Los 500 d¨ªas de Ortega Lara
MARGARITA ROBLES FERN?NDEZLa autora, que recuerda el caso del dirigente italiano Aldo Moro, secuestrado y asesinado por las Brigadas Rojas, pide a ETA la liberaci¨®n de Jos¨¦ Antonio Ortega Lara y sugiere al Gobierno que no escatime iniciativa pol¨ªtica alguna que pueda ayudar al funcionario de prisiones.
Se acaban de cumplir los 500 d¨ªas desde que Jos¨¦ Antonio Ortega Lara est¨¢ en manos de sus secuestradores. Volver¨¢ as¨ª a batir un r¨¦cord siniestro en la triste cr¨®nica de los 45 secuestros protagonizados por ETA en 26 a?os. Lo realmente dram¨¢tico de su situaci¨®n reside en que no tiene salida econ¨®mica como, por ejemplo, la que sufre Cosme Delclaux o sufri¨® hace un a?os, Jos¨¦ Aldaya. Sabe que es un reh¨¦n pol¨ªtico y que su liberaci¨®n no depende de un cheque relleno de ceros.Cabe imaginar su profunda angustia si se releen las cartas que Aldo Moro escribiera mientras permaneci¨® secuestrado por las Brigadas Rojas. S¨®lo estuvo, antes de ser asesinado, 55 d¨ªas. Al und¨¦cimo, en su primera misiva, dec¨ªa: "Soy un prisionero pol¨ªtico que vuestra brusca decisi¨®n de interrumpir cualquier di¨¢logo referente a otras personas igualmente detenidas pone en una situaci¨®n insostenible. El tiempo transcurre veloz y, lamentablemente, no disponemos de tiempo suficiente. Cada momento podr¨ªa ser demasiado tarde. Discuto aqu¨ª no en t¨¦rminos de derecho abstracto (aun cuando existen normas sobre el estado de necesidad), sino en , el plano de la oportunidad humana y pol¨ªtica y pregunto si no se puede dar a mi problema, con realismo, la ¨²nica soluci¨®n posible. La actitud firme puede parecer m¨¢s apropiada, pero una que otra concesi¨®n es no s¨®lo ecu¨¢nime, sino incluso pol¨ªticamente ¨²til".
Son I¨ªneas redactadas por un dirigente con responsabilidades de Gobierno. Un gran pol¨ªtico, con una experiencia entre las m¨¢s amplias y seguras que haya pose¨ªdo un cualificado profesional de la pol¨ªtica. Ortega Lara, por el contrario, es sencillamente un funcionario de. prisiones. Eficiente en su trabajo y con. el nivel, experiencia, satisfacciones y preocupaciones de cualquier honrado trabajador. El azar le ha situado en el mismo escenario dram¨¢tico, que a Moro en muchas peores condiciones. Ha multiplicado por 100 los d¨ªas de su secuestro y carece de los soportes caracterol¨®gicos de quien se breg¨® en la lucha pol¨ªtica. Si Moro condenaba en sus ¨²ltimos escritos el sacrificio de los inocentes, en nombre de un abstracto principio de legalidad, nadie mejor que Ortega Lara puede simbolizar el estado de la inocencia pol¨ªtica.
En 500 d¨ªas se han movilizado millones de palabras, cientos de miles de lazos azules, miles de im¨¢genes y cientos de concentraciones por su libertad. Las fuerzas de seguridad, las dos estatales y la auton¨®mica, no le han encontrado pese a su extraordinario esfuerzo. No han podido responder con eficacia al desaf¨ªo de ETA y el futuro no resulta optimista al respecto, no porque no cumplan con su cometido, que lo hacen ejemplarmente, sino porque, tres d¨¦cadas lo indican con claridad, se les pide lo imposible al trasladarles un problema que deber¨ªa resolverse pol¨ªticamente. Durante los meses transcurridos, el Parlamento de Vitoria ha aprobado un plan de acercamiento de los presos vascos a Euskadi. HB, que lo denunciaba como sin¨®nimo de dispersi¨®n, lo ha votado tras abandonar su propuesta de reagrupamiento. Las tres cuartas partes de la sociedad vasca lo apoyan, seg¨²n las encuestas.La pol¨ªtica de dispersi¨®n, nacida tras el fracaso de las conversaciones de Argel, que result¨® valiosa y cumpli¨® su papel en un momento determinado, parece haber cumplido su ciclo, pues el problema de la violencia se sit¨²a hoy en otras coordenadas muy distintas y distantes de las de hace ocho a?os. A ese claro desfase responde el plan de acercamiento propuesto por los parlamentarios vasos. Su principal m¨¦rito, independientemente de su contenido, es hacer un riguroso examen de la realidad actual. Si carece ya de sentido mantener la excepci¨®n legal, que define a la dispersi¨®n, lo necesario es terminar con la excepcionalidad. Los parlamentarios de Vitoria no plantean un trato privilegiado o la aceptaci¨®n de un chantaje; plantean el cumplimiento de la legalidad penitenciaria. Podr¨¢ ser mejor o peor el contenido del plan que proponen, pero no cabe cuestionar su filosof¨ªa de principio. Disc¨²tase, pues, de su letra y no de su esp¨ªritu.
