Mucho humo
HACE CINCO a?os se celebr¨® en R¨ªo de Janeiro la primera Cumbre de la Tierra. En una reuni¨®n de gran solemnidad y despliegue publicitario, un centenar de primeros mandatarios de Estados de todo el mundo mostraron su preocupaci¨®n por el deterioro ambiental del planeta y concluyeron el encuentro con un extenso cap¨ªtulo de buenas intenciones.Esta semana, en la segunda convocatoria de la cumbre, celebrada en la sede de la ONU en Nueva York, se han vuelto a escuchar los mismos discursos, las mismas intenciones y las mismas advertencias. Es una clara y preocupante se?al de lo poco que se ha avanzado en este lustro transcurrido desde la cumbre de R¨ªo. Por supuesto, nadie ha esbozado siquiera algo parecido a una autocr¨ªtica. No ha habido acto de contrici¨®n, sino una renovada apelaci¨®n gen¨¦rica a remedios que luego parecen olvidarse.
La creciente alarma por el efecto invernadero que producen las emisiones de di¨®xido de carbono no resulta suficiente para que los Gobiernos tomen medidas eficaces. Estados Unidos, como l¨ªder mundial, da en este sentido el peor ejemplo. Lejos de comprometerse a reducir las emisiones perniciosas, en estos cinco a?os las ha incrementado. El pa¨ªs que alberga el 4% de la poblaci¨®n mundial produce m¨¢s del 20% de los gases que agujerean la protectora capa de ozono. Si los pa¨ªses ricos se resisten a una pol¨ªtica que garantice a largo plazo la supervivencia f¨ªsica del planeta, ?con qu¨¦ argumentos se va exigir a los pa¨ªses pobres que antepongan la disciplina ecol¨®gica a su leg¨ªtima ambici¨®n de desarrollo?
Indudablemente, algunos excesos apocal¨ªpticos de determinada literatura ecologista han dado la excusa a las administraciones para ignorar alarmismos inminentes y, de paso, aplazar sistem¨¢ticamente las soluciones necesarias. Pero la desaparici¨®n de especies y ecosistemas, el incremento de la ponzo?a ambiental y sus consecuencias no es futurismo ni fantas¨ªa. En la cumbre de Nueva York, el presidente de Micronesia advirti¨® que el nivel del mar est¨¢ subiendo en este archipi¨¦lago del Pac¨ªfico de forma que ya ha obligado a su pueblo a evacuar algunos atolones. Es s¨®lo una prueba m¨¢s de que ignorar los hechos no va a impedir que suframos, nosotros o nuestros hijos y nietos, las consecuencias. Es, por tanto, una grav¨ªsima irresponsabilidad no reaccionar de inmediato ante hechos que ya manifiestan sus efectos catastr¨®ficos.
El presidente espa?ol, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, se sum¨® a los recitales l¨ªricos e insustanciales de otros mandatarios. Y provoc¨® las cr¨ªticas de Greenpeace al poco inter¨¦s del Gobierno espa?ol en desarrollar verdaderas pol¨ªticas medioambientales. Esta organizaci¨®n acus¨®, adem¨¢s, al Gobierno de presionar a la Uni¨®n Europea para que rebaje sus exigencias sobre emisiones de di¨®xido de carbono.
Estas grandes cumbres, como ocurri¨® con las dedicadas a la pobreza o a la situaci¨®n de la mujer, sirven para multiplicar los mensajes de alerta, en este caso sobre el deterioro planetario. Pero a medida que aumenta la magnitud del mensaje crece la perplejidad porque esos mismos protagonistas de la cumbre no sean capaces de articular la m¨¢s m¨ªnima respuesta eficaz.
El canciller Kohl ha propuesto crear una Organizaci¨®n Mundial del Medio Ambiente. Un proyecto v¨¢lido si supone algo m¨¢s que otra gran oficina. Pero, en todo caso, alg¨²n tipo de estructura permanente mantendr¨ªa viva la preocupaci¨®n y podr¨ªa impulsar, sin aguardar a tales acontecimientos, las medidas oportunas para ir corrigiendo gradualmente las causas de un futuro desastre planetario.
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