La Bienal de Venecia sorprende a los expertos con su tono equilibrado e inteligente
?xito de las obras de Joan Brossa y Carmen Calvo en el pabell¨®n espa?ol
La apertura de la 47? Bienal de Venecia ha deparado varias sorpresas a cr¨ªticos y visitantes. La primera es que la selecci¨®n de obras y artistas cumple ampliamente con el objetivo impuesto. Una muestra serena, equilibrada y representativa de las principales figuras del arte de las tres ¨²ltimas d¨¦cadas. Sin intenci¨®n de espectacularidad o de tesis doctoral, la bienal es un museo ideal del arte reciente. Salvo excepciones, la t¨®nica general es de un nivel de calidad bastante alto respecto a ediciones anteriores.
Esta 47? edici¨®n de la Bienal de Venecia pasar¨¢ a la historia, en primer lugar, por haberse organizado en poco m¨¢s de cuatro meses, lo que constituye toda una marca, pero tambi¨¦n porque, compar¨¢ndola con las de los ¨²ltimos a?os, sale asombrosamente bien parada. ?C¨®mo ha sido posible que lo que otros han hecho mal con dos a?os de por medio se lleve a cabo ahora bien en cuatro meses? Desde mi punto de vista, el primer acierto ha consistido en haber sabido elegir como comisario a un profesional, curtido en mil batallas vanguardistas durante los ¨²ltimos 30 a?os. Me refiero a Germano Celant, cuya experiencia en el montaje de exposiciones internacionales le ha permitido obtener una ins¨®lita colaboraci¨®n. Por otra parte, no se puede olvidar que Celant ha trabajado por igual en Europa y en EE UU, lo que le ha permitido salvar el escollo caracter¨ªstico de dejarse arrastrar por una visi¨®n parcial.Tambi¨¦n ha influido, de forma decisiva, la grave crisis por la que atraviesa hoy el arte, sobre todo cuando lo que antes se denominaba vanguardia ha pasado a ser gestionado por las galer¨ªas comerciales con total falta de pudor y resultados ca¨®ticos.
En este estado de confusi¨®n, ni el discurso doctoral de un profeta en el desierto -Jean Clair-, ni la descarada mercadotecnia de un oportunista insaciable -Achille Bonito Oliva-, por mencionar a los dos ¨²ltimos comisarios, sirvieron para evitar la impresi¨®n de que el hist¨®rico certamen estaba art¨ªsticamente muerto, fuera cual fuera su rentabilidad tur¨ªstica, que es muy notable.
T¨ªtulo elocuente
La actual edici¨®n, con una mezcla de calidad, claridad, serenidad y dignidad, ha permitido que uno se pasee por los Giardini di Castello sin sensaci¨®n de malestar ni verg¨¹enza ajena. Es evidente que faltan las novedades y los gestos espectaculares para la galer¨ªa, pero lo que hay es, sin duda, arte.El t¨ªtulo general elegido por Celant, Futuro, Presente, Pasado, es muy elocuente al respecto porque su selecci¨®n se ha basado en un recorrido de los valores consagrados entre los a?os 60 y 90. As¨ª, uno se topa con Oldenburg, Lichtenstein, Jim Dine, Mario Merz, Agnes Martin, Emilio Vedova, Richard Artschwager, Richter, Sol LeWitt, Ruscha, Panamarenko, Buren, Baldessari, Fabro, Paolini, Brice Marden, etc¨¦tera, o, un poco m¨¢s recientes, pero no menos s¨®lidos, con Cragg, Dibbets, Hom, Kiefer -del que hay, adem¨¢s, una bell¨ªsima muestra simult¨¢nea en el veneciano Museo Correr-, Tuttle, Zorio, etc¨¦tera. Con esta secuencia el recorrido es contundente y sin desmayo. Casi el de un museo de las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Por lo dem¨¢s, la secci¨®n de Corderie, donde se exhiben valores emergentes, pero cuya evoluci¨®n ¨²ltima hab¨ªa sido tan funesta que parec¨ªa condenada a desaparecer, ha recuperado cierta solidez. Cabe hacer con m¨¢s pertinencia alguna cr¨ªtica en relaci¨®n con la no excesiva presencia de novedades, pero tampoco est¨¢ claro que haya necesariamente que exhibir tonter¨ªas porque parezcan nuevas. En todo caso, la obra del espa?ol Juan Mu?oz, el ¨²nico seleccionado de nuestro pa¨ªs, se muestra incluso por encima de la media. Tambi¨¦n destacan en esta secci¨®n Kabakov, Guo Qian Cai, Roberto Longo, Mariko Mori y Franz Guest.
Por ¨²ltimo, los pabellones nacionales parecen haberse contagiado del esp¨ªritu general y, en su mayor¨ªa, tienen una sobresaliente calidad media, lo cual es muy excepcional. En lo que nos afecta, hay que decir que el pabell¨®n espa?ol, cuya comisaria ha sido Victoria Combal¨ªa, no s¨®lo es uno de los mejores, sino que, adem¨¢s, est¨¢ siempre abarrotado de p¨²blico. No es que los artistas que all¨ª se muestran, el casi octogenario Joan Brossa y Carmen Calvo, hagan ning¨²n tipo de concesiones, sino que conectan con la inteligencia y la emotividad incluso de quienes no saben nada de arte. Los dos artistas, a pesar de los casi 40 a?os de separaci¨®n entre ellos, casan muy bien y el montaje altemante de sus obras est¨¢ dispuesto con la inteligencia suficiente como para que el p¨²blico no Pierda la atenci¨®n ni un momento.
Otra positiva sorpresa la ofrece el pabell¨®n de los EE UU con la presentaci¨®n de Robert Colescott. Los alemanes, con Gerhard Merz y Katharina Sieverding; los brit¨¢nicos, con Rachel Whiteread -un nuevo ejemplo de ese estilo arts and crafts escult¨®rico que tan buen resultado les est¨¢ dando-; los japoneses, con Rei Nato; los portugueses, con Juliao Sarmento; los rusos, con Maxim Kantor, son algunos de los mejores ejemplos, dentro de una media bastante elevada, s¨®lo rota por alguna disonancia como la del absurdo pabell¨®n franc¨¦s, que parece estar equivocado de guerra en todo.
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