaci¨®n, que los laboristas cifran en m¨¢s de tres billones de libras.Sufro a continuaci¨®n un peque?o desmayo. No encuentro en las p¨¢ginas del manifiesto la cultura espec¨ªfica, hasta que caigo en la cuenta: aparece subordinada en el cap¨ªtulo gen¨¦rico de calidad de vida, al lado de apartados como "transporte por carretera", "vida campestre", "navegaci¨®n y v¨ªas a¨¦reas". Las primeras palabras del apartado del que yo voy en pos me tranquilizan, sin embargo: "Las artes, la cultura y el deporte son esenciales en la tarea de recrear el sentido de comunidad, identidad y orgullo ciudadano que tendr¨ªan que definir nuestro pa¨ªs". El manifiesto realza el papel de las artes -como earners (que no s¨¦ si traducir por "ganaderos", "ganadores", "gananciales") "significantes para la Gran Breta?a con el argumento de que no s¨®lo dan empleo a cientos de miles de ciudadanos, sino que "traen millones de turistas cada a?o, que tambi¨¦n se beneficiar¨¢n de los planes laboristas para una nueva garant¨ªa de calidad en el alojamiento hotelero ". Un ap¨¦ndice de este mismo cap¨ªtulo org¨¢nico se refiere a a loter¨ªa, el invento conservador que tanto dinero ha repartido como subvenci¨®n disfrazada en el terreno art¨ªstico, y que, mejorado y redistribuido por los laboristas, pasa a llamarse "loter¨ªa del pueblo".
El sentido resignado, remol¨®n, retributivo, retro-grado en suma, del manifiesto lo vi manifestado m¨¢s rotundamente en un art¨ªculo que el propio l¨ªder Tony Blair public¨® al iniciarse la campa?a en el Times, donde, despu¨¦s de negar los rumores de un pacto secreto con los sindicatos que, una vez ganada la elecci¨®n, devolver¨ªa a estos el poder que la era Thatcher les quit¨®, proclamaba lo siguiente: "He apostado mi reputaci¨®n pol¨ªtica y mi credibilidad en aclarar que no habr¨¢ un retorno a los a?os setenta". Y terminaba su art¨ªculo denunciando el af¨¢n espurio de los conservadores por plantear esta elecci¨®n del 97 en los mismos t¨¦rminos que la del 79, que dio el triunfo a Margaret Thatcher y signific¨® el final de una etapa pol¨ªtica socialista a¨²n marcada por la pol¨ªtica y lo social. Viv¨ª en Inglaterra toda la d¨¦cada del 70, abandon¨¢ndola -por feliz casualidad- a los pocos meses de la entronizaci¨®n de la Dama de Hierro. Fue un tiempo lleno de conflictos sindicales e incomodidades en la vida cotidiana, pero tambi¨¦n de sue?os de cambio que -dada la tradicional parsimonia anglosajona- llegaban all¨ª entonces como recuelo sesentayochista. Un periodo que vio el auge de los movimientos de liberaci¨®n homosexual y feminista, de las okupaciones como respuesta a la presi¨®n especulativa, el establecimiento y fortificaci¨®n de unas grandes instituciones p¨²blicas muse¨ªsticas y teatrales, muchas de ellas fuera de Londrin,el virtual Gobierno Blair a los restos de ese d¨ªa ut¨®pico que el thatcherismo trat¨® de acortar? Hab¨ªa prometido no hacer com paraciones con lo nuestro, pero me arrepiento; con su economicismo salvaje y sus sintecho juveniles, con su desconfianza radical en el mero t¨¦rmino del bien p¨²blico, el hacha de la Dama y sus ac¨®litos no pudo sin embargo erradicar eso que Gran Breta?a s¨ª tiene a¨²n y nosotros a¨²n no. Un sentido continuo de la cultura basado en tradiciones y valores y no en personas o carn¨¦s de partido, una televisi¨®n con vigilancia ¨¦tica pero sin comisarios pol¨ªticos, un respeto civil a la diferencia, un amor al arte que, si en la mayor¨ªa dominante resulta parroquial y continuista, no condena al silencio lo desv¨ªos de quien no se contenta con cantar la vieja melod¨ªa ya sabida.
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