T¨ªmida ministra
El profesor Gary Becker, premiado con el Nobel de econom¨ªa de 1992, nos record¨® la semana pasada la importancia para el crecimiento econ¨®mico de mejorar el capital humano de una sociedad a trav¨¦s de la ense?anza. En este punto falla se?aladamente el gobierno del PP: no por falta de atenci¨®n a la escuela p¨²blica, como dice la descabezada oposici¨®n socialista, sino por su inoperancia en la aplicaci¨®n de su cacareado programa de calidad y libertad educativa.Para descanso del defensor del lector de EL PAN, confesar¨¦ que en materia de educaci¨®n no soy eunuco indiferente, sino catedr¨¢tico de Universidad. Miro con lupa todo lo que pueda. reducir mis privilegios coprporativos, mi tranquilidad profesional, mi autonom¨ªa pedag¨®gica. Lo que voy a decir, pues, est¨¢ coloreado por el cristal de mis intereses.
Hace poco o¨ª el discurso de do?a Esperanza Aguirre, la ministra de Educaci¨®n y Cultura, en el Club Siglo XXI. Todo eran impecables sentimientos y buenas intenciones. Nada puedo objetar a su cr¨ªtica de las doctrinas educativas de Rousseau, quien mientras escrib¨ªa el ?mile, esa biblia de la espontaneidad pedag¨®gica, enviaba a sus seis hijos a la inclusa (aunque los eruditos creen ahora que en materia de hijos habidos, ment¨ªa Rousseau como un Tierno Galv¨¢n cualquiera, pues un doloroso impedimento f¨ªsico seguramente le cerraba el camino de la paternidad). Para la ministra era el fil¨®sofo ginebrino el s¨ªmbolo de una pedagog¨ªa "en la que nada cuentan valores como el m¨¦rito individual, el esfuerzo o el af¨¢n de superaci¨®n". Tambi¨¦n subray¨® do?a Esperanza que, lejos de disminuir, el presupuesto en educaci¨®n hab¨ªa aumentado en el primer a?o de su mandato por encima de la inflaci¨®n y a¨²n del PIB. Prometi¨® por fin que, durante el curso 1998-99, el ministerio destinar¨ªa a la educaci¨®n p¨²blica durante los pr¨®ximos cinco a?os 230.000 millones m¨¢s que los ya previstos en los presupuestos generales.
Nada malo hay en todo eso, pero es evidente que no basta. El viejo programa de la educaci¨®n no selectiva, universal, gratuita y laica de la izquierda anticlerical ha fracasado estrepitosamente en todos los pa¨ªses que lo han aplicado, pero no ha sido sustituido en Espa?a por otro basado en la libertad de ense?anza que reconoce la Constituci¨®n.
Me explico. La ¨²nica forma de conseguir que las instituciones de ense?anza, tanto p¨²blicas como privadas, se esfuercen por ofrecer una educaci¨®n de mejor calidad es que tengan que competir entre s¨ª y que tanto padres como alumnos puedan elegir libremente el establecimiento preferido. Mientras las familias no tengan en la pr¨¢ctica otro remedio que acudir a las escuelas e institutos de la vecindad; mientras los candi datos a las universidades se vean atados al distrito universitario de su domicilio; mientras profesores y administradores se perpet¨²en en su puesto aunque falte a sus egresados la formaci¨®n que exige la sociedad para emplearlos; en resumen, mientras el sistema no se ponga plenamente al servicio de los consumidores, no tendr¨¢n los espa?oles la formaci¨®n que necesitan para competir en un mundo abierto.
Una manera hay de combinar la subvenci¨®n p¨²blica de la ense?anza con la libertad de elecci¨®n y por tanto con la calidad pedag¨®gica: el bono escolar. Las familias con fortuna, especialmente si se trata de las de antiguos ministros socialistas, tienen la libertad de elegir que les presta su patrimonio: pueden enviar a sus hijos a un colegio biling¨¹e, y luego a una universidad extranjera. Pero los m¨¢s pobres no pueden ejercer su libertad si la subvenci¨®n p¨²blica no se les entrega a ellos en forma de un bono que puedan gastar en el establecimiento que prefieran, p¨²blico o privado. Ya ver¨ªan c¨®mo se fijaban los directores y ense?antes de los establecimientos preteridos para mejorar su oferta. Las organizaciones de maestros, profesores y catedr¨¢ticos mantiene que la subvenci¨®n p¨²blica tiene que entregarse a las instituciones y no a las familias. La se?ora ministra tiene demasiado miedo de quienes quieren defender su comodidad frente a la posible competencia y la soberan¨ªa del consumidor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.