No termina de entrarse en esta urgente discusi¨®n por la situaci¨®n de Ortega Lara. Al aparecer como una moneda de cambio, se retrasa todo un proceso de reestructuraci¨®n penitenciaria clave para la pacificaci¨®n de Euskadi. La cuesti¨®n es qui¨¦n da el primer paso: se libera primero a Ortega o se acerca inicialmente a los presos. Pese a ser dos problemas diferentes, lo que se tiene que dar, porque es legal y justo, no necesita contrapartidas, y ello aunque se argumente que no hay que ceder a la dial¨¦ctica del chantaje, porque, como muy bien dice Juan Mar¨ªa Atutxa, habr¨ªa que precisar cu¨¢ndo se est¨¢ cediendo al chantaje.
Esta par¨¢lisis, motivada por criterios pol¨ªticos, parece olvidar la tragedia humana que vive el secuestrado. El problema personal de Ortega Lara es de tal ¨ªndole y alcanza tales dimensiones que probablemente apenas queda tiempo para que su integridad f¨ªsica y psicol¨®gica pueda salir intacta de esta inhumana prueba. La cr¨®nica de estos 500 d¨ªas de pulso sobre la vida de una persona, sin que nadie decida cortarlos, claman contra la conciencia, cristiana o laica, de quienes tienen capacidad para quebrar este nudo gordiano que atenaza la existencia del funcionario.
Quinientos d¨ªas son m¨¢s que suficientes como para que la dimensi¨®n humana del caso Ortega Lara se sit¨²e por encima de las consideraciones pol¨ªticas y de las relaciones de fuerza. Corresponde, l¨®gicamente a quienes lo tienen secuestrado, decidir su liberaci¨®n por razones humanitarias. Ser¨ªa un gesto muy bien recibido en Euskadi y vendr¨ªa a sumarse a las m¨²ltiples iniciativas que brotan desde el seno de la sociedad vasca en favor del acercamiento de los presos. Son tantos los vascos que preconizan el punto final de su tratamiento diferenciado como los que exigen la puesta en libertad del funcionario. Quienes tienen privado de libertad a Ortega Lara nada m¨¢s tienen que demostrar prolongando su cautiverio. El tiempo transcurrido ha demostrado que tienen capacidad para mantener simult¨¢neamente dos secuestros. Con su liberaci¨®n por razones humanitarias demostrar¨ªan con hechos lo que expresan con palabras: que apuestan por la v¨ªa del di¨¢logo para poner fin a la violencia. Ser¨ªa un buen espaldarazo, que todas las gentes de buena voluntad desean, para poder hacer cre¨ªble a los ojos de todos y no de una minor¨ªa su "alternativa democr¨¢tica".
Pero el Gobierno no debe tampoco escatimar iniciativa pol¨ªtica alguna que pueda ayudar a la puesta en libertad de un funcionario al que no se ha podido encontrar. Deben darse pasos que nadie desde la derecha o la izquierda podr¨ªa pol¨ªtica y moralmente condenar al estar en juego la vida de una persona. Que no se hable de debilidad. Nadie ha acusado de tal al Gobierno brit¨¢nico de Blair ante las ¨²ltimas iniciativas tomadas para la pacificaci¨®n de Irlanda.
Doce d¨ªas antes de ser asesinado, Moro enviaba su ¨²ltima carta, que. finalizaba: "Yo no deseo a mi alrededor, lo repito, la presencia de los hombres del poder. Quiero junto a m¨ª a aquellos que me amaron verdaderamente y seguir¨¢n am¨¢ndome y orando por m¨ª. Si todo est¨¢ ya decidido, que se cumpla la voluntad de Dios. Pero que ning¨²n responsable se oculte tras el cumplimiento de un deber". A¨²n estamos a tiempo de evitar que Ortega Lara pueda redactar, aunque sea mentalmente, unas l¨ªneas an¨¢logas con mucha m¨¢s raz¨®n y justificaci¨®n que el pol¨ªtico italiano. Ello ser¨¢ posible si todos extraemos la evidente conclusi¨®n de estos 500 d¨ªas de sufrimiento y dolor.Margarita Robles Fern¨¢ndez, magistrada y ex secretaria de Estado de Interior.
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